Cartas a Malena: El caos de la ciudad sin tu maullido

Por Yaisha Vargas-Pérez, mamá gatuna, para el blog A Mystic Writer

22 de abril de 2022

Amorcita de mi corazón:

Hoy me tocó dejar mi escritorio cómodo en un balcón, rodeado de árboles y naturaleza, para salir a la calle, al caos, a la jungla humana de concreto y metal.

Fui a grabar un programa de radio. Agradecí tanto la oportunidad ver a mis antiguos compañer@s de trabajo en WKAQ-Radio Reloj cuando era reportera.

¡Cuántas largas horas me esperaste cuando trabajaba en la calle!

Te confieso que, en años recientes, me desacostumbré del revolú. He diseñado mi vida para trabajar y vivir en paz, para meditar, para poder hacer retiros en silencio. Para poder escucharme. Para saber que estoy viva.

Mientras iba conduciendo de vuelta, pensando en tener una travesía un poco más suave y serena, bajé de Guaynabo hacia Hato Rey por la avenida Central en vez de la autopista, con la suerte de que habían cerrado la avenida a la altura de la calle Andalucía y el desvío era imposible, caótico, inamovible y tenaz.

En algunos hidrantes en la calle Andalucía el agua salía a borbotones. Me preguntaba si había una avería en el sistema de acueductos y alcantarillados, lo cual explicaría el cierre, el tapón y la ansiedad.

El caos fue empeorando con la disfunción de todos los que querían llegar primero, a la brava, a la «sálgase to’el mundo», pero guiando en direcciones opuestas y ataponando al resto. Por la calle Andalucía, la avenida Roosevelt, hasta que llegué a la avenida Dómenech, allí tampoco fue diferente. No veía la hora de regresar a casa y regresar a mí.

«No sé cómo la gente puede vivir así, en este tapón, todos los días», pensé.

«Un viaje así lo hubieses odiado, Malena», te dije dentro de mí. «Ya ves por qué la salud mental humana a veces es un mito».

Era una jungla de metal peor que la jungla natural. En eso hemos convertido el planeta. Y todos los animales sufren con ello. Los salvajes, los domésticos y nosotros.

Fue obvio, chiquita mía, que la ciudad no estaba construida para que pudiéramos llegar en paz a ninguna parte. No es como otras ciudades más funcionales en las que he vivido, donde es agradable caminar y llegar en transporte público. Nuestra «ciudad» fue construida para que las personas que la construyeron ganaran dinero vendiendo vehículos, vendiendo tierra metal y cemento. Y nos vendieran un modelo de ciudad que es disfuncional.

Lo que me mantuvo cuerda fue pensar en ti; pensar que tu amor era un cojín en medio de la ciudad caótica; que tu amor me recordaba lo que era real, no un sueño de acero y concreto. Me ayudó concentrarme en mi sensibilidad a flor de piel en estos días por el amor expandido que nos dejaste. Lo que me hizo recordar que era humana es el duelo que me acompaña.

Ya cerca de mi casa, automáticamente pensé que debía apresurarme porque mi Churri me iba a maullar tan pronto llegara a la puerta para regañarme. ¡La había dejado sola durante cinco largas horas!

Y de inmediato, silencio.

Mi Churri no estaría en casa.

«Quién me ayuda en medio de esta locura… Es la ciudad-jungla sin tu maullido de amor, que es lo más que hace falta».

Me quedo muda, Amorcita mía, por tanto amor que nos regalabas.

Te extraño. Y te amaré toda la vida.

Tu humana siempre,

Yaisha

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1 Comment

  1. Ay lo siento muchísimo, me conmoví porque conosco lo que es el amor a los animales y lo buenos compañeros que son…como ningún humano 😪 te abrazo fuerte

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