Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra certificada en mindfulness, para el blog A Mystic Writer
Desde que nos mudamos, he notado que mi gatichurri Malena está más feliz. Está más parlanchina, tiene muchos más lugares donde tomar un baño de sol por las mañanas y pide su sobito en la barriga mientras se posa bajo la luz del sol. La churri sabe cómo simplemente “ser” y no vivir con la prisa artificial de la vida humana en la ciudad.
Esta mañana salí a caminar y también me sentí feliz con la luz del sol sobre mi piel. Era una sensación de bienvenida y bienestar, y también agradecimiento.
¿Por qué la luz del sol nos hace tan felices?
La respuesta es simple.
Porque es el origen de nuestra vida en la Tierra. Las plantas atrapan la luz solar y de ellas nos alimentamos, por lo tanto, la energía que absorbemos también viene del sol. Aun las personas que no consumen plantas, solo animales en su dieta, reciben indirectamente la energía del sol, pues los animales que consumen se alimentan de plantas.
Gracias a la luz del sol, se metaboliza la vitamina D sobre nuestra piel, lo cual, entre otras cosas, fomenta un buen estado de ánimo. Es posible obtenerla sin sobreexponernos a los rayos ultravioletas y es la mejor fuente para recibirla en nuestro cuerpo.
Hay gente que se deprime cuando no hay luz solar durante muchos días corridos, lo cual es común que suceda durante el invierno en latitudes más cercanas a los polos. Yo creo que es porque somos más parecid@s a las plantas de lo que creemos. Sin luz solar nos marchitamos un poco. La necesitamos para vivir.
Cuando vuelvas a notar cómo la luz del sol cae sobre las hojas de las plantas y árboles, estás presenciando un poderoso proceso que te permite vivir y ser en este planeta.
Gracias a la luz del sol que atrapan las plantas y los árboles, estás viv@. Estás hech@ de sol. Eres un ser de luz.
A Mystic Writer 