Por Yaisha Vargas-Pérez, mamá gatuna, para el blog A Mystic Writer
21 de abril de 2022
Malenita mía: Todo el amor que me dejaste no me cabe por dentro. Es tanto y tan grande que flota a mi alrededor y está por todas partes, igual que flotaba el amor de tu hermano Romeo cuando se fue. Me levanto y lo primero que siento es tu amor tan grande.
Creo que tu amor me enseñó a perdonar, pues mi corazón se abrió hace varios días, cuando todavía estabas con nosotras, para perdonar a gente que era difícil perdonar y hasta enviarles amor en la distancia. Eso me enseñaste tú al perdonarme a mí cuando me molestaba contigo por cosas pequeñas como que te hicieras pis fuera de tu cajita de arena. Si en vez de molestarme porque se habían mojado mis cosas en clóset del pequeño cuarto en que vivíamos ambas me hubiese preguntado qué te ocurría y cómo podía ayudarte, tal vez me hubiese portado contigo con más integridad en vez de coraje. Pero a veces los humanos somos así. Tenemos un cerebro racional que crea prejuicios. Nos falta cultivar el cerebro de la solidaridad.
A mí también me pasó lo que yo te hice a ti. Una vez me comporté de manera disfuncional porque cargaba mucho dolor. Los humanos a mi alrededor me trataron muy mal, con prejuicios, críticas, burlas, dolor y un exilio. Me abandonaron. Así tratan también los humanos a un animal cuando lo abandonan. No entienden que su presencia, por más desafiante que sea, es un regalo, y que la vida se trata de aprender a amar en las dificultades; no de liberarse de ellas lo más rápidamente posible.
El amor se cultiva cuando aprendemos a quedarnos en las situaciones y a profundizar en nuestra facultad de amar, tener paciencia, ser solidarios, aún cuando es difícil.
Si hubiese sido por tenerlo fácil, gente como Martin Luther King, Mahatma Ghandi y Nelson Mandela hubiesen abandonado sus causas. Pero persistieron durante toda su vida, porque los guiaba el amor que sentían por su gente. Y hoy tu amor me guía, Malenita, me guía a entender que, cuando un animal se hace pis fuera de su cajita de arena, en vez de uno molestarse, uno lo limpia con amor y llama al veterinario para saber si algo pasa con su salud y cómo lo puede ayudar. Y si uno no tiene dinero o se siente abrumado porque la otra mascota falleció un poco antes, como pasó cuando Romeo murió y tú te enfermaste enseguida, entonces uno pide ayuda.
Igualmente, cuando un humano en nuestras vidas se comporta de manera disfuncional, como me pasó a mí cuando cargaba tanto dolor —en vez de juzgarle, criticarle, abandonarle y burlarse de esa persona— podemos preguntar qué ocurrió en su vida y cuál es su dolor. Si no podemos ayudarle, podemos preguntar quién sabe cómo ayudarle. No hay que desesperar, quien necesita ayuda solo tiene que pedirla. Si siente que no tiene gente a su alrededor, ¡pida ayuda en Facebook!
Recuerdo que, cuando murió Romeo, se me hizo claro mi camino para tomar mi certificación de mindfulness. Y ahora que te fuiste tú, se me hizo claro, cuál es mi camino a seguir. Gracias, Malenita, porque el amor que tú me enseñaste a mí es el amor que yo quiero enseñarle al mundo. Enséñame cómo tratar a otros seres con el mismo amor con el que tú me trataste a mí. Ayúdame a despertar en ellos el mismo amor que tú despertaste en mí.
Gracias, Amorcita mía.
Tu humana, Yaisha
