Por Yaisha Vargas Pérez / publicado el domingo, 15 de octubre de 2017, en el diario puertorriqueño El Nuevo Día.
Técnicas que pueden ser de ayuda para encontrarnos por dentro y anclarnos en nosotros mismos en medio de una situación difícil
Me ponía las manos sobre el corazón, respiraba y preguntaba: “¿Qué está ocurriendo ahora mismo dentro de mí?”. Hacía una pausa y observaba: estrés, incertidumbre, angustia, frustración. No sabía si estaba segura en mi entorno, si tendría lo suficiente para vivir; si la situación se quedaría así o en algún momento cambiaría. Entonces preguntaba: “¿Puedo estar con esto que ocurre dentro de mí durante una sola respiración?”. La respuesta fue casi siempre que sí. En un par de momentos, quizás fue: “Es difícil, pero voy a seguir respirando a ver qué pasa”.
Esas dos preguntas —¿Qué ocurre en mí? y ¿Puedo estar con esto y acompañarme?— han sido los pilares de mi práctica de meditación desde que azotó Irma, seguida de María, sobre todo después de la segunda emergencia. Después de María, parecía que la vida se trataba de sobrevivir, de encontrar lo necesario para el día, de sobrellevar el no saber. Se trataba de aceptación para poder responder y seguir, y de encontrar cosas para agradecer todos los días.
Nuestra rutina ha cambiado mucho y es posible que sintamos que se han activado nuestros mecanismos para sobrevivir. Quizás hayamos perdido la paciencia con alguien, o en una de las largas filas que hicimos, o por la falta de servicios básicos y comunicación con nuestros familiares. Todo eso es normal en una situación de emergencia y sobrevivencia. No somos peores personas ni malos meditadores por ello; simplemente somos humanos.
La práctica de la meditación Vipassana/mindfulness nos propone observar lo que ocurre ante nosotros y dentro de nosotros con atención plena y de manera compasiva. Esto último no es lo mismo que cogernos pena. Cuando sentimos lástima por nosotr@s mism@s, pensamos que somos los únicos atravesando dolor en una situación específica: “¿Por qué a mí?”. Pero cuando cultivamos la compasión, nos ponemos las manos sobre el corazón para sentir calidez hacia nuestra propia situación humana pensando: “Esto es difícil y otros están pasando lo mismo que yo. No estoy sol@”. De ahí surge la cooperación, aun entre personas que comparten lo poco.
Se multiplica la solidaridad.
Sacar un momento para estar con nosotr@s mism@s, para hacer un sondeo de nuestro panorama interior, es imperante en estos momentos de dificultad. ¿Cómo están mis pensamientos y emociones? No es necesario tener un lugar perfecto; se puede meditar en medio del revolú. Yo he meditado en las filas e incluso una amiga y yo meditamos juntas mientras esperábamos que nos abrieran la bomba de la gasolina, con el ruido a nuestro alrededor.
A continuación, comparto dos técnicas que pueden ser de ayuda para encontrarnos por dentro y anclarnos en medio de una situación difícil. Puedes practicar esto dentro del carro, en la fila para hacer compras, en el tapón, en el refugio… Puedes estar sentado o de pie; lo importante es que la espalda esté derecha.
PREPARACIÓN: Encuentra tu ancla: La más fácil para la mayoría de la gente es la respiración: ¿Dónde la sientes más? Identifica si es en la punta de la nariz, en tu garganta, en tu pecho o abdomen. Para algunas personas, la respiración no es la manera más fácil de anclarse. En ese caso, busca un punto en tu cuerpo al que le puedas prestar atención y al que te sea fácil regresar si tu mente se distrae: la planta de tus pies, el contacto de tu cuerpo con la silla o el suelo donde estás sentad@, o tu propia sonrisa. Este será tu punto de regreso.
EJERCICIO 1. Si tu ancla es tu respiración, cada vez que inhalas y exhalas, repite dentro de tu mente: “Inhalando, sé que estoy inhalando… Exhalando, sé que estoy exhalando”. Si tu ancla es alguna parte de tu cuerpo, puedes repetir: “Inhalando, siento la planta de mis pies sobre el suelo… Exhalando, mis pies (o mi cuerpo) me sostienen y les sonrío con agradecimiento”. “Inhalo y sonrío… Exhalo y agradezco”.
Al pronunciar el verbo “sé” (que estoy inhalando/exhalando) y te das cuenta de que estás respirando, se activará en ti la parte que observa con más detenimiento por lo que estás pasando, una parte de ti que sabe acompañarte.
EJERCICIO 2. Una vez encuentres tu ancla, pregunta: “¿Qué está ocurriendo ahora mismo en mí?” Observa cualquier cosa que surja, sin juzgar que es equivocada: tensión, tristeza, angustia, frustración, dolor, una sonrisa o agradecimiento… Pon las manos sobre tu corazón y pregunta: “¿Puedo estar con esto que ocurre en mí en este momento?”. Repite este ejercicio tantas veces como puedas. Cuando vayas más profundamente hacia tu interior, observa en qué parte de tu cuerpo estás sintiendo, si en el área de la garganta, el pecho o el abdomen. Observa un poco más lo que sientes e indaga con curiosidad. “Si siento algo en mi garganta, ¿cuál es mi necesidad de comunicación?”. “Si siento algo en mi pecho, ¿cuál es mi necesidad de conexión?”. “Si siento algo en mi abdomen, ¿cuál es mi necesidad de sobrevivencia?”.
Cualquiera que sea la respuesta de tu cuerpo, mente o emociones, existe en ti la capacidad para acoger tu humanidad de manera abierta y compasiva, sin latigarte ni castigarte. Es hacer con tus manos la forma de una copita y acoger ahí todo lo que te ocurre. En este momento, más que nunca, no olvides respirar; no olvides regresar a ti mism@. Acompáñate.
En Facebook, 90 días: Una jornada para sanar
