Reflexión: La dulce presencia de “Sati”

Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra certificada en mindfulness, para el blog A Mystic Writer

Acabo de salir de un retiro de 7 días en silencio donde la práctica principal era «sati», la palabra en idioma pali para «mindfulness», que también se conoce como «atención consciente» o «atención plena».

En la práctica secular o laica, el mindfulness ha llegado a conocerse como una práctica para la relajación, para prestar atención, darnos cuenta, ser más conscientes. Y es hermoso ver cómo mucha gente lo practica para su bienestar integral y su salud. Realmente tiene mucho valor y trae grandes beneficios para el crecimiento psicológico, personal y espiritual.

En su tradición monástica budista, que comenzó hace unos 2.600 años y cuyo propósito es el fin del sufrimiento, el mindfulness se cultiva como una presencia que se lleva consigo en el cuerpo, en las intenciones, en el comportamiento mental, en los gestos, en las acciones, en el hablar. Se lleva como alguien que carga un cuenco lleno de aceite hasta el borde y no puede derramar ni una gota (Meditación satipatthana: Una guía práctica, de Bhikkhu Analayo). Aunque parezca una práctica rígida, no lo es en absoluto. Sí requiere esfuerzo y atención, pero no es un esfuerzo severo que nos desanime, sino un esfuerzo amable, como una gota que cae suavemente sobre una piedra. Es constancia, presencia y suavidad. Analayo describe a «sati» como «una presencia suave y despierta».

En el retiro al que asistí en los pasados 7 días en Insight Retreat Center en California, se nos enseñó sobre los cinco obstáculos que regularmente surgen en la meditación y las cinco facultades que podemos cultivar para hacer frente a estos obstáculos con sabiduría y claridad (no mediante una lucha campal). De esta manera, las facultades fortalecen nuestra práctica.

Los cinco obstáculos son:

  • el deseo de los sentidos (por ejemplo, querer dejar la meditación para irse a comer un helado)
  • la aversión, ira u hostilidad (por ejemplo, pelear con alguien en nuestra cabeza o rechazar una experiencia humana que estemos atravesando)
  • la pereza o adormecimiento (puede surgir como una respuesta de escape de la mente a un momento difícil durante la meditación)
  • la agitación o ansiedad (nos movemos excesivamente en nuestro cojín de meditación, nos rascamos, nos queremos levantar)
  • la duda (pensar que no servimos para meditar, que tenemos que hacer otras cosas más importantes que la práctica para la cual habíamos sacado tiempo; y se considera el obstáculo más difícil, pues es el que lleva a las personas a dejar la práctica)

Las cinco facultades son:

  • la fe
  • la energía
  • el mindfulness (sati)
  • la concentración
  • la sabiduría

No meditamos para destruir los obstáculos, sino para redirigir nuestra atención hacia la práctica de las facultades. Desarrollamos fe y confianza en nuestra práctica; la energía para redirigir nuestra atención hacia estados más hábiles; el mindfulness para estar presentes en nuestra vida en vez de estar dormidos; la concentración mediante la consistencia de la presencia suave para que la mente se asiente, y la sabiduría para dar el próximo paso en nuestra práctica, como la tortuga camina con lentitud pero da el próximo paso seguro (analogía de Gil Fronsdal).

Escuché la enseñanza sobre «sati» (mindfulness) como cultivar la cualidad de poder estar con nuestra experiencia humana sin dejar nada fuera: ni los dolores, ni las frustraciones, ni los obstáculos, ni las cosas que están en nuestra sombra. Posamos la atención suave y despierta sobre el objeto que esté pasando por el radar de nuestra mente y decimos con cariño y aceptación: «esto también es parte de la práctica».

Durante este retiro, tuve algunos días de mucho dolor físico. Cuando escuché las instrucciones de estar consciente de lo que estuviera presente, lo que estaba «aquí y ahora» era el dolor. Y mi respuesta en mi mente fue: «Esto también». No reaccioné con aversión al dolor, sino que lo miré como una experiencia más: «esto es simplemente dolor». Entonces, junto al dolor fue apareciendo también una hermosa energía que sentí como una sábana que lenta y suavemente fue cubriendo al dolor para cuidarlo. Y asimismo, lenta y suavemente, fue apareciendo en mi rostro una sonrisa de entendimiento: «¡Por esto es que el Buda sonríe!».

