Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra certificada en mindfulness, para el blog A Mystic Writer
Si no hubiese atravesado situaciones difíciles en Puerto Rico, no hubiese viajado a buscar sanación en otros lugares. No hubiese encontrado las enseñanzas de Robert Brumet, Jack Kornfield y otros importantes maestros en Kansas City que transformaron mi vida. Si no hubiese vivido desafíos en Kansas City, no hubiese encontrado las enseñanzas del maestro zen Thich Nhat Hanh, ni me hubiese mudado a California para practicar sus enseñanzas en Deer Park Monastery. No hubiese conocido a Kornfield en persona en California; no hubiese recibido una invitación a solicitar el programa de mindfulness (MMTCP) del que eventualmente me gradué. No hubiese encontrado a mi Poder Superior de Amor.
Admito que hubo días en quise rendirme. Me sentía como dice un poema de Rumi, como el garbanzo que quiere brincar de la olla y el cocinero lo vuelve a poner adentro porque todavía no ha terminado de cocinarse. Me sentía como una bola de pinball, a la cual la vida le daba empujones en una nueva dirección. Apenas no acababa de procesar un cambio cuando venía el próximo. Me sentía impotente ante tantos cambios. Sentía mi piel en carne viva y mis emociones a flor de piel, con mis cables nerviosos por fuera. No me quedaba más remedio que sentarme a respirar solo por estas 24 horas.
Hasta que fui aprendiendo que el mayor sufrimiento provenía de mis respuestas a la vida; que todo cambia todo el tiempo y que yo quería que todo se quedara igual. El “yo quería” era el problema. Que la vida muchas veces se siente como estar en alta mar en vez de en tierra firme, pero puedo aprender a surfear, navegar, remar en kayak. La vida tiene sus propias leyes, su propia fuerza. Puedo aprender a vivir a favor de la corriente de la vida y tener más serenidad; vivir más feliz. O puedo resistirme y sufrir. A veces esa rendición todavía es desafiante, pero sigo practicando.
Hoy ya no siento que la vida sea una enemiga, al contrario, creo que la vida es mi amiga y me ha ayudado tanto. Estoy aprendiendo a vivir a favor de sus leyes, a favor de la corriente, y es algo muy hermoso. Hoy ya no siento que ando por la vida con un boquete por dentro, desangrándome. Pero me tomó mucho tiempo entenderlo. Me hacía falta mucha humildad. Agradezco a tod@s l@s que me enseñaron con amor. Agradezco a l@s que no supieron enseñarme con amor.
¿Y tú, por qué das las gracias en este momento de tu vida? #
