Por Samadhi Yaisha/publicación del domingo 31 de marzo de 20113 en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día”

¿Cómo fue que quise ser Juan y terminé siendo Judas? Como codependiente, siempre me esforcé al máximo por complacer para que me aceptaran, pero ello significó adaptarme a moldes ajenos; mi ego transmutaba su máscara. Ésa fue mi estrategia de supervivencia, la cual se convirtió en un Judas interior que traicionaba a la voz de mi conciencia para hacerle caso a las autoridades externas. La codependencia me llevó al sabotaje sobre mis propias convicciones y a culpar a otros por ello. Descubrí que la solidaridad debía ser con mi propia conciencia primero. Abandonarme y traicionarme a mí misma también significó hacer lo mismo a otros.
Metafísicamente, Judas es la conciencia de los sentidos, de hacer lo que el mundo externo dice para sobrevivir aunque ello signifique dolor para uno mismo y los demás. Creí que ser Judas era imperdonable, hasta que entendí que renegar la voz interior es parte de la jornada humana. Nos condenamos para siempre por nuestros errores, cuando el fin es trascenderlos, evolucionar y demostrar que podemos amar ante lo más terrible que nos hayan hecho o le hayamos hecho a otros. Y para ello, la personalidad traidora debe morir, no como un suicidio o una ejecución, sino disolverse para dar paso a la divinidad interna.
Jack Kornfield, psicólogo budista y reconocido maestro de meditación Vipassana, narró en una charla en la Universidad de Berkeley cómo una mujer adoptó al asesino de su hijo. El convicto, un adolescente de 14 años, le disparó a la víctima como parte de su iniciación para ser aceptado en una ganga (su mundo exterior). Tras el veredicto de culpabilidad, la madre de la víctima lo miró a los ojos y le dijo: “Te voy a matar”. Un año después, la mujer comenzó a visitarlo en la cárcel para entender al ser que le disparó a su único hijo. Con el tiempo las visitas fueron más frecuentes y ella le dio dinero para lo que necesitara. Al cabo de cuatro años, el joven –quien fue juzgado como menor– saldría de prisión, y la mujer le preguntó si sabía qué haría con su vida. “No tengo idea, no tengo familia”, le respondió él. Ella le consiguió trabajo y un lugar para vivir en un cuarto extra en su casa. Seis meses después, ella le preguntó: “¿Recuerdas… cuando fuiste convicto por asesinar a mi hijo… y yo me levanté y te dije ‘Te voy a matar?’” Él contestó: “Yo nunca olvidaré ese día”. Ella lo miró: “Bueno, pues ya lo he hecho. Yo no quería un joven que pudiera matar a sangre fría, que pudiera continuar existiendo de esa manera en este mundo. Así que hice arreglos para visitarte, darte regalos, cuidarte, ahora te dejo que vengas a mi casa y te consigo un trabajo y un lugar para vivir porque yo no tengo a nadie… Dije que iba a cambiarte y ya tú no eres la misma persona. Y yo quisiera saber si quieres quedarte. Necesito un hijo y quiero saber si puedo adoptarte”. Él dijo que sí y ella lo adoptó. Kornfield aseguró que el corazón tiene una capacidad casi incondicional para amar.

