por Samadhi Yaisha / publicada el domingo 14 de abril en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día”

Las cosas más importantes en la vida no son cosas. Y me di cuenta ese día en que parecía tenerlo todo de nuevo: un estudio acogedor, un carro que me llevaba y me traía, y el trabajo maravilloso y sencillo que había querido. Reconstruía una vida más sencilla en una nueva ciudad… Y aún así, no era suficiente. Nunca era suficiente.
– ¿Qué más quieres ahora? ¿¡Qué más hace falta?!- me regañé a mí misma, empuñando sobre mi diario, trazando con ansiedad. Aún me trataba con dureza, pues en aquel momento yo no creía que merecía tratarme con ternura.
Detuve la pluma y me senté a escuchar. Esa técnica de poner la oreja sobre el corazón con la pluma lista para oír las respuestas de mi voz intuitiva la aprendí en un artículo titulado “Cómo tener una conversación con Dios”, de la autora Janet Conner, publicado en la revista “La Palabra Diaria” en marzo de 2010, noventa días antes de la crisis que catapultó mi travesía.
“Qué me iba a imaginar yo que recibiría una invitación del Espíritu, y que ésta vendría en la forma de un divorcio brutal. Una mañana, por pura desesperación, escribí ‘Querido Dios’ en la hoja de mi diario. Según lo hacía, una oleada de palabras llenas de rabia y temor se amontonaron en mi pluma. Mi experiencia se derramó en múltiples páginas”, leí en el artículo de Conner. De manera similar estalló mi bolígrafo tres meses después, y en medio de una separación que me arrancaba la raíz de mí misma y de la cual no podía hablar, comencé a llenar y a apilar diarios como sacos de arroz. Casi tres años después, se acercan a los 30 tomos.
“El desahogarme me hizo sentir mejor, de manera que el día siguiente volví a escribir otra página con ‘Querido Dios’. Después de hacerle varios reclamos a Dios, hice unas preguntas: “¿Por qué ha ocurrido todo esto? ¿Qué es lo que no he querido ver? Con dichas preguntas mi monólogo terminó y un dialogo divino comenzó”, indica el artículo de Conner, quien también narró que cada vez que pedía algo a esa voz intuitiva mediante la escritura, recibía lo que necesitaba. “Es un milagro cómo el escribir del alma activa la Voz del Espíritu”, abundó.
Aquel día seguí esa práctica de sentarme a escuchar qué más hacía falta para saciar la inquietud de insuficiencia. Con la diligencia de meditar, se expandía en mi interior una presencia de paz, pero aún así, la respuesta que brotó de mi bolígrafo me tomó por sorpresa: “¡Ama a tus enemigos! ¡Basta de querer cambiar a los demás y cambiar el pasado!”. ¡La voz que habló fue tan clara! Un cauce de paz fluyó en mi abdomen, como flores en mis intestinos.

La voz intuitiva que se coló a través de la pluma fue una gran maestra ese día. Me enseñó que querer cambiar a los demás era una adicción. Una adicción es la desembocadura de un extenso río de desamor propio, de no poder estar presente ante mis vivencias y mis pérdidas, es una obsesión por escapar de lo que está ocurriendo y la imposibilidad de aceptarlo. Entendí que odiar a otra persona era una adicción en sí porque me alejaba de sentir amor por mí misma, y significaba seguir entregando a algo o alguien fuera de mí poder y responsabilidad sobre mi vida, no aprender de mis errores y no crecer con ellos.
Recientemente, escuché un programa de radio de Janet Conner en una emisora por internet (unity.fm), y sonreí cuando narró que una de las lecciones que más resistió en su camino de escritura intuitiva fue cuando recibió el mensaje “¡Ama a tus enemigos!”
