90 días: Tod@s somos astronautas

Por Yaisha Vargas-Pérez, especial Por Dentro / publicada el 5 de marzo del 2017 en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día”

La pequeña de entre 2 y 3 años de edad jugaba en el terreno seco y polvoriento aledaño a su hogar, un cucurucho apretujado en un terreno ocupado por inmigrantes en California. Junto a la niña, un letrero anunciaba una gran construcción. La pequeña conocería lo que significaba arrancarse la raíz y mudarse —la vida nómada de los inmigrantes—. Miraba aquella escena dándole la queja al Universo: por qué la niña no podía tener un hogar estable y guardar allí memorias felices.

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Imagen por Duc de Wikimedia Commons

Entonces recordé las enseñanzas del maestro zen vietnamés Thich Nhat Hanh (Thay), exiliado de su patria durante 39 años. Todos somos viajeros del cosmos en esta nave espacial llamada Tierra, que se traslada por el universo junto con el sistema solar a 515,000 millas por hora. No existe un lugar estático en el que habitar. Thay me enseñó a encontrar mi hogar verdadero en mi cuerpo, mi respiración, mi planeta y en este momento presente. Es un milagro poder caminar sobre la Tierra y darse cuenta de todo eso.

Cuando viví en California, practiqué en el monasterio Deer Park, fundado por Thay. Allí los monjes y monjas cantan melodías para ayudar a las personas a aterrizar en el aquí y ahora. Una de esas canciones dice: “La Madre Tierra es una gran nave espacial en la que navegamos todos a través del tiempo y el espacio. Toca la Tierra; siente que vales. Despierta a este nuevo renacimiento”. Me supe hija de la Tierra en Deer Park, donde se vive en armonía con el planeta. La energía sanadora de atención plena (mindfulness) es tan palpable, que se siente con tan solo pisar el lugar.

Meses después, profundicé en el entendimiento de que estoy hecha de los elementos de la Tierra durante un retiro de siete días en silencio en el centro Spirit Rock en California. Estudiábamos la función y transitoriedad de las 32 partes del cuerpo según el budismo. El instructor nos dijo: “Los humanos perdemos unas 600,000 partículas de piel por hora… Casi todas las partículas de polvo en tu casa están hechas de piel muerta”. Ese dato me impactó al principio. Ya al quinto o sexto día de silencio, entreabrí los ojos a la calidez del Sol que traslucía por mi ventanal, y vi incontables y diminutas partículas flotando a mi alrededor. Parecían ir en dirección al Sol. Aquella danza microscópica era yo misma retornando al cosmos en migajas de piel y cabello. Presenciaba el milagro de mi propia impermanencia.

Algunos astronautas relatan su sobrecogimiento al ver la Tierra desde el espacio —un solo globo sin territorios divididos. Todos navegamos juntos en esta experiencia.

Hace poco se anunció el descubrimiento de 7 planetas con condiciones parecidas a las de la Tierra, y esto ha creado mucha emoción. Pero solamente podemos vivir en esta nave-hogar porque somos una extensión de Ella. Y aunque es la única que tenemos, la estamos destruyendo. ¿Acaso no haremos lo mismo en otro lugar? Varias compañías ya dan los pasos previos para la minería espacial en los asteroides, la Luna y Marte.

Ansiamos encontrar vida en otros planetas como la conocemos, pero nuestro conceptos limitados nos impiden ver que ya todo está vivo. El Sol, el agua y la Tierra no podrían ser factores vitales si no estuviesen vivos. ¿Y no será que nuestros planetas vecinos contienen tipos de vida que no somos capaces de percibir, al igual que no podemos ver todo el espectro de luz y colores ni escuchar todas las frecuencias? ¿Acaso no están compuestas todas las cosas, animadas e inanimadas, por los átomos y sus componentes, que son energía viva? Podemos ver esto cuando meditamos y descubrimos la Vida que somos en nuestra casa-cuerpo y nuestro planeta-hogar. La niña, hija de la Tierra como yo, ha emprendido su travesía a bordo de este suspiro de polvo estelar. Tod@s vivimos en una cápsula que está constantemente viajando. Tod@s somos astronautas.

En Facebook, 90 días: una jornada para sanar

 

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La Tierra fotografiada durante la misión de Apollo 17 en 1972. Foto tomada por Harrison Schmitt o Ron Evans. Del archivo de Wikimedia Commons.

 

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