Cultivar la alegría para sanar

Por Yaisha Vargas-Pérez para el blog A Mystic Writer

Hace algunos años, una mentora de mi camino de los Doce Pasos comenzó a decirme con frecuencia: “Regla número 62: No te tomes a ti misma tan en serio”. Pero aquello era muy difícil para mí. Venía de un hogar donde todo se tomaba en serio y las bromas estaban restringidas o no se permitían. De alguna manera aprendí que reírse era algo malo y tener un semblante serio era lo correcto. Teníamos algunos momentos de alivio cuando mi mamá nos hacía chistes a escondidas. También recuerdo que veía programas de comedia a escondidas. La alegría era algo clandestino.

Creía que la “Regla número 62” era un invento de mi mentora. Hasta que leí la Cuarta Tradición del camino de los Doce Pasos. Habla de un hombre que quiso convertir un grupo de Doce Pasos en todo un centro de tratamiento de tres pisos, con servicios de desintoxicación, de educación y un club. Al escribirle a la Sede Central de su hermandad de Doce Pasos sobre el grupo y su proyecto, les dijeron que, en su experiencia, ese tipo de proyectos mixtos no funcionaba. Lo que funcionaba era enfocarse en el estudio de los Doce Pasos mediante las reuniones de recuperación y el trabajo con un Padrino o Patrocinador. Él siguió adelante con su gran proyecto, para el cual escribió 61 reglas que asegurarían su buen funcionamiento. Pero el proyecto mixto fracasó estrepitosamente. “El grupo se vio envuelto en una fría y opresiva nube de miedo y frustración”, dice la literatura de recuperación. El hombre comprobó que la Sede Central tenía razón. No obstante, más allá de prohibirles, condenarlos o decirles “se los dijimos”, la Sede Central simplemente dejó que él y su grupo hicieran su propio experimento y llegaran a sus propias conclusiones. “Ojalá hubiera prestado más atención”, le escribió el hombre a la Sede Central, y envió una tarjeta que decía lo siguiente: “‘Primer Grupo de Villanueva: Regla #62’: ‘No te tomes tan en serio, hombre’”. El grupo y su promotor habían estado dispuestos a equivocarse y a luego aplicar las lecciones aprendidas. Pero lo más importante fue que “habían logrado sobreponerse con buen humor para seguir dedicándose a mejores cosas. Incluso el arquitecto principal (del proyecto), rodeado por las ruinas de su sueño, no pudo evitar reírse de sí mismo, y esto es el colmo de la humildad”.

La risa es necesaria en el camino de la recuperación y, en general, al sanarnos de los hábitos mentales que nos causan sufrimiento, los cuales estamos aprendiendo a abandonar. En esto, y en muchas cosas, el budismo y el camino de los Doce Pasos se parecen.

Tal vez vinimos de un entorno en el cual se sobrevaloraban la seriedad, el estrés y el perfeccionismo. O, a lo mejor, vivimos alguna situación traumática. Quizás, para sobrevivir, nuestro cerebro se acostumbró a apretar los botones de la adrenalina y el cortisol, cosa que hace automáticamente para sobrevivir, pero cuyo hábito reforzamos con algunas conductas. Para detener la cascada de adrenalina, tal vez recurrimos a un sedante rápido: la comida, el cigarrillo, el alcohol, ver novelas o películas todo el día, el chisme o alguna otra manera de catarsis. Y esa conducta se convirtió en hábito. No sabíamos estar con el dolor, o no éramos capaz de sentir tal magnitud de dolor.

Mis primeros años de práctica de meditación vipassana (mindfulness) se trataron de aprender a acompañar al dolor, mirarlo de manera compasiva en vez de huir de él, y encontrar una manera sabia de atravesar la experiencia que no me llevara a la adicción. No obstante, la seriedad excesiva aún estaba ahí, y cuando había un traspiés en mi recuperación, reaccionaba condenándome severamente. Quería que mi recuperación fuera perfecta, igual que sacar buenas notas. No me daba cuenta de que esa ansiedad de perfeccionismo enmascaraba algo de arrogancia, de pretender y proyectar más porque me sentía menos. ¡Qué mucho trabajo me costó entender que la vida no funciona así!

