Por Yaisha Vargas-Pérez para el blog A Mystic Writer
¿Qué ocurre en un retiro en silencio? Un seguidor de mucho tiempo en las redes sociales me hizo esta pregunta que se ha quedado conmigo desde hace meses. Si fuera a describir cada retiro, contaría una experiencia diferente cada vez. No obstante, aunque los resultados han sido distintos, la metodología es más o menos la misma. En un retiro en silencio de mindfulness o vipassana, que es la práctica de meditación insight o introspectiva en la tradición de budismo theravada, nos sentamos a meditar durante cuatro o cinco periodos de 45 minutos cada uno todos los días. Entre estos periodos, se hacen otras prácticas que incluyen movimiento y quehaceres diarios. De esa forma, el mindfulness se vuelve una práctica continua. Practicamos sentarnos en el cojín para permitir que la mente descanse en la respiración, y cuando nos levantamos del cojín para hacer lo demás que apoya nuestro retiro en silencio —hacer la cama de manera consciente, comer, cortar vegetales, barrer— nos llevamos la misma energía que practicamos en el cojín. Parece muy fácil de hacer, pero no es sencillo. La mente se distrae constantemente y hay que traerla de vuelta un millón de veces al día si es necesario, con paciencia, sin desesperarnos, y celebrando cada momento en que nos demos cuenta de que nos distrajimos, porque en ese instante, ya hemos regresado. Ejercitamos el músculo de darnos cuenta de lo que está ocurriendo en el presente. Lo fortalecemos cada vez que regresamos de la distracción.
El resultado de esto es que, con los días de silencio, la mente se va suavizando y se va abriendo. Es como si la pusiéramos en remojo para que se ablande, como las habichuelas.
¿Qué ocurre cuando la mente se abre?
Los centros de retiro de vipassana en los que he practicado (Spirit Rock e Insight Meditation Center en California, así como Insight Meditation Society en Massachusetts) están especialmente preparados para apoyar el silencio continuo de los participantes del retiro de principio a fin. A cada participante se le asigna una habitación (casi siempre individual) que solo tiene una cama twin, una ventana, un pequeño armario y lavamanos. Hay baños comunes con duchas y cubículos separados. El único aparato electrónico es un reloj despertador. Se les pide a los participantes que entreguen su teléfono celular, porque si no, la constante distracción del teléfono evitará que su mente pueda asentarse en la meditación. Ya que hay que prepararse con antelación (y presupuesto) para estar una semana fuera y hacer esta práctica, lo ideal es que los participantes puedan crear a su alrededor las condiciones necesarias para hacerla bien. Ese es el primer gran ejercicio de desapego.
A medida que la mente se va asentando, comienzan a aparecer algunas cosas que dificultan la práctica, y eso es normal. A veces el cuerpo duele y la mente comienza a pensar que algo anda mal. Otras veces emergen muchas emociones, recuerdos del pasado, preocupaciones del futuro, las cuales no sabemos de dónde vienen. Son cosas que han estado guardadas en la mente, el cuerpo y el corazón, pero como nuestra mente está siempre ocupada con el día a día y la rutina, no hemos tenido tiempo de mirarlas ni procesarlas. Durante el retiro, con la guía sabia de maestros preparados en el Dharma, aprendemos a hacerles espacio a todas las cosas que surjan. Aprendemos a acompañarnos mientras atravesamos esas experiencias. Permitimos que se desenvuelvan o desenrollen, y luego las vemos disolverse o irse, o llegamos a hacer las paces con lo que está ahí, como está en ese momento. No hay nada que arreglar. Al entregarnos al silencio, el proceso mismo va sanando lo que ha salido a la superficie.
