Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra certificada en mindfulness, para el blog A Mystic Writer
¿Por qué escogí publicar esta nota en el Día de San Valentín? Hay que leer hasta el último párrafo.
La semana pasada tuve el honor de participar en el panel “Historias de la Experiencia”, parte del Primer Simposio de Organizaciones Estudiantiles, convocado por estudiantes de la Universidad del Sagrado Corazón. Me invitaron como exalumna con destrezas y proyectos de liderazgo solidario. Les confieso que al principio me quedé perpleja con el concepto de “liderazgo solidario” y no sabía cómo encajaba yo ahí. Marimer Torres Ruiz, directora de la Oficina de Exalumos de Sagrado, me explicó que querían saber más sobre mi proyecto de siembra y rescate de árboles como voluntaria por los pasados cinco años de la organización Para La Naturaleza, que se dedica a la reforestación y conservación de propiedades de alto valor ecológico.
Fue entonces que aterrizó en mí que el liderazgo solidario no solo se trata de los seres humanos, sino de los seres que existen más allá de nosotros y nuestro antropocentrismo (lo cual defino que la vida gire alrededor de mí, yo misma y lo mío, o solo los asuntos que conciernen lo humano). Y entre esos seres están los árboles, que no son cosas, sino un tipo de personas no muy distintas a mí, con raíces en vez de pies, y hojas en vez de pulmones. También crecen en comunidad y se comunican a través de sus raíces.
Gracias a una intensa travesía de sanación espiritual, pude darme cuenta profundamente que la Tierra y yo no somos cosas separadas y que mi vida está conectada y depende por completo del planeta, sus elementos y otros seres. Yo sufría de separación del entorno. Al mismo tiempo, la Tierra sufre por las perspectivas de separación y distanciamiento ecológico de los humanos. Cuando regresé a Puerto Rico, tenía la gran necesidad de sembrar árboles, generar vida y recibir vida. A través del trabajo voluntario en PLN, y gracias a la solidaridad de mi papá y la ciudadana botánica de PLN María Isabel Vicente, creamos viveros en un patio y un balcón que han producido más de 885 arbolitos que hemos regalado a los viveros de PLN así como a personas privadas con terrenos dispuestas a cuidarlos. El proyecto ha incluido rescatar plántulas de árboles nativos que crecen en zonas urbanas (en zonas verdes en aceras, en las grietas entre el cemento) antes de que las mate una cortadora de grama, y hay muchísimas que mis ojos ahora son capaces de ver, gracias a la perspectiva que he aprendido de los intérpretes y oficiales de reforestación de PLN.
José Carlos Sánchez, también exalumno, periodista de televisión y gestor de proyectos sociales, habló sobre cómo él y su numerosa familia en Barranquitas han ayudado solidariamente a personas afectadas por el huracán María en 2017 y los terremotos en el sur en 2019 y 2020 canalizando suministros y abriendo una línea telefónica para escuchar a los afligidos. También han abierto sus hogares para que estudiantes del extranjero tuvieran dónde quedarse en la temporada navideña y mostrarles las hermosas costumbres de nuestro país. Eran cosas que nacían automáticamente porque su enorme familia tenía amor para repartir. Además, cuando fue presidente del Consejo de Estudiantes de Sagrado, dirigió un movimiento en apoyo y solidaridad a sus compañeros de la Universidad de Puerto Rico que atravesaban una difícil huelga. Gracias a ese movimiento, dirigido por estudiantes, Sagrado fue la única institución privada que se solidarizó con los reclamos de los estudiantes de la UPR cerrando su propia institución por un día. ¡Qué bravos! Su labor me conmovió profundamente.
Sánchez me estaba enseñando lo que era el liderato solidario. Reconocí que también había hecho un poco de eso. Cuando ocurrieron los terremotos en la Navidad de 2019-2020, nos fuimos al sur María Isabel Vicente, la maestra de mindfulness Delia Román, esta servidora y personas de una organización sin fines de lucro para repartir suministros y también a ofrecer técnicas de mindfulness para ayudar a l@s afectados a calmar sus mentes y emociones.