Aba Gayle, una mujer estadounidense cuya hija fue asesinada a puñaladas, esperaba ansiosa la ejecución del criminal. “Estaba segura de que, cuando ese horrible villano fuera ejecutado, yo sanaría mi dolor y todo estaría bien de nuevo. Debido a que yo no conocía otra manera de pensar, creí que eso era cierto”. Tras ocho años de vivir con su sed de venganza, Gayle comenzó su jornada de sanación aprendiendo a meditar. Leyó sobre diferentes religiones hasta que concluyó que el propósito de todos los seres humanos es amarse unos a otros y descubrir su unidad de espíritu. “Comencé a pensar que quizás podía perdonar al hombre que mató Catherine”, dice en su página de internet (http://www.catherineblountfdn.org). Gayle le escribió a Douglas Mickey, el asesino de su hija, sobre su jornada de sanación y el entendimiento de que ambos eran hijos del mismo Ser divino.“Esto no significa que creo que seas inocente o no debes ser procesado por lo que ocurrió… La ley determinará tu destino. (Pero) no pierdas tus últimos días en la Tierra con remordimiento y miedo”. Mickey la invitó a que lo visitara. “Daría con gusto mi vida en este instante si ello cambiara de alguna manera lo que ocurrió aquella noche”, dijo él. Ella descubrió que el corredor de la pena de muerte no estaba lleno de monstruos, y ambos hablaron sobre sus respectivas pérdidas. “Me di cuenta que el día en que Catherine perdió su vida, Douglas también perdió su futuro…y entendí que si el estado de California alguna vez ejecutaba a Douglas, estaría matando a mi amigo”. La pena de muerte trunca la posibilidad de sanación.
Collin Tipping, autor del libro “Radical Self-Forgiveness” (“Perdonarse Radicalmente”), expone 13 pasos para perdonarnos a nosotros mismos:
1. Trae a tu mente una situación que te provoque ser duro contigo mismo, culparte fuertemente, o sentirte avergonzado.
2. Cierra los ojos y presta atención a tus sentimientos sobre la situación. Señala en qué parte de tu cuerpo sientes esas emociones. Las próximas preguntas requerirán como respuesta un “sí” firme en voz alta. Responder “no” no es una opción:
3. Aunque no entiendas cómo ni por qué, ¿estás abierto a la posibilidad de que esta situación tenga un propósito espiritual y que tu Ser Superior la haya creado para tu crecimiento?
4. ¿Te das cuenta de que tu malestar es un reflejo directo de que algo necesita sanarse, y que aunque no puedas verlo aún, el mensaje sanador está dentro en la situación?
5. Aunque quieras ser responsable por tus acciones, ¿estás dispuesto a dejar ir la necesidad de juzgarte a ti mismo o a tus acciones? Aunque no puedas explicar cómo ni por qué, ¿puedes simplemente permitir que la situación sea lo que es sin ponerle una etiqueta de juicio?
6. ¿Estas abierto a la idea de que la manera en que fuiste y la manera en que eres ahora tienen un propósito en un contexto más amplio y que lo que juzgas de ti mismo es exactamente lo que se necesita como parte de un plan divino? ¿Estás abierto incluso a la posibilidad de ser un agente de sanación?
7. Aunque sepas cómo ser un agente de sanación, ¿estarías dispuesto a sentir apreciación profunda por hacer esto para otros a costa de que sea incómodo para ti?
8. ¿Estás abierto a la idea de que atrajiste a la otra persona a tu vida y que a un nivel no consciente ambos recuperan exactamente lo que necesitan, permitiéndoles dejar ir su adicción a ser víctimas, reconectarse con su naturaleza verdadera y acceder a su poder interior?

9. ¿Estás dispuesto a apreciarte a ti mismo por hacer esto y agradecer a quien hace esta danza contigo por ser también un agente sanador?
10. ¿Reconoces que al estar dispuesta a ver la perfección dentro de la situación te perdonas a ti misma y a la otra persona?
11. Identifica en qué momento los sentimientos que tenías comienzan a amainar. Mueve la cabeza en señal de afirmación, aunque estés solo, para confirmar que esto ha ocurrido y siente el amor divino que subyace en esta situación.
12. Mueve tu cabeza en señal de afirmación cuando los pensamientos que estaban atados a tus sentimientos hayan perdido alguna o casi toda su carga, y quizás ya no recuerdes de qué se trataban.
13. El perdón hacia uno mismo es siempre un cambio en percepción y en energía. Es posible que lo sientas en tu cuerpo si le quitas atención a la culpa hacia ti mismo y te enfocas en la verdad de quien eres realmente. Mientras haces esto, siente una profunda aceptación por ti mismo.
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