Luego, tal vez después del tercer o cuarto día, la mente se va calmando más, y es como si fuéramos bajando el submarino al fondo del océano de nuestra experiencia humana. Hay menos olas y más calma. Tal vez logramos estados de concentración o quietud más profundos. Tal vez sentimos el corazón más abierto, y, como el espacio a nuestro alrededor se ha convertido en un refugio seguro para abrir la mente y el corazón, somos más capaces de perdonar, tenemos menos animosidad y rencor, podemos ser honest@s con lo que realmente nos pasa. Podemos reconocer que, detrás de los estados mentales y anímicos más toscos, lo que hay es tal vez algún dolor encapsulado que no hemos podido dejar salir porque no tenemos (y no sabemos) dónde hacerlo ni cuándo. Como la creencia en nuestra sociedad es que los pensamientos y las emociones se pueden controlar con suficiente disciplina, lo que hacemos es que las hundimos y las sofocamos. Las barremos debajo de la alfombra. Pero esto no las sana, porque las emociones saben flotar. Están hechas de elementos de energía. Así que, cuando tienen una oportunidad de salir en un retiro en silencio, emergen —a veces más intensamente, otras con más suavidad— para que las podamos ver con franqueza. Nos damos cuenta de que lo único que querían estas emociones y pensamientos era ser reconocidos para poder seguir su curso. Los vemos emerger y disolverse, y seguimos respirando con aceptación. Eso que vimos y que pasó por nuestro radar fue solo parte de una experiencia humana. Nada más.
Poco a poco, nos vamos desapegando, no solo del celular, sino también un poco de la identidad que creemos tener, y que ha estado basada en nuestras creencias, pensamientos, emociones, profesión, las cosas que poseemos… Aquí, rodeados de otras decenas de participantes del retiro (con quienes no hablamos y tampoco nos hablan para que podamos indagar en nuestra propia experiencia sin distracciones), dejamos de ser un concepto, un resumé o un perfil en las redes sociales. Nos adentramos en lo que verdaderamente somos: un cuerpo vivo que pulsa, siente, llora, va al baño, ríe, respira, disfruta, celebra, nace y muere. Sentimos la vida profundamente viva con todos sus matices. A veces nos damos cuenta de que no nos conocíamos tanto. Se nos despega algo que pesa mucho y nos sentimos más libres, pues hay menos del conjunto de hojalata que llamamos “yo”. El ego se deconstruye ante nuestros ojos, pero no es una desgracia, sino una gran liberación. Queda mucho más espacio para tener una relación íntima con la vida misma que verdaderamente somos y que es nuestra razón para habernos formado en un ser humano.
El retiro más importante
Hoy comienzo un retiro en silencio de 8 días en Insight Meditation Society, pero es un retiro en línea por la pandemia. Se convierte entonces en un retiro casero. Agradezco enormemente todas las oportunidades que he tenido de practicar en línea con maestros cuyos retiros presenciales muchas veces están completamente llenos con una lista de espera llena también. Pero también, confieso que no tener disponibles los centros de retiro a los que he estado acostumbrada durante 10 años ha sido sumamente duro. El retiro en casa no tiene las mismas condiciones de silencio, pues no suprime las distracciones y la realidad del día a día como lo hacen los centros de retiro, cuyo personal y condiciones están acomodadas de manera específica para fomentar un silencio profundo. Mientras que antes tenía unos días para ir regresando poco a poco a mi realidad, ahora el retiro es justo en medio de la realidad como es. ¡Muy fuerte! Confieso que he intentado todo lo posible para forzar las cosas para que mis retiros en línea sean iguales que en los centros de retiro en silencio. Lo intenté desde julio hasta ahora. En diciembre, hasta me fui a un Airbnb, ¡pero lo único que hice fue cambiar de ruidos y distracciones! En ese momento, me rendí. Me di cuenta de que, como lo estaba tratando de gestionar, no era posible. Los maestros estaban tratando de explicar que hiciéramos lo mejor que pudiéramos con la agenda del retiro desde nuestro hogar, y que danzáramos entre el retiro en silencio y nuestra rutina, integrando las cosas del diario, como fregar o cocinar, a lo que hubiesen sido nuestras tareas domésticas en el centro del retiro. Sonaba muy fácil, pero mi mente no podía adaptarse. Me había “institucionalizado” o acostumbrado a que el retiro en silencio tenía que ser exactamente como siempre lo había practicado durante 10 años, con la misma estructura y disciplina. Atravesé un duelo que, aunque parezca simple, fue muy duro para mí. Se trató de aceptar que la pandemia se había llevado el acceso a los centros de retiro, y que no tendría la oportunidad de alcanzar estados muy sutiles de silencio y concentración. He extrañado esos procesos enormemente y me he sentado con la aflicción por esa gran ausencia, pues nada ha sanado más profundamente mi mente y corazón que la práctica de la meditación vipassana. Hasta puedo recordar eventos que fueron traumáticos, pero que ahora no duelen.