Dos meses luego del huracán María, en noviembre de 2017, viajé a California para el tercer entrenamiento de mi certificación del Mindfulness Meditation Teacher Certification Program (MMTCP) con Jack Kornfield, Tara Brach y otros importantes maestros. Era la única vez que ese programa se ofrecería de manera presencial, pues las ediciones subsiguientes serían en línea. Éramos 325 personas de 16 países. Ante el auditorio expliqué lo que vivía mi país y pedí ayuda. Les dije que estaba dispuesta a llevar ayuda y que les reportaría cómo se utilizó hasta el último centavo. De la noche a la mañana, literalmente, recogimos más de $5,000. Yo lloré. ¡Qué gran responsabilidad! Con ese dinero, repartimos alimentos, le arreglamos el segundo piso a una pareja de agricultores ecológicos en Guayama comprándoles paneles de madera nuevos y ventanas nuevas; compramos nuevos “mattress” ortopédicos para tres niños con distrofia muscular en Guayama; le adquirimos una nueva placa solar a un agricultor ecológico de Coamo que vio su proyecto de 10 años desaparecer en un día con el huracán y con eso pudo echar a andar su finca otra vez. Sobraron como $30 o $40 que utilicé un tiempo después para enviar juguetes a las islas Bahamas tras el paso del devastador huracán Dorián, pues desde allá pedían juguetes educativos para los niños que estaban en refugios. Le reporté a mi grupo de compañer@s de mindfulness, con todo y evidencia de recibos, cómo se utilizó hasta el último centavo. Nada de eso fue para mi alimentación y gasolina. Lo usé todo para los demás. Utilicé sus fondos de manera ética y honrosa, algo que agradecieron y eso me edificó a mí también. Ver las sonrisas de agradecimiento de cada uno de los seres que recibió ayuda fue una gran recompensa para mí. Yo no sentía que hacía nada especial. Lo hacía porque sentía que era mi deber. Estaba en una posición de privilegio y tenía la capacidad de ayudar a otros que no habían podido llegar donde yo estaba.
Alina Camacho, otra de las panelistas y exalumna de Comunicaciones, es creadora del proyecto www.visteconsciente.com y @visteconsciente en Instagram. Es un concepto de moda sostenible. Cuando estudiaba diseño de modas, se enteró de cómo la contaminación con textiles ocupa el segundo lugar en el mundo. Mucha gente tira ropa a la basura cuando ya no está de moda. Pero no se dan cuenta de que ese material va a terminar en los vertederos, que al menos en nuestra isla ya están llenos y muchos no son capaces de recibir más desperdicios. Alina se dedica a reutilizar telas para crear modas nuevas. También ayuda a otras diseñadoras de moda a emprender sus propias marcas sostenibles. ¡Qué valiente me pareció su exposición cuando se dio cuenta de que incluso con la moda se podía llevar un mensaje ecológico y ayudar a salvar el planeta!
Noriann Meléndez, exalumna de Periodismo, fundó el proyecto Cuatro Costas para limpiar playas. Tras encontrar una playa vertedero en Guayama y acercarse a la comunidad aledaña para averiguar por qué tiraban sus escombros en un área de bosque de mangle que era ecológicamente sensitiva, se enteró de que el municipio había abandonado a la comunidad y no recogía sus escombros. Realizó esfuerzos para organizar a la comunidad de manera que todo el mundo pusiera sus escombros en el mismo lugar e hizo un llamado al municipio para que los recogiera. El proyecto Cuatro Costas se tardó ocho meses en limpiar lo que era una playa vertedero, pero lo lograron. ¡Me pareció una labor heroica!
Durante el panel y cuando acabó me sentí llena de amor. Los animadores Wesley Pérez y José Meléndez leyeron a coro la frase: “Servir es vivir. Es amar y ser feliz”. Era algo que yo había escrito en este blog y que les conmovió. Pero más me conmovieron los jóvenes a mí con sus proyectos y su solidaridad.
¿Por qué escribo esto el Día de San Valentín? Porque es un día en el que tradicionalmente reducimos el amor a algo romántico. Es tan fuerte esa creencia, y su consiguiente consumismo desenfrenado por flores y chocolates, que hay gente que se deprime si nadie les regala nada o si no tienen pareja ese día. He escuchado a algunos maestros espirituales decir que tener acceso a todas las cosas materiales que queramos no es libertad, sino esclavitud. ¡Dicen que al tener eso nos conformamos con muy poco! Hoy, tras una larga travesía espiritual que me llevó a sanar puedo confirmar que esto es cierto. Llevar una vida de querer cosas materiales es una vida muy pobre. La capacidad de desarrollar el corazón para ser bondadoso, solidario y servir es la mayor felicidad. Disolver un ego que sufre mediante el servicio solidario a los demás es un hermoso proceso de sanación. Me he sentido más amada entre gente que se desborda de amor para servir a los demás, porque tienen tanto por dentro que dar que lo tienen que repartir y nos enseñan a los demás a hacer lo mismo. Son los que me han enseñado que no se trata de lo que puedo obtener de la vida, sino de lo que puedo ofrecer a los demás con mis talentos y habilidades. ¡Ese es el amor más grande! Y cuando uno lo encuentra es tanto y tanto, que lo tiene que compartir. Ya no reduzco el amor a un día al año ni a regalar algo pequeño. El amor que empiezo a conocer va mucho más allá de mí y me impulsa a disolver el “yo” que quiere cosas para sí por una felicidad más grande: la solidaridad. ¡No se trata de “mí”, si no de “nosotros”, incluyendo a todos los seres, y eso es lo más divertido! El liderazgo solidario se forja con el amor solidario. Es lo mismo. ¿Cómo puedes desarrollar un amor que sirva a los demás seres del planeta? #


en la fila delantera: Noriann, Yaisha, Alina y José Carlos.
Organizadores y presentadores en la segunda fila.