Photo by Alex Green from Pexels

Fue gracias al cariño insistente de mis primeras compañeras y mentoras de recuperación, y de mi maestro de mindfulness, que intenté hacer las cosas de otra manera. Tod@s me repetían constantemente: “Sé sumamente gentil contigo misma”. Yo no sabía cómo, pero el trato de ell@s me daban me sirvió como ejemplo. Recuerdo que, en mi última gran recaída hace ocho años, lo que funcionó fue mirarme al espejo y decirme: “Te voy a amar, no importa lo que pase”. En ese punto, ya no podía detener la avalancha y sabía lo que me venía encima. Aprendí a amarme en ese punto tan bajo, porque el amor de mis compañeras, mentoras y la compasión de mi maestro de mindfulness me habían enseñado a hacerlo. Pero tras salir del peligro, aún estaba sobrevigilante. Aún vivía con miedo.

Las meditaciones sencillas del maestro Thich Nhat Hanh me ayudaron mucho, sobre todo una que enseña que podemos descansar nuestra mente en nuestra sonrisa: “Inhalo y sonrío. Exhalo, estoy en paz”.

Luego conocí las enseñanzas del Dr. Rick Hanson, uno de los facilitadores que nos habló sobre la neuroplasticidad positiva durante mi certificación de mindfulness. El ejercicio de preguntar en meditación “¿Qué me hace realmente feliz?” y esperar que la respuesta surgiera de manera auténtica me dio a probar que cultivar la alegría era algo posible. Gracias a esa introspección, descubrí que las cosas que me hacían verdaderamente feliz eran distintas a las que yo creía que me hacían feliz. Así mismo, un ejercicio que nos enseñó la Dra. Tara Brach, de observar la reacción de nuestro cuerpo cuando nuestra mente pensaba en la palabra “problema” y en la palabra “bondad”, me ayudó a ver que la mente podía redirigirse y readiestrarse.

Hoy comprendo con más claridad que hay enfermedades que son el resultado de nuestros hábitos mentales. Crear una vida llena de estrés—tal vez porque fue el condicionamiento en mi niñez a través de la perfección académica—terminó en un diagnóstico de ansiedad generalizada en la vida adulta. Haber aprendido la costumbre de rumiar problemas en mi cabeza había contribuido a crear depresión. Si esto fue cierto, entonces lo contrario también lo es. Puedo aprender a tratar a mi mente con más dignidad, en vez de azotarla como a un caballo cansado. ¡La felicidad está en nuestros estados y hábitos mentales! Entonces vale la pena emprender el esfuerzo sabio de crear las condiciones para que la mente esté feliz.

Algunos de esos hábitos saludables que he ido aprendiendo con los años:

