Por Samadhi Yaisha/esta crónica fue publicada en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día” el domingo 2 de octubre de 2011.
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“Atrevida es la intuición porque no lo cuenta todo, sino que da una acorazonada, un presentimiento y una urgencia que se vuelven imposibles de ignorar”.
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Era casi la media noche de un 23 de diciembre. Recogí mi maleta y mi guitarra en la correa del sencillo aeropuerto regional y caminé hacia la salida, convencida de que afuera habría algún taxi esperando pasajeros. Pero, cuando traspasé la puerta corrediza hacia la calle, no había ningún vehículo, sólo el panorama de una noche de vasta geografía color marrón. La fanfarria que había compuesto en mi cabeza por haber llegado a mi tercer destino se desvanecía con la brisa interminable del invierno del medio oeste estadounidense y con el silencio de la planicie que se extendía frente a mí. Estaba en Kansas City y no conocía a nadie.
¿Qué hace una puertorriqueña visitando el “midwest” sola, en medio del invierno, un día y dos minutos antes de Navidad? Cerré mis ojos y le dije a mi corazón: “¡espero que sepas lo que estamos haciendo!”
Tras conseguir un teléfono que automáticamente llamaba a un servicio de taxi, un taxista somalí me transportaba hacia el hotel.
-¿Qué te trae a Kansas City? – me miró por el retrovisor.
Le conté mi travesía espiritual: una playa en Puerto Rico, tres centros espirituales en India y un monasterio en España. Éste era mi destino siguiente, y ya me quedaba poco dinero, así que también buscaría trabajo. El taxista volvió a asomar los ojos en el espejo y sentí la certeza de sus palabras:
– Vas a estar bien –
Seis años atrás, y tras obtener una visa a través de un programa de trabajo en EEUU, él emigró de su país, según me contó. Al principio, vivió con privaciones, pero su semblante ahora parecía alegre y sereno. Intuí que había percibido mi preocupación, porque cambió el tema y comenzó a hablar de fútbol y el Barca.
Una sorpresa en el hotel
El hotel del centro espiritual que visitaría había confirmado mi reservación en línea pese a que sería durante días de fiesta. Pero, cuando llegué a la puerta, la hospedería que era el único lugar que conocía en Kansas City estaba cerrada y apagada. Una chica muy dulce me había estado esperando para disculparse por el malentendido, pues habían olvidado bloquear las reservaciones por internet para los días festivos. Se me comenzaba a helar la esperanza, pero la empleada me dio un vale para quedarme en otro hotel de la ciudad por una noche, y me regaló un ejemplar de “Unity Magazine”.
Mientras el taxista conducía hacia el Comfort Inn de Oldham Parkway, yo utilizaba toda mi habilidad meditativa para que no me apabullara la incertidumbre. Reduje mis expectativas al mínimo pensando: “sólo necesito saber que esta noche tengo donde comer y dormir; ¡sólo necesito poner un pie enfrente del otro!”
Un salto de fe
El empleado tras el mostrador del segundo hotel me aseguró no haber recibido llamada alguna de que llegaría una huésped con “voucher” para alojarse allí. Cerré los ojos otra vez y sólo me enfoqué en pedirle al cosmos un lugar para descansar. Entonces, un supervisor aprobó la transacción. Ya en mi habitación, abrí la revista de Unity que me habían regalado y me topé con otro de esos “accidentes”, un artículo titulado “Da un salto de fe: crea el trabajo anhelado”. Una mujer llamada Tama Kieves narraba cómo, en 1986, mientras escribía en su diario y lloraba en una playa de California, se estremeció con la certeza de que ya no quería ser una abogada corporativa graduada de Harvard y empleada por una firma en Denver, aun con el salario generoso que recibía. Quería ser feliz. Quería libertad y perseguir su sueño de escribir. Cuando su novio la recogió en el aeropuerto para regresar a Colorado, sollozaba aterrada, pues no sabía sobre qué escribiría y no conocía nada sobre su futura profesión. Sin embargo, sabía que era tiempo de prestar oído a su “sabiduría interior”. Tama relató a la revista: “Escuché una voz que me dijo, ‘sabes que ésta es la Verdad. Puedes hacer esto ahora (escribir) o lo puedes hacer en 25 años’. Gracias a Dios que lo hice”. Tardó 12 años, pero logró su sueño, y es autora del libro “This Time I Dance! Creating the Work You Love”, que figuró en la lista de los más vendidos del Denver’s Post.
Así como Tama, otros entrevistados en el artículo relataban cómo habían dejado atrás carreras con salarios de seis dígitos porque no era lo que estaban destinados a hacer. Saltaron al vacío para buscar su esencia verdadera, aquello que los hacía sentirse conectados a un tomacorriente de Vida. Tenían en común que no se habían rendido pese a las tentaciones de abandonar la aventura de seguir sus corazones.

¡Doce años! Pensé mientras releía la historia de Tama. En 2008, yo había dejado una profesión en la que llegué a ganar más de $50,000 en un año. Tenía más dinero del que sabía gastar, pero el trabajo ya no funcionaba para mí y yo tampoco funcionaba allí. Recuerdo que, temblando, les escribí a mis compañeros de trabajo que me iba atreviéndome a soñar con la posibilidad de una vida nueva. Pero jamás imaginé la travesía que había recorrido y mucho menos el ejercicio de fe que suponía. En aquel momento atravesé un portal, un punto en el que ya no podía ir hacia atrás.
Con la revista en las manos, y sin saber mi rumbo al día siguiente, pensé en lo atrevida que es la intuición porque no lo cuenta todo, sino que da una acorazonada, un presentimiento y una urgencia que se vuelven imposibles de ignorar. Pero cuando habla fuerte y una escucha, es suficiente para tomar decisiones que cambian la vida entera. La intuición y el corazón sólo me mostraban el paso siguiente y me susurraban confianza. Mi trabajo sólo consistiría en poner un pie frente al otro. Escogí creer que el olfato de mi alma me guiaba hacia el destino en el que mi ser alcanzaría la plenitud.
La autora es un ser libre.