Para mí ese proceso ha sido tan paralelo y lento como el de perdonar. Dejar de odiar ha resultado en tener más espacio interior para amarme a mí, y eso se logra de poquito en poquito. Aprender a amar a un enemigo ha significado recordar una y otra vez que los demás están hechos de la misma luz y sustancia que yo, aunque yo no quiera y aunque no me guste. He observado que lo que he odiado en otros también lo he detestado profundamente en mí, y por lo tanto, aprender a amarlos también ha significado amar lo que odiaba de mí y proyectaba en otros. Se ha tratado de ver una parte de mi mundo interior que no me gustaba y que se había manifestado en mi mundo exterior en forma de una persona o situación desagradable. Entendí que mientras odie a una persona, lugar o circunstancia, estoy dejando fuera una parte de mí misma, y que en tanto eso ocurra, será difícil llegar a un estado de salud integral. La técnica de Conner fue la herramienta perfecta para exprimir el alma en el papel, armar y desarmar un extenso rompecabezas interno.
Aclaro que amar a un enemigo no significa permanecer en una situación de desventaja, abuso o codependencia crónica justificando que la otra persona me hace daño pero yo la perdono y me quedo ahí. Eso es enfermizo. Tampoco implica reconciliación necesariamente. Se trata de tomar medidas para cuidar de mi integridad, dar los pasos necesarios para llegar al punto de recordar a esa persona sin sentir dolor o rabia, y sentir paz hacia mí misma, hacia la situación y hacia el
otro. Va de la mano con el perdón y toma tiempo.
Al dejar de resentir a otros estoy dispuesta a seguir mi propia luz y aceptar mi propio poder. La aceptación absoluta de mi propia naturaleza ha sido un paso fundamental en ese camino de amor propio. La dificultad ha radicado en superar aquellas creencias de que yo no era suficiente porque no cumplía los estándares ajenos e impuestos.
Parar entrar en ese espacio de amor propio, me ayudó grandemente una charla de Osho titulada “Acéptate a ti mismo”. “Todos los que quieren que seas un esclavo, te han dado ideas, te han dicho: ‘a menos que te comportes de cierta manera, estás equivocado’. A menos que hagas las cosas que ellos sugieren, no eres bueno. Nadie nunca les preguntó a estas personas, ¿quién te ha dado la autoridad para decidir por otros?”, indica la charla.
“Yo te enseño sólo una moralidad simple, y esa es, nunca vayas en contra de tu naturaleza incluso si todos los budas de todas las épocas se alzan en tu contra. No prestes atención, no tienen nada que ver contigo. Ellos hicieron lo que ellos sintieron era mejor para ellos. Tú tienes que hacer lo que tú sientes que es correcto para ti, y lo que es correcto no puede ser definido por ninguna escritura y no puede ser definido por ningún criterio exterior. Eso que te hace más feliz es bueno, eso que te hace dichoso es la única moral. Eso que te hace miserable es el único pecado. Eso que te aleja de ti mismo es lo único que debe evitarse. Sólo regocíjate en ti mismo y ya estás iluminado. Siempre has estado iluminado”.
Así que amar lo imposible es amar todo de mí. Sin reservas.
En Facebook el grupo “90 días: una jornada para sanar”
Hermoso!
Necesito agradecerle por este escrito tan hermoso y profundo que me ha marcado para siempre. Todo lo que expresa aquí, te lleva a una Paz, seguridad y autoridad contigo mismo que a veces es tan dificil de conseguir…
Mil gracias!
Saludos Ángel y gracias por tus palabras. Escribo lo que la intuición me susurra. Soy un canal por el cual se cuela sabiduría que a mí también me sorprende. Eso es todo. Lo que hago es sentarme a meditar. Creo que cualquier persona que se siente a estar disponible a esa intuición interior, recibe guía para tener una mejor vida. Te envío un abrazo 😀
Excelente! Articulo!!
¡Gracias Iggy!
Hermoso artículo , muy sanador, lleno de Luz, Poder y Reconciliación personal. Amor esencia del Todo 💚💙💛💜. Gracias💗
Gracias Clemencia. 🙂 Sí, ha sido una jornada de reconciliación interior. 🙂
Maravilloso artículo como siempre, la meditación y el amor nos lleva a eso, “amar al enemigo”, o por lo menos aceptarlo como seres humanos que somos. Vivir el día a día, como mejores personas hace que olvidemos nuestro pasado, porque ya no importa.
Samadhy Yaisha te envío mucha luz, amor y paz..
Mucha paz y luz para ti tambien, Taruscha!