¿Qué es un despertar espiritual?

Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra certificada de mindfulness, para el blog A Mystic Writer

Cuando comencé en el camino espiritual, creía que iluminarse significaba alcanzar un estado de éxtasis en el que no sufriría nunca más. Viviría en un estado de placer constante, con el corazón desbordado de plenitud. Imaginaba la perfección; una vida tan fluida como una autopista en vez de un camino accidentado. Estaría para siempre en el flow.

Era como la foto de una meditadora perfectamente quieta, en éxtasis, feliz.

Photo by MART PRODUCTION from Pexels. Esta foto para mí representa lo que antes creía que era meditar.

Pero mi camino espiritual no se desenvolvió así. Había momentos de éxtasis y una hermosa apertura de mente y corazón. Pero también mucho sufrimiento. Volvía a la realidad de la jungla humana.

Fui acomodando mi vida para que pareciera más un retiro espiritual que otra cosa. Eso funcionaba para mantenerme encerrada con mi práctica, pero no funcionaba muy bien para relacionarme con el resto del mundo.

La pandemia y sus desafíos, como por ejemplo, no tener más remedio que realizar mis retiros en silencio con mis maestros en línea, me enseñaron que había una brecha entre mi práctica espiritual y mi vida, lo me obligó a tender un puente y llevar más mi práctica espiritual a la vida mundana.

Una noche, después de meditar, puse la cabeza en la almohada y me disponía a disfrutar del sueño cuando mi voz interior me contó lo siguiente:

El despertar espiritual es un cambio de actitudes y respuestas a lo que acontece en la vida.

Es darnos cuenta de nuestras propias actitudes egoístas y sanarlas.

Es desarrollar interés en las necesidades de los demás, no solo las nuestras, de una forma equilibrada.

Es tener apertura a los puntos de vista de otros, no solo los nuestros.

Es dejar de darle tanta importancia a ganar o a tener la razón, y darle más importancia a la armonía colectiva.

Es tener menos interés en el antropocentrismo —los humanos al centro de todo en el planeta— y más interés en la biodiversidad. Las demás especies también cuentan; tienen derecho a existir y a tener su espacio libre de destrucción humana.

Es tener menos interés en crear conflictos y más interés en limpiar nuestro lado de la calle en nuestras relaciones; desear que l@s demás estén bien aunque no nos caigan bien.

Es pensar que, cuando tenemos ganas de criticar a alguien, lo cambiemos por pensar cómo podemos ayudarle. No es posible hacer ambas al mismo tiempo.

Es pensar en cómo nuestra propia arrogancia causó el rechazo de los demás, en vez de seguir creyendo que fue gratuito e injusto.

Es comenzar a ver la raíz de nuestras acciones e intenciones y —aunque hayan sido comportamientos sembrados por nuestros ancestros— hacernos responsables por sanarlas y cambiarlas.

Es darnos cuenta de que quien nos hirió no nos puede sanar; necesitamos sanarnos a nosotros mism@s, soltar la culpa, seguir adelante.

Es dejar de exigirles a los demás que satisfagan nuestras necesidades. Son necesidades válidas y es importante reconocerlas, pero puede que los demás se abrumen con ellas. Crecemos para encontrar algo más grande que nosotr@s mism@s —una Fuente, Poder Superior, Universo (como cada cual lo entienda mejor)— a quien podamos acudir para que se encargue de todo en nuestras vidas. Ya no agobiamos a l@s demás.

Mi despertar espiritual ha sido y continúa siendo un proceso gradual. A veces parece ser una oscilación entre estar en contacto con mi sufrimiento humano, el duelo, descubrir el camino para aliviar mi sufrimiento y recibir mucho crecimiento. Es algo mucho más real que las fantasías que antes creí.

La imagen de arriba representa cómo se siente a veces la meditación en realidad. La mente se agita y se vuelve a aquietar.

Aprendí que, cada vez que me he pelado las rodillas, la pregunta correcta ha sido “¿Qué necesito aprender?” en vez de “¿por qué a mí, por qué yo, por qué ahora?”. Mi primer maestro de vipassana/mindfulness decía que “¿por qué?” era la pregunta incorrecta.

Ram Dass decía que, si creemos estar iluminados, podemos constatar si es cierto pasando dos semanas de vacaciones con nuestra familia. ¡Eso nos daría un indicio de nuestro nivel de “iluminación”!

Puedo ver que, con el paso de los años y la práctica espiritual, mis límites saludables han mejorado y mi forma de relacionarme con otros seres también. A veces he querido disparar de vuelta, criticar, controlar, y algo más grande que yo me detiene, me hace pausar y pensar que lo que voy a decir puede ser hiriente. ¿Significa que voy a ser deshonesta? No. Pero la honestidad sin amabilidad puede llegar al otro lado como crueldad. Una maestra de vipassana/mindfulness me dijo una vez que, al comunicar algo difícil, debo preguntarle a la otra persona cómo cayó al otro lado, pues es parte de aprende a ser conscientes con la comunicación.

Entonces, ¿es el camino espiritual un sendero totalmente pedregoso, lleno de cardos y sudor?

No.

La realidad es que los momentos de éxtasis meditativo ayudan.

Pero ya no creo que sean el objetivo.

Es importante aprender a calmar nuestra mente y abrir el corazón para desarrollar cualidades como la alegría y el equilibrio. El silencio y la profundización de la meditación han sido fundamentales en mi camino para que eso ocurra. Pero lo más importante es ver cómo los momentos de éxtasis meditativo, los atisbos de vacío o vacuidad, la alegría meditativa, sentir la fuerza de la vida misma, conocer el ser que somos en esencia —sin ataduras con un pasado, sin ansiedades por un futuro— se transforman en la disposición de ser una mejor persona en el mundo; más inofensiva, bondadosa, compasiva y, por ende, más feliz.

Tal vez la puerta más ancha se abrió para mí cuando estuve dispuesta a reparar el daño que había causado a los demás y a mí misma con las actitudes que antes cargaba, con mis defensas de carácter.

Reparar el daño que había causado con mis conductas pasadas y no reincidir significaba llevar a cabo una acción concreta para dirigir mi vida en otra dirección, reparar relaciones, recuperar la confianza de otr@s. Entonces, los aspectos filosos de mi personalidad comenzaron a perder poder. Ya no necesitaba defenderme.

Le entregué mi sistema de defensa a un Poder Superior de amor y, aunque me daba miedo quedarme indefensa, dejé mi protección a su cargo.

Comencé a experimentar una liberación exquisita. Ya no estaba atrapada en quien yo había sido ni en el pasado.

La paz que comenzamos a sentir cuando practicamos esto es algo que podemos llevar con nosotros a donde vamos. Ya no andamos por la vida con un enorme boquete en el corazón ni culpando a otros por haberlo causado. Ese espacio se va llenando de serenidad, amor y luz.

Photo by HONG SON from Pexels

Claro, es importante reconocer que, si no seguimos practicando, nos arriesgamos a retroceder. Así que parte de andar por este sendero se trata de mantenernos vigilantes a nuestros comportamientos: nuestras intenciones, acciones y sus consecuencias; no como si fuéramos un Departamento de Autopolicía, sino de manera bondadosa y compasiva, sabiendo que los cambios tampoco serán perfectos, pero sí posibles. #

Por Yaisha Vargas-Pérez ©Todos los derechos reservados.

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Para recursos de meditación, te invito a visitar la sección de “Reflexiones” y “Meditaciones guiadas” en este blog y también a seguir el blog.

Photo by Blue Bird from Pexels

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