90 días: Una melcocha de compasión

Por Yaisha Vargas-Pérez

(Columna publicada el domingo 2 de abril del 2017 en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día”)

Levante la mano quien jamás haya fracasado, se haya equivocado o tenido dificultades…

Atravesar el pantano es parte de ser human@s, pero todo ese lodo es el ingrediente principal para generar una fortaleza vulnerable indispensable para sobrevivir: la autocompasión.

Mientras sanaba en Unity Village, dediqué un año completo a investigar el “cómo” amarme a mí misma. Mi diario se llenó de técnicas y afirmaciones. Tras enviarle amor a mi mente todos los días e integrar la práctica de “metta” del budismo (“que yo pueda ser feliz, tener paz, estar bien”), me moví al menos una pulgada más hacia el amor propio. Concluí: “amarme a mí misma es poder vivir en paz dentro de mi propia piel; no salir corriendo de mí misma”.

Meses después, llegaron muchas cosas nuevas, todas a la vez: casa, trabajo, carro y una relación. Cuando la relación acabó, la vieja programación de autorrechazo me sepultó bajo un alud de lodo. No sabía cómo amarme tras el rechazo de otro ser humano. “Todo eso es abono… para cultivar los próximos momentos de tu vida”, me dijo una amiga meditadora. “Sin lodo, no hay flor de loto”, aprendí del maestro zen Thich Nhat Hanh. ¿Pero, cómo lo transformo?

El impulso de esta pregunta me llevó hasta San Diego, California, donde practiqué en el monasterio Deer Park de la tradición de Thich Nhat Hanh y continué mis estudios de meditación introspectiva en la tradición de Kornfield, Goldstein y Salzberg.

“La meta de la práctica es convertirse en una melcocha de compasión… Es posible abrazar tu vida entera, lo que sea. Si la abrazas con compasión, has tenido éxito y (eso) cambia la manera en que lo abordamos todo”, escuché decir a la científica Kristin Neff, pionera en el trabajo de investigación sobre la autocompasión, durante un taller en California.

Había practicado con intensidad restaurar mi autoestima, pero Neff explicó que la autoestima como la conocemos implica sentirse “por encima del promedio” o “ser especiales”. Depende del éxito, la aprobación de los pares y lo que piensen los demás. El problema de esto, dijo Neff, “es que sube y baja”.

“Es lógicamente imposible para todos nosotros estar por encima del promedio todo el tiempo solamente para sentirnos bien”, dijo. Una de las manifestaciones desagradables de este acercamiento es “que puede convertirse en narcisismo”, abundó.

Por eso había avanzado poco. Trataba de restaurar, con mi mente, un concepto de autoestima volátil y transitorio porque no conocía la autocompasión. Nadie me había dado permiso, como lo expresó Neff, para ser amable conmigo misma incondicionalmente abriendo el corazón.

La autocompasión implica cultivar sentimientos amables hacia el sí mismo sin importar la circunstancia, “tratándote como tratarías a aquellos amigos que aprecias… convirtiéndote en una melcocha de compasión”, dijo Neff.

O sea, soltar el látigo.

Aprendemos a ver nuestros fracasos e imperfecciones como parte la condición humana. En vez de aislarnos vergonzosamente, compartimos nuestro dolor con otros que sufren. Cada momento de sufrimiento se convierte en una oportunidad de conexión.

La autocompasión me enseñó a abrir el corazón a la experiencia del dolor tal y como es —sin querer cambiarlo, suprimirlo ni huir de él—. Pude sentirlo como algo transitorio; eventualmente se disuelve. Nos acompañamos hasta que la experiencia se desvanece, y aprendemos a dejar ir con honestidad.

Neff propone el siguiente ejercicio para acogernos con suavidad: 1) Piensa en la situación que te causa sufrimiento; 2) Reconoce que este sufrimiento le pasa a mucha gente, por lo tanto, te conecta con otros. 3) ¿Qué gestos gentiles puedo generar hacia mí misma mientras atravieso esta experiencia?

El psiquiatra Vicente Simón lo resume así. Cuando sufrimos, nos ponemos la mano en el corazón y decimos: Esto duele. Todos sufrimos. Merezco darme cariño.

Esta práctica es una prioridad. Aprendemos a amarnos sin reparos, aunque el entorno sea difícil. Almacenamos energía para seguir luchando por nuestra sanación y por causas justas desde un amor propio que se regenera.

En Facebook, 90 días: Una jornada para sanar

 

Compassionate_hands
By Enver Rahmanov (Own work) [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

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