Un amor que no se acaba

Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra de mindfulness certificada por el Greater Good Science Center; mentora de mindfulness certificada por la plataforma de Cloud Sangha creada por el maestro Jack Kornfield; certificada en capellanía ecológica por el Sati Center for Buddhist Studies de California.

El siguiente relato lo aprendí de la maestra de meditación Sharon Salzberg. En la película “Dan In Real Life” (2007), un personaje dice la siguiente cita: “El amor no es un sentimiento. Es una habilidad”.

Si el amor es un sentimiento que alguien tiene por nosotros, y de ello depende nuestro sentido de valía, puede que tengamos una sensación continua de insatisfacción, porque el amor humano es limitado, cambiante, transitorio. En otras palabras, no podemos depender de ello al cien por ciento. Pedirle a otro ser humano que esté ahí para nosotr@s con toda su energía y atención el cien por ciento del tiempo para que nos dé todo su amor es una exigencia imposible de cumplir para cualquiera.

A la misma vez, nuestras necesidades sí son importantes. Y también es importante satisfacerlas. Cuando nacemos, estamos preparados para recibir amor. Nuestro cerebro está preparado para conectarse con las personas a nuestro alrededor que son cuidadores, y de ellos depende nuestra supervivencia. Empezamos a formar un sentido de valía al recibir sus mensajes y por las formas en que nos ven a nosotr@s. Es posible que esos seres humanos no hayan podido llenar todas nuestras necesidades. Es posible que, en el momento presente, las personas a nuestro alrededor tampoco puedan llenar nuestro tanque de amor.

¿Qué podemos hacer?

Cuando comencé mi travesía de sanación escuchaba constantemente que tenía que aprender a amarme a mí misma. ¿Cómo lo hago si nadie me lo ha enseñado?

Fue fundamental recibir el ejemplo que me proveyeron otras personas que fueron amables, cariñosas e íntegras conmigo durante esos primeros años en los cuales aprendía herramientas nuevas.

Hice una búsqueda profunda de lo que significaba amor propio para mí. Traté de cambiar de inmediato los mensajes que había en mí cabeza sobre mí misma y mis actitudes, y quise forzarme a hacerlo. No funcionó así.

Al cabo de un año, me había movido apenas una pulgada en mi búsqueda del amor propio. ¿Había perdido el tiempo? No. Había llegado a la conclusión de que, para mí, el amor propio comenzaba con sentir paz dentro de mí misma: sentirme en paz dentro de mi propia piel. Reconocer eso, de por sí, era un gran logro. ¡Llegar a practicarlo era otra cosa!

Así, el concepto de amor que tenía comenzó a cambiar. Descubrí que mi sistema nervioso guardaba mucho condicionamiento de ansiedad y dolor mental. Sería una tarea constante tratar de reprogramarlo. Y puse manos a la obra, porque sabía que valía el esfuerzo. Yo valía ese esfuerzo. Ese fue otro gran paso hacia el amor propio.

La tarea de aprender a liberar el estrés de nuestro cuerpo y mente puede ser compleja. Hemos recibido mensajes que fomentan falta de amor hacia nosotros mismos y el estrés, y nos hemos adiestrado para ello en un sistema económico que puede ser muy cruel. También hay un condicionamiento evolutivo. Nuestro cerebro evolucionó para recordar las malas experiencias de manera que pudiéramos evitarlas.

Así que, al cultivar la paz interior y el amor propio, tal vez sintamos que vamos contra corriente. ¡Eso es parte del proceso! Debido a que necesitamos sobrevivir y el sistema económico que tenemos es el que hay, es bueno poder ver con claridad que se trata de una máquina de producción que no se detiene. Depende de que los que trabajan para ella expriman su energía ahí y no se equivoquen, porque la máquina de ensamblaje no puede detenerse. Esa es una de las fuentes de las cuales obtenemos el mensaje de que no somos suficientes o no valemos o no merecemos amor.

Otras fuentes de falta de amor propio pueden ser la estructura familiar en la que crecimos; los mensajes acerca de nuestro sentido de valía o no valía; la religión en la que nos formamos…

El propósito de mirar lo que ocurrió en nuestro proceso de desarrollo no es asignar culpas. Pero es buena información saber de dónde salieron nuestras creencias, porque así podemos ver con claridad qué fue lo que le dio forma a nuestro pensamiento.

Y así tal vez nos demos cuenta de que la raíz de nuestro sufrimiento es una creencia.

Si la raíz de nuestro sufrimiento, de nuestra forma de pensar acerca de nosotr@s mism@s, es una creencia, ¿acaso podríamos usar otra creencia para salir del sufrimiento?

La respuesta es que sí.

Podemos adoptar al amor como un principio y como una capacidad que podemos desarrollar. Ese principio se convierte en una fuente y también en una guía. Puede ser algo que ya conocíamos, o algo que construyamos.

Un principio de amor para mí es establecer una relación con una Conciencia Superior o Poder Superior a mí misma. Para mí esa es una fuente de amor constante, es un principio ilimitado. Es un principio al que puedo acudir para obtener guía. ¿Qué otras cualidades tiene el principio del amor en mi vida?

Respeto por mí misma.

Dignidad hacia mí misma.

Amor hacia mí misma.

Bondad hacia mí misma.

Paciencia hacia mí misma.

Perdón hacia mí misma.

Estas cualidades se han convertido en creencias.

De este principio y estas creencias surgen a su vez hábitos de vida que son sostenidos por estas creencias:

Si me amo a mí misma, me tengo respeto, me muestro dignidad, practico la bondad, la paciencia y el perdón hacia mí misma, entonces:

Me trato bien.

Me nutro bien.

Me aseo bien.

Me importo.

Me cuido.

Me muevo hacia una vida basada en cosas que se parezcan a estos principios.

Me convierto en una persona que actúa de manera segura hacia mí misma.

Comienzo a tratar mejor a los demás.

Establezco límites saludables para mí misma y con los demás.

Escojo aquello que apoye mi calidad de vida: hábitos, relaciones, interacciones, comunicación, contenido que reciben mi mente y mi cerebro…

Todo eso sigue abonando a que me ame a mí misma y también abona a mi felicidad.

Sobre todo, me tengo mucha paciencia y mucha bondad, porque todo esto toma tiempo. Es probable que revirtamos a lo que conocíamos. Si vemos que eso pasa, azotarnos mentalmente por ello no funciona. Regañar a la mente no funciona. Recordemos que el condicionamiento ha sido fuerte, intenso y por mucho tiempo.

Podemos buscar consuelo y ejemplo en los procesos de la naturaleza: su ritmo, paciencia y repetición.

Y volvemos a comenzar la práctica: respirándonos con bondad.

❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦ ❦

¡Acompáñame al este evento para practicar la compasión y la bondad!

Sesiones de mentoría en febrero: jueves 1, 8, 22 y 29 de febrero

2 Comments

Leave a Reply