
La euforia épica por la hazaña de Mónica Puig no es para menos. Despierta en nosotras la necesidad de ir hacia nuestra propia aventura de realización, una presea que le abrirá caminos a las demás. La verdad férrea es que tenemos el aguante para librar este tipo de batalla tipo Frodo contra Sauron. Estudiosos en el campo de la mitología han identificado un patrón narrativo en los relatos de distintas culturas al que han llamado “el camino del héroe”. Un héroe sale del mundo común y corriente, entra a una región sobrenatural, maravillosa o legendaria donde existen fuerzas formidables que se enfrentan entre sí, y debe luchar en un combate decisivo. El héroe regresa a su hogar de origen con un elixir, o el poder de bendecir y beneficiar a sus semejantes. Todos podemos reconocer este patrón porque lo llevamos por dentro con todos sus personajes.
Durante mi jornada de sanación, varios facilitadores aludieron al camino del héroe como un elemento de estudio para comprender mis fuerzas internas y salir adelante. Una persona que confronta una adicción, un desorden de alimentación o cualquier condición que surja de la disfunción emocional, se enfrenta sin tregua a una enemiga interior que parece ser ella misma, pero que no lo es. Es la sombra que nubla al Ser interior verdadero, y al principio quizás se ve como una antagonista gigantesca e imbatible.
Un adicto en recuperación es un héroe en ciernes que necesita desarrollar resiliencia, la capacidad de transformar la terquedad en sublevación ante el fracaso, de botar el golpe y rebotar cada mañana hacia el optimismo testarudo, de sacar las agallas cuando tiene los cachetes aplastados entre la bota y la brea; de abrazar su vulnerabilidad emocional, no como una debilidad desventajosa, sino como un trofeo de su humanidad, y de entregarse en confianza certera a su proceso de recuperación y a un Poder Superior. Son pequeñas victorias para cruzar la meta de la cordura.
Las posibilidades de éxito aumentan cuando el héroe tiene un mentor que le muestra el poder de la sobriedad; un grupo de apoyo que lo vitorea en la carrera, y un amigo —aunque sea uno solo— que le brinda la complicidad de las carcajadas y le recuerda tomar descansos. Todo eso vale oro. Rescatarse a una misma es un trabajo colectivo.
En mi expedición interior, vi que la raíz de mi codependencia, disfunción y los patrones adictivos derivados eran un microcosmos de la codependencia política en la que crecí: el no-sirvo-no-puedo, el negativismo ante las circunstancias retantes, la crítica cruel y la burla gratuita para minusvalorar al otro. Desperté a la verdad de que el colonialismo también era una adicción: la mazmorra cómoda de un sistema político ilusorio y prestado en la que dormitábamos como pueblo. Habíamos ignorado el llamado a Ser como nación y combatir hacia adelante con nuestro talento. Desoír ese llamado ha resultado en el desarrollo de la sombra, el negativismo, el tan peligroso no-puedo-no-sirvo, la depresión, la vergüenza tóxica hacia nosotros y los demás. De ahí nacen la disfunción, la criminalidad y los males sociales. No es hasta que la crisis nos aplasta la cara contra el suelo que escuchamos el llamado del héroe interior y nos atrevernos a pensar que sí podemos Ser y desarrollar nuestro potencial.
En el mito del héroe, la hazaña del campeón está relacionada con el momento histórico de su pueblo. El elixir de Mónica, el “sí-somos-sí-podemos”, —y otros recientes, como el Premio Pulitzer de Lin-Manuel— llegan justo cuando comenzamos a despertar y nos atrevemos a Ser un pueblo más poderoso en espíritu. Y lo que es adentro, es afuera. Se está reflejando en el florecimiento de la agricultura, comida para el cuerpo; las letras y las artes, alimento para el espíritu. Comenzamos a pensar que sí podemos vivir de nuestros talentos y que la autosuficiencia no es un monstruo maligno. El esperpento es la dependencia que nos invalida. Si hemos resistido un embate indignante por más de 500 años, ¿acaso no seremos bravos para dar nuestros primeros pasos como puertorriqueños que van hacia la aventura de Ser, sanar su ser interno y, por extensión, la tierra que habitan? Ya fuimos David contra Goliat en Vieques. El enemigo no está fuera de nosotros, es nuestra propia creencia de impotencia. Esta es una lucha a favor de nosotros mismos.