Por Yaisha Vargas Pérez / relato publicado el domingo 23 de octubre de 2016 en el diario puertorriqueño El Nuevo Día

Kristin Neff se paró frente a la numerosa audiencia y yo sentí su presencia como una onda de paz que atravesaba el salón y llegaba al vestíbulo. Miré a una compañera de taller: “Wow. ¿Sentiste eso?”. Asintió con asombro. Yo había experimentado así la presencia de maestros espirituales, pero Neff no era gurú: era científica.
Llegué al evento “Autoaceptación: Un taller intensivo para el cerebro, el cuerpo y el corazón” con el alma muy vulnerable. Tras haberme mudado forzosamente por denunciar maltrato de menores en la residencia en la que vivía en San Diego, California, dos meses después debí mudarme de emergencia en 24 horas por seguridad. Vivía en una zona de gente pudiente, a todas luces un área segura. Había utilizado recursos de investigación para asegurarme de que todo estaría bien. Más nada logró prever que los acuerdos de convivencia se quebrantarían en 30 días, y se mudaría desde Los Ángeles alguien que tenía problemas con una pandilla y la estaban buscando. Era como una película. No lo podía creer. Cada vivienda que había visitado tenía un problema social, de salud mental, ambiental o de seguridad. Desde la distancia, San Diego parece un destino envidiable, mas pocos meses viviendo allí revelaron un modo de vida tan encarecido que resulta socialmente maltratante y hostil. San Diego era un paraíso de vicisitudes: un infierno de lujos. Pero como todo en mi travesía tenía un propósito de crecimiento espiritual, esa misma semana recibí un bálsamo. Mi grupo de meditación introspectiva me regaló este taller.
“Este (la aceptación y la compasión hacia una misma) es el trabajo más importante que podemos hacer … es el conjunto de herramientas más avanzado para ser consistentemente amable (con una misma) cuando escuchamos la voz del fracaso y el autorechazo”, dijo la presentadora Tami Simon.
Neff estudió las ciencias del comportamiento y el desarrollo humano a nivel doctoral, y a nivel postdoctoral se enfocó en el estudio de la autenticidad y el desarrollo del “concepto del sí mismo”. También practica meditación introspectiva, que estudia el ser con el fin de liberarse del sufrimiento. Neff contó cómo el reto de ser madre de un niño autista se convirtió en su práctica más importante. Al principio, lidió con sentimientos de culpa y fracaso por traer al mundo un niño especial, pero luego se dio cuenta de que esos sentimientos no la ayudaban a echar hacia adelante. Llevó su adiestramiento científico y su práctica espiritual a su vida cotidiana, y observó que la única forma en que su hijo autista se calmaba era si ella lograba generar en sí misma un estado de paz mental. “Cuando Rowan se agitaba, si yo me permitía sentirme agitada, eso reforzaba su comportamiento. Dedicaba tiempo a darme atención a mí misma. Cuando podía calmarme y reconfortarme, eso lo calmaba y lo reconfortaba a él. Caminábamos conectados en un estado mental de presencia amorosa”.
Ese día se derrumbó para mí la creencia de que las dificultades, como las que traen los hijos, son un karma. “¿Qué cosas te dices a ti misma cuando atraviesas un momento de

estrés? Que es mi culpa, es un karma, se lo hice a alguien más y ahora regresa”, dijo Neff. En contraste, enseñó que obtenemos mejores resultados cuando aprendemos a ser pacientes y amables con nosotras mismas. Logramos levantarnos del fracaso más rápido, generamos más resiliencia, la capacidad de adaptarnos ante nuevos retos. Para Neff, considerada como una pionera en su campo, ser compasiva hacia una misma significa que, en medio de la dificultad, una se trata con amabilidad absoluta. En vez de criticarnos, aliviamos nuestro sufrimiento, no con la complacencia, sino con amabilidad y responsabilidad. Comprendí que mi situación de vivienda no era mi culpa. Durante un receso, me acerqué y le agradecí a Neff, porque la compasión que cultivó en sí misma al interactuar con su hijo creó en ella un campo de paz que ahora me sanaba a mí.
Presenciaba un momento cúspide, no solo en mi jornada de sanación, sino en la historia de la ciencia y la espiritualidad. Y en la cima donde ambas se juntaban, estaba una mujer: una científica que explicaba que la compasión hacia el sí mismo “es principalmente una práctica, luego una ciencia y luego una maestra; la forma de enseñarla es que la practiquen ustedes”.