Por Yaisha Vargas / crónica publicada el domingo 27 de diciembre de 2015 en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día”
Buscaba mi conexión con el Infinito como el sabueso que rastrea su cacería con intensidad y jamás la encuentra. Exploraba con fuerza y entusiasmo, siguiendo mi olfato. A veces parecía encontrar una pista certera y otras veces aparentaba tener la nariz apagada.
Llevo cinco años visitando países, maestros espirituales y sus tradiciones diversas. Como boricua viajera, he buscado técnicas hasta debajo de las piedras en la luna. Sabía que una clave para encontrar esa conexión y paz interior era poder dejar atrás cualquier rencor, perdonar y seguir adelante. ¡Pero qué difícil era!
“Cómo perdonar” ha sido mi pregunta más frecuente y cada facilitador me ha dado una pieza del rompecabezas. La más reciente fue un regalo de una monja budista. Compartió la práctica que ha realizado durante 30 años y fue como recibir el secreto más grande del mundo. Presencié el nacimiento de una epifanía en mi corazón.
¿Por qué cuesta tanto perdonar?
No existe un Tribunal del Perdón. No hay un lugar al cual acudir cuando el atentado al alma no se subsana con una compensación por daños y angustias mentales.
Podemos estancarnos esperando que la persona que asestó el tajo regrese con una curita, una gaza o una ambulancia para sanar la hemorragia que causó. Pero en lo que llega, si es que llega, podríamos esperar para siempre hasta desangrarnos de rabia y dolor. Y en nuestra causa de muerte diría: “Se quedó sin poesía, sin alma y sin amor”.
Me costó trabajo entender que la persona que causó la herida no tenía la capacidad para sanarla. Podía exigirle todo lo que yo quisiera y siempre sería inútil.
¿Qué fue lo que la otra persona se llevó, que sentimos que no lo podemos reparar y queremos que nos lo devuelva? Cuando se trata de relaciones rotas, lo que percibimos que perdimos es nuestra relación con nosotras mismas, con nuestro Ser Verdadero. A veces quisimos tanto a la otra persona, que nos vacíamos en ella y nos abandonamos. Y cuando el otro se va, parece que se lleva un enorme pedazo de nosotras. Aprendí de Robert Brumet, maestro de meditación Vipassana: “Intentamos conectarnos (con la Vida) a través de otros, en vez de encontrar esa conexión en nosotros mismos. El duelo por las relaciones perdidas es el duelo de haber perdido la relación conmigo mismo… El dolor que siento es porque (esa conexión) está sanando. El duelo es la manera de recuperarla… Es una paradoja: para volver a mi hogar en mí mismo, atravieso el duelo de haberme abandonado”.
El secreto de perdonar
Hace pocos meses, varios monjes y monjas del monasterio Deer Park en California —fundado en la tradición del maestro zen vietnamés Thich Nhat Hanh— llevaron a cabo un panel para responder preguntas. Y yo agarré el micrófono. Estaba en el proceso de perdonar una relación que quedó rota en Missouri: “Tengo una práctica de perdón. A veces me siento estancada, aun con la intención de perdonar. ¿Cómo puedo seguir adelante si la imagen de esa persona o del dolor que atravesé aún están ahí? Verdaderamente quiero dejarlos ir y regresar a un espacio de plenitud en mí”.
Una de las monjas más longevas me respondió: “Tuve esa interrogante hace 30 años”. Y luego ofreció una meditación guiada. “Siéntate, ora y cierra tus ojos por un momento. Piensa en la persona que más amas. Y siente ese amor que ya tienes por esa persona que es la más cercana a ti en este momento. Experimentas que, cuando amas a alguien, ese amor te llena a ti… El amor que sientes por tu pareja o por tu mamá o por tus hijos, la primera persona que lo siente eres tú. ¿No es así?… Esta meditación se trata de estar conscientes sobre lo que ocurre en nuestro ser. Ahora, me gustaría que pensaras en la persona que más odias. Cierra los ojos y siente a esa persona. Inhala y exhala tres veces. Dime, ¿cómo te sientes? Sientes que tu corazón arde de odio. Desearías que la otra persona se vaya, o quizás que se muera. ¿Es así? Si logras verlo, de primera mano, el odio es como el amor. Quien se beneficia o quien siente dolor es nuestro propio ser, no la otra persona. A veces no nos gusta la otra persona, y la otra persona no lo sabe todavía, pero nuestros corazones ya pueden sentirlo. Así que, mientras tienes el carbón caliente en la mano, la primera persona que se quema es nuestro propio ser. Si sientes el calor, lo apagas. ¿No es así? Entonces, cuando sientas que odias a alguien, regresa de nuevo a tu respiración. Inhala y exhala, siente (tus emociones) y deja ir. Si no, quemará tu corazón, tu cuerpo”.
Perdonar es amarse profundamente
El lenguaje que ella utilizó, “nuestro propio ser”, así como la gentileza con la cual lo explicó, me ayudaron a entender mejor que la que habita en mi cuerpo, la que veo en el espejo, sufre o es feliz según la fluctuación de mis pensamientos y emociones. Lo que esta monja enseñaba era una práctica de amor propio: me amo tanto, que no me quiero quemar.
