El perdón que ofende y el perdón que sana

Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra de mindfulness certificada, para el blog A Mystic Writer

En nuestra cultura creemos en el perdón obligatorio: “Tienes que perdonar” o “¿Acaso eres capaz de perdonar?”. Y si la persona no puede, porque aún atraviesa el dolor de lo que ha vivido, entonces es juzgada como espiritualmente retrasada, resentida y poco cristiana, porque no acaba de perdonarnos para ya no sentir la angustia que sentimos por haberla herido. Convertimos al que causó dolor en el protagonista (¡cuando no se trata de eso!). La mente humana procesa el dolor de un agravio igual que el duelo de una pérdida, pues se trata de algo que se quebró o se acabó: una relación, la confianza, la posibilidad de ser feliz.

Por eso, además de haber recibido un dolor que todavía la persona está procesando, recibe también la presión social o dogmática de que “tiene que perdonar”. “Te ofendí, perdón y ahora me tienes que perdonar” y, si no perdona, porque a lo mejor no puede o no está lista, es culpa suya porque lo que quiere es regodearse en el dolor o “hacerse la víctima”. No existe en nuestra cultura un proceso más genuino, acertado y liberador que es la reparación. Decir “perdóname”, “me tienes que perdonar” es propinar un golpe doble. La persona que recibió el dolor se ve ahora en la posición de ser culpable de no sanar de inmediato.

¿Acaso la naturaleza florece de inmediato tras un desastre natural? ¿Acaso le diríamos a una planta que le han cortado una rama o a algún cuerpo de agua que han contaminado con petróleo: “Acaba y sánate, ¡¿qué rayos te pasa?!” ?. Sin embargo, hacemos eso con las personas. Si las viéramos como un árbol al que le han cortado una rama, tendríamos más paciencia. Sabríamos que está atravesando su duelo, su pérdida, y pasando por las etapas de shock, negación, depresión, tristeza, negociación y aceptación. A veces el pedir perdón en nuestra cultura obvia por completo este proceso.

Una actitud muy diferente a exigir el perdón a una persona a quien hemos herido es ofrecerle una reparación de daños:

1. Sé que te causé dolor cuando hice/dije (poner aquí la acción).
2. Actué con (egoísmo, confusión, resentimiento, dolor, miedo, etc. Esto NO es una justificación ni una excusa, sino la aceptación valiente de nuestra conducta pasada).
3. Siento mucho mi conducta de ese día/momento.
4. ¿Cómo puedo reparar el daño/dolor que te causé?

Luego de eso, escuchamos con paciencia y amabilidad a la persona a quien hemos ofendido y estamos dispuestos a reparar el daño que hemos causado, a menos que ello implique hacerle daño a un tercero, hacer algo ilegal o que nos degradaría de manera inhumana. Este proceso requiere humildad y valentía de nuestra parte. Si la persona no responde o no quiere recibir la reparación, ya hemos hecho todo lo posible. Hemos estado dispuestos a cambiar nuestro comportamiento para NO VOLVER A HERIR. Eso es muy distinto a decir “perdóname” y seguir caminando o que la otra persona escuche nuestra exigencia de perdonarnos para liberarnos de la angustia que tenemos porque la herimos. Al ofrecer una reparación de manera genuina, nos liberamos de la angustia de haber herido a alguien. Luego de hacer eso, el resultado no está en nuestras manos. Lo dejamos ir y respiramos en paz.

Photo by Karolina Grabowska: https://www.pexels.com/photo/sad-women-hugging-indoors-6135090/

Creo que la gente responde muy distinto a la posibilidad de una reparación que a escuchar la palabra “perdóname” al vuelo, porque con el proceso de reparación, demostramos que podemos convertirnos en una persona que es SEGURA para los demás, porque va a respetar límites y que no va a repetir la ofensa.

Hace muchos años herí sin querer a alguien que quiero mucho. Estuvo 8 años sin hablarme. Enviaba tarjetas casi anualmente y pedí perdón muchas veces. Incluso envié ayuda en la distancia. Pero no fue hasta que aprendí este proceso, que me paré en mi propio espacio de valentía y dije:

1. Sé que te causé dolor con mis palabras.
2. Actué desde mi egoísmo, confusión y miedo.
3. Siento mucho mi conducta de ese momento.
4. ¿Cómo puedo reparar el daño que te causé?…

No fue hasta que hice eso que hubo comunicación otra vez. Tres meses después, era Navidad y la persona comenzó a hablar conmigo como si hubiésemos hablado ayer. Fue un milagro. Pero también creo que ocurrió así porque no hice una petición de perdón hueca. Fue un compromiso de no repetir el daño. ¡Es muy distinto!

Ese ejemplo me enseñó también que, cuando la otra persona no nos habla, se está protegiendo de nuestra conducta, algo que tiene TOTAL DERECHO a hacer. Me convertí en una persona alrededor de quien los demás pueden sentirse seguros cuando entendí eso. Cada cual pone sus límites, su verja con flores, para sentirse seguro de la manera en que lo necesite. ¡No se trata de mí! Al aprender a respetar esto en los demás, los tratamos con integridad, fomentamos confianza. Nos convertimos en una persona cuya presencia es segura.

He hecho este proceso varias veces y los resultados han sido sorprendentes: relaciones restauradas, puntos finales —cuando eran necesarios— pero con amabilidad, y sobre todo, mucha paz interior. Hubo gente que no respondió, y eso está bien. Yo ofrecí la reparación y eso en sí es liberador. No repetí la ofensa y me convertí en una persona alrededor de quien los demás se sienten más seguros, porque estoy consciente de los límites de los demás en vez de imponer que yo pueda comportarme como quiera y esparcir mi forma de ser sin tomar en cuenta cómo se sienten los demás. Es una forma pacífica de vivir. Es dulce, es serena. Realmente vale la pena dar este paso de ofrecer un perdón que sana, una reparación genuina.

¿Qué hacemos cuando hemos recibido daño y la otra persona no está dispuesta o no ha reparado el daño causado? Entonces nos reparamos nosotros. Pasamos por las etapas del duelo y esperamos en ese espacio de silencio hasta que volvemos a florecer. Limpiamos nuestro lago interior de la contaminación que recibimos y, cuando estemos listas, dejamos ir a la otra persona a su mayor bien. Aquí sí es hábil practicar nuestra creencia cultural de perdonar a la persona que no sabe lo que está haciendo, de comprender que no tiene las herramientas (“Perdónalos, porque no saben lo que hacen”). Dejamos de esperar que la persona que nos hirió nos sane, pero también tomamos la acción necesaria para protegernos y evitar que el daño se repita. Nos tratamos con amabilidad, con compasión, con mucha paciencia. Es posible sanar.

¡Gracias por leer!

Photo by Anastasia Shuraeva: https://www.pexels.com/photo/snow-sea-man-beach-7539515/

Leave a Reply