Me he tardado lo que me he tardado en aceptar esta nueva realidad, y lo digo sin juzgarme. La pandemia ha sido difícil para tod@s. Tal vez haya otros practicantes igualmente afectados por los cierres temporeros, e igualmente emocionados por poder tener acceso en línea a maestros y retiros que usualmente están llenos a capacidad. Pero ahora, tras darme contra la pared varias veces, puedo comenzar a danzar con esa contradicción.
En los centros de retiro practicamos con diligencia, como practican los atletas para las olimpiadas —que es donde verdaderamente cuentan las marcas—, pero practicamos para nuestra vida misma —la Olimpiada mayor—, para conocer quiénes somos y cómo vivimos y si nos estamos acercando más a la felicidad o al sufrimiento. Vemos cómo reacciona nuestra parte automática —nuestro cerebro antiguo, en el que está la amígdala cerebral que impulsa las respuestas humanas de pelear, salir corriendo o congelarnos—, para seguir adiestrando y expandiendo las destrezas de nuestro cerebro más nuevo, nuestro lóbulo frontal, donde están las respuestas de la compasión, la empatía y la solidaridad. No es un examen de una vez que pasemos o reprobemos, sino un proceso de aprendizaje muy gradual y compasivo.
Tras llegar al punto de aceptación con lo que es, me voy a adentrar en este —mi sexto retiro en silencio desde que comenzó la pandemia y el número 27 desde el año 2011 en esta tradición— con la oportunidad de tocar la realidad sutil que provee la meditación en medio de mi realidad diaria. Ya no tengo expectativas de que sea igual que en un centro de retiro de insight meditation. Ahora siento más curiosidad por practicar donde me enseñó el pasado diciembre el maestro Bob Stahl (director del centro Insight Santa Cruz), que es el retiro más importante de todos: el de mi propia vida. Bienvenid@s los buenos pensamientos y oraciones para que este retiro también sea de beneficio a otr@s a través de nuestra práctica. ¡Gracias por leer y sigan practicando!
La autora es maestra certificada de mindfulness por el Greater Good Science Center adscrito a la Universidad de California en Berkeley en asociación con Sounds True. Ofrece cursos de mindfulness en Sagrado Global.

Tu artículo me ha resultado interesante y curioso, me he visto reflejado en la experiencia a pesar de que las formas que me arrastraron a la meditación fueron muy diferentes e inesperadas.
Yo partía del escepticismo pero un lugar mágico al que denomino mi punto #dlencuentro me transportó hacia lugares interiores que desconocía y describo en varios posts mis experiencias.
Te dejo aquí un enlace a una de mis publicaciones donde relato mis vivencias:
https://eldesgrananteblog.wordpress.com/2019/03/31/arrastrado-hacia-una-meditacion-no-meditada/
Te felicito por tu publicación.
Abrazos desde el otro lado.
¡Hola! Le agradezco tanto su lectura y comentario. Sí, la experiencia de meditar es distinta cada vez y varía grandemente de persona a persona. Nos damos cuenta de que sumergirnos en la experiencia es como bucear el alma y que es un espacio sin fin. Yo también sentía escepticismo al comenzar, pero tuve un buen maestro de vipassana en mis comienzos, a quien le agradeceré toda la vida por guiarme con destreza, compasión y benevolencia. ¡Le invito a seguir meditando! Es un profundo camino de humanización y sanación. Muchas bendiciones y paz, Yaisha