El dolor no se había ido completamente, había todavía algo de dolor, pero estaba también esa cualidad de una presencia amorosa, alegre, que cuidaba al dolor, que lo aliviaba y que me hacía feliz.

Me sentí profundamente agradecida por haber comprendido a «sati» como «traer consciencia» a la experiencia de esta manera, como una presencia suave, como una sabanita de cariño que cae sobre los objetos que atraviesan nuestro radar mental, o sea, nuestras experiencias humanas.

Esa era la presencia que yo percibía de mi primer maestro de vipassana hace más de 10 años, y recuerdo haber pensado: «¿Cómo lo hace? ¿Cómo es que emite esa energía?».

Previo a este momento en el retiro, había escuchado repetidamente la instrucción: «Descansa tu atención». Ello significa descansar la atención sobre un objeto: la respiración, el cuerpo, los sonidos; incluso podemos llegar a hacerlo con las emociones y los pensamientos cuando les prestamos atención con una atención de cariño y cuidado sin que nos halen a una historia de sufrimiento.

La instrucción «descansa tu atención» preparó el terreno en mi interior para conocer a «sati» de esta hermosa manera.

También sentí que «sati» es una presencia que perdona. No hay culpa por haberla perdido; pues podemos sentir su toque de alivio cuando regresamos a ella.

En la próxima meditación caminada —en la cual meditamos mientras estamos conscientes del movimiento suave de nuestros pasos—, llegó a mí el pensamiento: «sati» está en todo el suelo y yo pongo mis pasos sobre ella. Fue un momento muy hermoso, porque descubrí más profundamente cómo puede acompañarme a todas partes en mis pasos.

Durante este retiro, «sati» se convirtió en una presencia que yo podía poner sobre los objetos que aparecían en mi radar: sensaciones, pensamientos, emociones, incluso conversaciones con otras personas cuando era momento de hablar. Y cuando había alguna experiencia difícil, «sati» las disolvía con su dulzura asabanada.

Eso no significa que el mindfulness se utilice para escapar de las experiencias. Creo que la intención de utilizar «sati» para no sentir una experiencia difícil o para tomar un atajo no funciona. En algunos momentos es necesario detenernos, explorar, utilizar la investigación para indagar en alguna experiencia que persista. Es posible que sea un huésped que viene a traernos algún mensaje: algo de nuestra experiencia humana que necesitemos ver con claridad para liberarnos de sufrimiento o sanar.

En este retiro descubrí que «sati» incluso me protegía, pues apaciguaba mis reacciones mientras me iba haciendo consciente de ellas.

«Sati» tiene una dimensión protectora. Me protege de sufrimiento. También protege a los demás de mis reacciones inhábiles, si es que comienzan a emerger.

Pero sobre todo, siento que me acompaña cuando la recuerdo.

Podemos programar una o varias campanas de mindfulness durante el día para regresar a ella. El trabajo de meditar es precisamente ese: regresar a la dulce presencia de «sati», aun en medio de las tormentas mentales o de aquellos momentos en que no nos queramos mucho. «Sati» no juzga nuestra experiencia, no le importa cuánto tiempo hemos estado lejos. Si la cultivamos, siempre nos acompaña.

Gracias a los maestros del retiro: Gil Fronsdal, Inés Freedman y Shelley Gault; y a todo el personal maravilloso de Insight Retreat Center. Su hermosa generosidad permite que muchos seres tengan acceso a estas preciadas enseñanzas.

Espero que esta crónica te inspire a practicar con el propósito de sufrir menos o dejar de sufrir. Es un hermoso camino de liberación.#

4 Comments

  1. Qué maravilla!!! Y sí, la práctica del mindfulness es tan benéfica para nuestro bienestar integral que debería de ser enseñada en las escuelas en todo el mundo. Un abrazo

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