  • No sobrecargar el calendario con más tareas de las que son posibles – Si ya tenemos una tarea a esa hora, ¡no hacer una cita doble! Determinar con honestidad cuánto nos toma cada tarea. Es mejor llegar a una cita de manera equilibrada que despeinada por tratar de hacer más en menos tiempo.
  • Descansar lo suficiente – El descanso es importante para que el cerebro funcione bien y los órganos del cuerpo puedan realizar todo su ciclo nocturno de limpieza. No descansar bien es una fuente de infelicidad. Cuando no descansamos, nos creamos a nosotr@s mismos malhumor, hambre, cansancio y deseos de agarrar alguna comida o sustancia tóxica para sentirnos mejor. No descansar bien nos quita calidad de vida y tal vez años de vida.
  • Comer de manera saludable -No llenar el cuerpo de toxinas sino de alimentos saludables. Si es difícil dejar la costumbre de consumir algo que sabemos que no es saludable, podemos pensar en cómo se sentirá nuestro cuerpo después de consumirlo.
  • Tener conversaciones saludables – Podemos investigar cómo se siente nuestro cuerpo y mente después de una comilona de chismes versus cómo nos sentimos cuando conversamos sobre algo que nos edifica a nosotros y a la otra persona.
  • Ver cosas en la televisión y leer cosas que cultiven nuestra alegría – ¿Cómo se siente nuestra mente si vemos una película de terror antes de irnos a dormir versus si hacemos alguna otra actividad pacífica?
  • Cultivar la buena voluntad – hacia nosotros mismos y los demás. Esto lo podemos hacer en nuestra meditación formal y también cuando vamos por la calle. La práctica de “metta” nos enseña a desear que tanto nosotros como los demás estén bien, sean felices y tengan paz.
  • Practicar la generosidad – donar nuestro tiempo, talento y dinero a alguna causa que nos llene el corazón por el puro placer de sentirnos felices sin recibir nada a cambio.
  • El servicio – es igual que la anterior, pero esta práctica es muy efectiva cuando nos sentimos tristes, aislados, o sentimos lástima por nosotros mismos. El servicio nos ayuda a salirnos de la tristeza enajenada, que es una forma de egoísmo en la que nuestra cabeza da vueltas sobre el mismo tema trágico sin llegar a una solución. El servicio nos conecta con otros seres humanos, expande la mente para reconocer que otros seres también tienen dificultades y podemos ayudarlos. Es importante que se practique de una manera equilibrada y no codependiente: no damos servicio para huir de nuestras responsabilidades ni problemas, sino para empequeñecer aquellos problemas propios que son inventados y que se disuelven tan pronto le extendemos la mano a los demás. El servicio que damos no tiene que ser algo heroico. Puede ser tan simple como llamar a alguien para saber como está.
  • La ética – como dice Jack Kornfield: “es muy difícil sentarse a meditar en paz tras pasar un día matando y robando”. Esto es bastante obvio, pero hay otros actos más pequeños que, cuando los practicamos, aumentan nuestra paz mental: respetar la luz roja y la señal de pare, dejar pasar a un peatón, comportarnos en la carretera y en la vida de tal manera que l@s demás se sientan seguros a nuestro alrededor, no colarnos en una fila, etc. Cuando meditamos, a veces recordamos las cosas que hicimos que les causaron estrés a otras personas, y descubrimos que nos causaron estrés a nosotr@s también. El budismo propone cinco preceptos que edifican grandemente nuestra paz mental:
    • Abstenerse de matar seres vivos.
    • Abstenerse de tomar lo que no se nos ha ofrecido (no robar).
    • Abstenerse de causar daño con la sexualidad.
    • Abstenerse de hablar con falsedad, mala voluntad, de manera hostil o chismosa.
    • Abstenerse de nublar el pensamiento con actos negligentes que causen descuido o distracciones (incluye no llegar a la intoxicación con sustancias como alcohol y drogas, pero también aquel material al que estamos expuesto a través de conversaciones, películas, etc.)
  • Practicar la gratitud – Agradecer todo lo que podemos, no solo nuestras cosas materiales, sino nuestra educación, amistades, empleo, alimentos, agua fresca, buen clima, etcétera. Si vienen pensamientos de personas que nos han causado daño o dolor, podemos hacer una lista de todas las personas que nos han beneficiado.
  • Practicar la compasión – La compasión no es lo mismo que la pena o la lástima. La pena o la lástima miran al otro por encima del hombro. La compasión genera en nosotros el deseo de querer ayudar al otro tratándolo con dignidad, porque lo consideramos un igual. Si queremos generar compasión por alguien por quien sentimos aversión, estamos dispuestos a andar en sus zapatos.
  • Practicar la alegría compartida – Alegrarnos auténticamente por la felicidad de los demás nos da una felicidad genuina, versus, por ejemplo, practicar la envidia. En vez de pensar: “Quiero llegar yo primero”; podemos pensar: “¡Quiero que todos lleguemos!”
Photo by Zen Chung from Pexels

La alegría se multiplica cuando es compartida, cuando la deseamos de manera colectiva, cuando nos conectamos con los demás a través de la generosidad, el servicio y la ética. Tal vez habíamos aprendido una alegría individualista, cada cual encerrado en su espacio. O que algun@s en el planeta pudiésemos ser felices a cambio de la infelicidad de seres en otra parte del mundo. Pero eso apenas nos da un placer muy limitado. Estamos conectados inevitablemente. La alegría más grande es aquella que tiene la capacidad de salirse del individualismo, del egoísmo y expandirse para pensar en la felicidad colectiva.

La felicidad colectiva no significa dejar de lado nuestros límites saludables. Pero una vez logramos identificar las maneras en las que nos sentimos segur@s con nuestras propias conductas y aquellas que practicamos hacia los demás, nos damos cuenta de que es posible trazar un camino hacia la felicidad.

Tener una rutina de higiene dental es fundamental para tener dientes saludables. De la misma manera, los hábitos mentales saludables crean las condiciones para una mente alegre y una vida de felicidad.

