90 días: Una cultura de autocompasión

Por Yaisha Vargas-Pérez, columna publicada el domingo 19 de marzo de 2017 en la sección de Por Dentro del diario puertorirqueño “El Nuevo Día”.

 

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Por HealthHubReview.com – http://yogaburn.healthhubreview.com/explore-different-styles-yoga/, CC BY-SA 4.0, Por Wikimedia Commons

En el año 2000, tomé mi primera clase de yoga buscando ayuda por la falta de control con la comida, algo que eventualmente empeoró como un desorden de alimentación. Durante 10 años, visité 15 terapistas convencionales y alternativos, pero mi salud mental se deterioró en depresión severa y ansiedad. Perdí dos trabajos, y en medio de otra crisis en 2010, me fui de Puerto Rico profundamente decepcionada. En mi viaje, visité ashrams, centros de yoga y de diversos tipos de meditación, y la sede de un movimiento de nuevo pensamiento.

 

Cada paso fue un peldaño para encontrar, en 2011, la meditación introspectiva (Vipassana/mindfulness), traída a América por Kornfield, Goldstein y Salzberg. Desde entonces, la he practicado con instructores y grupos. Al combinarla con los Doce Pasos, mis afecciones llegaron a un punto de remisión hace cuatro años. Me sostengo económicamente y llevo una vida saludable.

Mi primer instructor de Vipassana, Robert Brumet, me enseñó que el sufrimiento “no se trata de que… que estemos siendo castigados por ser malos”. El sufrimiento es creado por las mismas fuerzas que usa nuestra mente para sobrevivir: el apego y la aversión. Es posible aminorar estas tendencias cuando nos causan sufrimiento, y encontrar serenidad.

Un antídoto importante para manejar el dolor es la autocompasión. La aprendí en EEUU de Brumet, Kornfield y las científicas Kristin Neff y Kelly McGonigal. La repasé hace una semana en Puerto Rico con los doctores Vicente Simón, Paul Fulton y Mauricio Conejo durante el 4to Simposio Internacional de Neurociencia Cognitiva y Mindfulness (neurocognicion.info).

En nuestra cultura, la autocompasión significa cogerse lástima, pero no son lo mismo. Al sentir lástima por mí misma, me creo incapaz de estar con mi dolor. Escapo hacia algo a lo que le di mi poder: una persona, la comida, el alcohol, etc. Me resta dignidad. Con la autocompasión, soy consciente de que atravieso una dificultad. Soy capaz de mirar y aceptar mi dolor acogiéndolo con ternura como a un bebé que necesita cuidados. Utilizo mis recursos internos y la ayuda temporera de otros, si es necesaria, pero es un camino de dignidad. Puedo recabar la ayuda de un Poder Superior de amor.

Mi sanación más profunda ocurrió gracias a las enseñanzas de instructores de meditación introspectiva y los monjes y monjas de la tradición de Thich Nhat Hanh. Generaban autocompasión para atender su dolor. Como consecuencia, podían extender compasión y empatía a otros, y enseñaban desde su experiencia. Me enseñaron a ser gentil conmigo misma.

 

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Image by Simon James – Day 323 – A Hug For Debbie, CC BY-SA 2.0, Wikimedia Commons

Las personas que trabajan en profesiones de ayuda, como los paramédicos y enfermeros, se desgastan si dan empatía a los demás sin recargarse con autocompasión. Neff explica la autocompasión como darse tres cucharadas de ternura a una misma y una cucharada al otro. Crear un campo de compasión interior ayudará automáticamente a los demás.

 

Durante el simposio, Fulton enfatizó que la compasión se desarrolla al practicar mindfulness. Narró su experiencia al escuchar a una paciente que sufrió traumas severos. “Si la mitad de lo que ella había dicho era cierto, entonces era la historia más horrible de trauma que había escuchado”. Fulton sintió que se alejaba mentalmente de la conversación con la paciente, pero gracias al mindfulness, volvió a establecer contacto con sus propios miedos “de que la historia era tan horrible que no quería saberla”. Al darse cuenta del movimiento de su mente, regresó a la conversación. Cuando fue su turno de hablar, le dijo a la paciente: “Nadie debe soportar tanto como ha soportado usted”. Luego le dijo a la audiencia: “La paciente me agradeció no haberla botado del cuarto”, y regresó a la semana siguiente, aún agradecida. Agregó que practicar mindfulness ayuda al terapeuta a “convertirse en un gran contenedor para todas estas cosas, para poder recibir lo que venga; es una destreza esencial”.

Siento agradecimiento por el trabajo que he visto en el simposio y en el Instituto de Mindfulness (institutodemindfulness.com) que dirige Verónica Fernández, maestra certificada por UCLA. Tengo esperanzas de que prolifere en Puerto Rico aquello que más me ayudó a sanar a través de la meditación introspectiva y el mindfulness: una cultura de autocompasión.

En Facebook, 90 días: Una jornada para sanar

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