Continuó: “Comparto mi práctica con ustedes. Cuando me levanto en las mañanas, antes de poner mis pies sobre el suelo, antes de sentarme incluso, inhalo, exhalo y digo: ‘Estoy consciente de que hoy es un nuevo día’. Y lo primero que hago es enviarme amor a mí misma. Digo: ‘Hermana, te amo como eres, te acepto como eres, aunque tengas tus altas y tus bajas, (cosas) positivas y negativas. Te amo como eres’. Y me envío amor a mí misma. Antes, amaba a mis padres, a mis hermanos, pero nunca me enviaba amor a mí misma. Buda nos hizo una invitación: para amar a otra persona, hay que saber cómo amarse a sí mismo. Amarse a una misma no significa darse caprichos con otras cosas, como la comida… sino amarse a sí misma tal y como una es, conocerse a sí misma. Sí, hay altibajos, a veces yo cometo errores, o vivo en el pasado. Y voy a cometer errores en el futuro, porque soy humana. No somos perfectos, somos humanos. Y nos amamos como somos. Todas las mañanas, inhala y exhala tres veces y dices tres veces: ‘Me amo como soy’. Y te sonríes a tí misma… Y por las noches, antes de irte a dormir… inhalas y exhalas (y dices): ‘Me amo como soy’. La práctica se trata de saber cuándo te amas a ti misma; (entonces) sabrás cuándo estás ardiendo de rabia… Vuelve a tu respiración y déjalo ir. La cuestión es perdonar”.
La realidad de la persona que nos hirió
Los humanos somos contenedores de emociones y pensamientos. Es como abrir un tarro de galletas que está hecho de cerámica. A menos que levantemos la tapa, no sabemos realmente lo que hay ahí. Los demás solo pueden compartir lo que llevan por dentro. Cuando alguien nos hiere, está esparciendo el sufrimiento que ya lleva en su corazón. “Esa persona que causó sufrimiento, esa persona está sufriendo”, dijo la monja de Deer Park.
“Thai (Thich Nhat Hanh) y Buda, ellos nos brindan felicidad y gozo porque ellos cultivan felicidad y gozo. No hacen ni dicen cosas que nos hieren. Así que te haces consciente de que, cuando alguien nos causa sufrimiento, podemos tomar distancia y decir: ‘Estoy consciente de que esa persona sufre’. Y no respondemos haciendo el sufrimiento más grande”, abundó.
Ya había escuchado muchas veces que el rencor es como cargar una olla caliente sin agarraderas y esperar que el otro se queme las manos. El secreto de haberlo entendido estuvo en que esta monja vietnamesa, en vez de explicarlo racionalmente, se sentó a compartir su práctica y a guiarnos en una meditación para que viéramos, de primera mano, la consecuencia interior de amar a otros u odiarlos. Así pude perdonar desde el espacio en el que estaban mis heridas: los sentimientos. Además, al experimentar cómo se sentía en mi cuerpo la emoción del amor, comencé a expandirlo dentro mi corazón y mis órganos utilizando la respiración.
Recuperé la relación de amor conmigo misma respirando con gentileza concentrada y profundamente, tocando y sanando mis sentimientos. Y al hacerlo, hallé mi eslabón perdido, mi conexión con la Vida. El perdón genuino al nivel de mis emociones, en vez de solo con el raciocinio, abrió esa puerta. Fue sencillo pero profundo, y tardé tanto tiempo en encontrarlo que lo agradezco todos los días.
Perdonar no significa condonar un daño civil, criminal o una injusticia. Implica tomar las acciones necesarias para protegernos y para que eso no pase de nuevo. Conlleva buscar una compensación económica o legal cuando corresponda, pero hacemos esto por amor propio, no por tenerle odio al otro.
Perdono porque quiero una vida sana, no un corazón rostizado.
Y como dijo la facilitadora: “La mejor forma de perdonar, es amarnos a nosotras mismas”.
En Facebook, “90 días: una jornada para sanar”
Imagen por wikipedia.
Saludos Yaisha,
Descubri sus reportajes una manana del 27 de diciembre del 2015 cuando el chico del periodico, sin saber poque razon, lo sigue dejando en la puerta de entrada de mi condominio y nadie lo tomaba o lo reclama, para poder decir que es el dueno del mismo. Tal vez, muy pronto, un dia de estos no lo siga dejando mas o aparezca un dueno adoptivo, como yo. Lo cierto es que esa manana debo admitir que lei el mejor articulo de mi vida; Ël secreto mas grande del mundo”, sin saber que a travez del mismo podia nutrirme de lo que significo haber obviado durante toda mi vida o por lo menos no habia descubierto hasta ese momento, que existe una clase de perdon diferente que comienza desde mi propia aceptacion y amor propio. No puedes dar lo que no tengas para ti. Gracias por su excelente articulo!! ; utilizare el mismo para llevarlo a manera de reflexion en unos grupos de apoyo a los cuales acudo todo los lunes. Una vez mas Mil Gracias!! y no deje su mayor pasion!, escribir sus articulos de 90 Dias ; porque son una guia de luz, de sabiduria y de ensenanza, para todos aquellos que como yo buscamos mas que una respuesta, buscamos una conexion para lograr esa paz interior, como la que usted vivio. Mil Bendiciones!!!
Saludos C. Awilda Santos: Recibo su comentario con humildad. Mi trabajo consiste de compartir lo que me ayuda a sanar. Saludos y bendiciones. Mucha paz, Yaisha
Increiblemente hermoso, emocionada. Luz y amor querida Yaisha, y mucha Paz
Con amor Natty.