El que escribió la Regla #62 tenía razón: aprender a reírse de uno mismo con benevolencia es un camino de humildad. #

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Te invito al retiro de un día “Cultivando la alegría” el sábado 10 de abril de 2021, a cargo de los maestros Andrea Castillo, de California, y Bernat Font Clos, de Barcelona. No es necesario registrarse. El enlace de Zoom para el evento y una gráfica para encontrar el horario de cada país de habla hispana están en el volante justo abajo. El evento no tiene un precio fijo, sino que funciona con el principio de la generosidad (dāna): Andrea y Bernat entregan su tiempo libremente y cada participante ofrece lo que pueda y quiera dar, erosionando así la barrera económica a las enseñanzas budistas.

CULTIVANDO LA ALEGRÍA: RETIRO DE UN DIA

8:30 a.m. – 3:30 p.m. PST- 10 de Abril, 2021

Insight Meditation Center, Redwood City, CA y la Sangha Secular de Barcelona invitan a:

Encuentro virtual de sanghas hispanohablantes con

Andrea Castillo y Bernat Font Clos

Enlace para el evento: https://us02web.zoom.us/j/83742248181?pwd=OTlaRWg4c0NrUE9xNWdvdzNERjlTZz09

Para ver un documento con todas las zonas horarias hispanas, por favor, pulsa aquí: https://drive.google.com/file/d/1ygu3hHaRzZVWRNz8d_VXh–ag9ALRsMM/view

No es necesario inscribirse. Simplemente conéctate.

Este breve retiro girará alrededor de la alegría meditativa (pīti), que surge naturalmente en la meditación cuando hemos establecido la atención plena, mostrado interés en investigar lo que está presente en el momento y dejado que surja la energía. Esta es una alegría saludable que nos inspira y que sostiene el ímpetu en nuestra práctica.
Practicaremos e indagaremos cómo cultivar la alegría tanto en el cojín como fuera de él. Lo haremos con meditaciones guiadas y en silencio, movimiento consciente, charlas sobre el tema, y la oportunidad de reflexionar en grupo, conectando así con practicantes de otros países y sanghas.
El retiro se irá moviendo con las zonas horarias. Empezará a las 3:15 pm de España (CEST), dos horas después se unirá la sangha de California, más tarde la sangha española se retirará, y el retiro terminará a las 3:30 pm californianas (PDT). Los practicantes de distintos países podrán sumarse o bien al inicio o en el momento de bienvenida de la sangha californiana.

Andrea Castillo es maestra del Insight Meditation Center (IMC) en Redwood City California desde 2011 y ofrece retiros residenciales en EEUU y Latino América, habiendo practicado la meditación introspectiva desde 1998. Actualmente cursa el programa de teacher training de cuatro años del Insight Meditation Society en Massachusetts, dirigido por Joseph Goldstein.

Bernat Font Clos conoció el budismo en su adolescencia y desde 2010 ha practicado en Europa, India y Myanmar. Se está formando en el teacher training del Bodhi College, con Stephen Batchelor como mentor principal, y cursa un doctorado en Estudios del Budismo en la Universidad de Bristol. Desde hace años escribe en el blog budismosecular.org

El evento no tiene un precio fijo, sino que funciona con el principio de la generosidad (dāna): Andrea y Bernat entregan su tiempo libremente y cada participante ofrece lo que pueda y quiera dar, erosionando así la barrera económica a las enseñanzas budistas.

PSTCaliforniaCESTBarcelona 
 15:15 – 16:00Bienvenida e introducciónMeditación guiada
 16:00 – 16:30Meditación en movimiento
 16:30 – 17:00Meditación en silencio
 17:00 – 17:30Meditación caminando
8:30 – 9:0017:30 – 18:00Bienvenida a la sangha LatinaMeditación guiada
9:00 – 9:3018:00 – 18:30Meditación caminando
9:30 – 10:1518:30 – 19:15Plática Bernat y Andrea
10:15 – 11:0019:15 – 20:00Ejercicio participativo
11:00 – 11:1520:00 – 20:15Clausura para España/Europa
11:15 – 12:30 Pausa para comer
12:30 – 1:00 Meditación
1:00-1:30 Meditación caminando
1:30 – 2:00 Meditación
2:00 – 3:00 Plática breve y Ejercicio Participativo
3:00 – 3:30 Clausura

Consulta la hora en tu zona horaria:

https://www.timeanddate.com/worldclock/meeting.html

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