Meditación guiada: Mindfulness del cuerpo

Por Yaisha Vargas-Pérez para el Curso de Autocompasión y Mindfulness en la Universidad del Sagrado Corazón

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By Dedda71 [CC BY 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0)%5D, from Wikimedia Commons
La enseñanza más importante cuando estudiamos mindfulness del cuerpo es no hacer nada que nos saque fuera del cuerpoAl intentar esto al principio de nuestra práctica, podríamos encontrar las siguientes dificultades:

  1. No queremos estar en el cuerpo porque encontramos que tiene muchas funciones que no podemos controlar: respirar, digerir, evacuar, envejecer, etc. Pero todas estas funciones son necesarias para mantenernos con vida. Nuestro cuerpo también puede ejercitarse, abrazar, sentir, escuchar, oler. ver… ¡Tiene muchas funciones maravillosas! La tendencia de esa parte de nuestro cerebro que está programada para sobrevivir será tratar de aferrarse a aquellas experiencias placenteras del cuerpo y rechazar las experiencias no placenteras. Podemos observar cuál es nuestra reacción a las funciones de nuestro cuerpo: aferramiento (no queremos la sensación placentera se acabe) resistencia (no queremos sentir un calambre) y negación o engaño (ese dolor que me da todos los días no es nada y ya se irá). Con la práctica de autocompasión y mindfulness, vamos aprendiendo a acoger nuestro cuerpo y todas sus funciones, así como a observar nuestras reacciones, con sabiduría, ternura y compasión. Cuando estamos en nuestro cojín de meditación observando nuestro cuerpo, aprenderemos a decir: respirando, tociendo, etc. O también: soñolencia, dolor, hambre…  Aprendemos que nuestra experiencia humana del cuerpo no es muy diferente a la experiencia de otros, y que esto es parte de nuestra humanidad compartida. Aprendemos a identificar qué es lo que el cuerpo verdaderamente necesita y atendemos sus necesidades de manera amable y compasiva, sin entregarnos a los hábitos adictivos ni a los excesos.
  2. No queremos estar en el cuerpo porque no cumple con el “estándar de belleza” de lo que debe ser un cuerpo. Nos enseñaron a creer que, si no teníamos un cuerpo con ciertas características “aceptables”, entonces había que trabajar duro para lograr que nuestro cuerpo cambiara, fuera más delgado, diferente, para entonces aceptarnos a nosotr@s mism@s. A lo mejor le tenemos aversión a alguna parte de nuestro cuerpo y, cuando la observamos, hay un profundo sentido de vergüenza, de que no somos suficientes. Pero, ¿es esto cierto? ¿O fue algo que aprendimos por medio de la enseñanza y la repetición? Observen, por ejemplo, que en un concurso de belleza como Miss Universe participan miles de mujeres: decenas o hasta cientos en cada uno de los países representados y luego, de esas decenas de países, solamente puede haber una ganadora. ¿Hay una sola persona digna de ser coronada como aceptable y hermosa entre l@s más de 7 mil millones de seres humanos que hay en la Tierra? ¿No les parece que hay algo terriblemente equivocado con este concepto? ¿Es la belleza motivo de “competencia”, o es una oportunidad para admirar la hermosura en sus formas diversas? Agraciadamente, podemos descartar aquellos conceptos que no sirven. Podemos darles la vuelta y ver que lo erróneo no está en nosotr@s, sino en el estándar imposible y en la expectativa falsa de perfección que nos deja en un trance constante de ansiedad. Aquí les dejo nuevamente el video de Eve Ensler que vimos en clase, para que no se olviden de amar a su árbolhttps://www.youtube.com/watch?v=UEUsbLNAfW0
  3. No queremos estar en el cuerpo porque es pecaminoso. Hay filosofías religiosas que enseñan que existe una separación entre el cuerpo y el espíritu; que el cuerpo es malo y el espíritu es bueno, por lo tanto, hay que trascender el cuerpo, negar el cuerpo y hasta castigar el cuerpo. Hemos visto en libros o en medios pictóricos —o quizás hemos escuchado historias— sobre ascetas que negaban su cuerpo y lo azotaban con un látigo para negar sus necesidades porque el cuerpo es un obstáculo para alcanzar a Dios. El mismo Siddartha Gautama hizo prácticas para negar su cuerpo. Cuentan que, antes de iluminarse, las prácticas ascetas lo habían puesto tan delgado que ponía su mano en su barriga y podía tocar su columna vertebral. Siddartha descubrió que este no era el camino hacia la iluminación. Descubrió el Camino Medio o Camino del Medio: tanto el ascetismo extremo como la vida colmada de placeres eran extremos y la verdad se hallaría en la justa medida, en el equilibrio o los límites saludables. Tras haber practicado ascetismo extremo durante un tiempo y no encontrar en él la satisfacción verdadera, Siddhartha aceptó el tazón de arroz con leche que una aldeana le ofreció para saciar su hambre. También recordó un momento de su niñez en el que su padre araba el campo y Siddharta había sentido una profunda paz. Se dio cuenta de que el camino hacia la liberación se lograba adiestrando la mente, y que para ello, en vez de seguir en la hambruna que había soportado, necesitaría nutrición para que su cuerpo tuviera fortaleza y continuar su práctica. Quizás pensamos que el cuerpo es pecaminoso porque también tiene la experiencia de los deseos sexuales y nos han enseñado la sexualidad es algo malo. En la práctica de mindfulness, observar el deseo sexual no es distinto a observar las demás sensaciones del cuerpo. Si hay deseo sexual, simplemente lo reconocemos: “Experimento un deseo sexual”. Estamos atentos a las sensaciones en el cuerpo de manera compasiva, y creamos espacio para ellas. Quedándonos en nuestro espacio de meditación, desarrollamos la sabiduría y la introspección de que no necesariamente tenemos que actuar con respecto a lo que sentimos. Podemos desarrollar espacio y presencia para permanecer con la experiencia. Es posible hacer espacio para la añoranza y la soledad, para la necesidad de compañía y afecto. Es posible acompañarnos en ese proceso humano. Es posible esperar antes de actuar, y pedir guía para actuar con sabiduría. Es posible disfrutar de la sexualidad sin culpa ni vergüenza. Esta es una práctica que se desarrolla con el tiempo y la experiencia. No es perfección, sino práctica.

Una vez hemos visto qué obstáculos nos impiden estar dentro del cuerpo y mantener nuestra mente dentro del cuerpo, podemos comenzar a acogernos con compasión y ternura. Tener un cuerpo ya es una experiencia desafiante como para complicarla más. Así que, acogemos todo lo que sentimos, incluida nuestra resistencia, y comenzamos a habitarnos por dentro despacio, con suavidad y paciencia. A continuación, una meditación sobre el mindfulness del cuerpo para comenzar a adentrarnos en la experiencia.

Esta meditación fue grabada por la noche. ¡Los sonidos de ambiente también son parte de la experiencia!

 

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