Qué significa ser libres..

Por Yaisha Vargas-Pérez, maestra certificada en mindfulness y practicante de meditación insight para el blog A Mystic Writer

Creemos que ser libres es poder hacer lo que queramos cuando queramos sin límites: comer lo que queramos, tener tanto como queramos… Hacer esto le da libertad al ego y a nuestras compulsiones para ponerse tan fuertes como quieran, pero no nos libera de sufrir.

Uno de mis maestros espirituales nos advertía sobre el hábito del “spiritual shopping”: aferrarnos a una imagen de lo que “debe ser una persona espiritual” al usar cierta ropa, ciertas joyas, consumir ciertos “productos espirituales”. Más todavía, el “spiritual shopping” también se puede practicar al brincar de una filosofía a otra tratando de “arreglarnos” porque creemos que estamos profundamente rotos.

¡No estamos rotos!

Lo que experimentamos es un sufrimiento profundo porque la “estructura del ego” que hemos construido a nuestro alrededor para sobrevivir, nuestros mecanismos para manejar la vida, ya no funcionan.

Es loable intentar aliviar nuestro sufrimiento, y quizás en ese sentido nuestras intenciones sean las correctas, pero tal vez esta perspectiva del “spiritual shopping” no nos lleve a la liberación.

Necesitamos un cambio, pero si lo forzamos desde afuera en lugar de cambiar adentro, terminaremos con una imagen externa diferente, pero nos sentiremos y nos comportaremos de la misma manera que causa nuestro propio sufrimiento.

Algunos de nosotros también intentamos escapar del sufrimiento mediante una “transformación material”: conseguir un auto nuevo, una carrera nueva, vendemos nuestro hogar y nos mudamos, dejamos a nuestra pareja por otra… Pensamos que esto es una verdadera transformación, pero no es así. Es solo una “traslación”, un cambio a una forma o apariencia diferente. Nos movemos horizontalmente, pero no verticalmente.

En algún punto de mi sendero espiritual, había cambiado muchas cosas, pero todavía sufría. Había practicado meditación durante años, pero todavía me concentraba en “conseguir cosas” en lugar de en cómo aliviar mi sufrimiento y el de los demás. Debido a que crecí en una sociedad consumista, pensaba que la liberación espiritual se trataba de “obtener cosas”, incluido lograr un estado de “ser espiritual” a través del conocimiento o alcanzar estados mentales forzando mi meditación.

Luego comencé a cambiar mis pensamientos y actitudes. Empecé a practicar la aceptación de mi condición humana y a practicar “dejar ir” lo que no era necesario. Las partes de mí que me habían protegido del dolor en los años de mi niñez se habían endurecido en mi piel y mi mente. Era difícil ser amable conmigo misma y con los demás, y amarme a mí y a los demás. Entonces pude ver esas partes de mí (partes más jóvenes de mí que anhelaban amor, aceptación y afecto). Pude aceptarlas y amarlas. Comenzaron a integrarse, a estar en paz, a crecer, a dejar de activarse automáticamente. Cuando fui consciente de ellas sin juzgarlas, tenía la opción de elegir qué hacer si aparecían. Ya no necesitaba algunas de ellas. Pude comenzar a sentir cómo partes de mi antigua personalidad comenzaron a desprenderse de mi armadura.

En ese momento, ya no estaba interesada en “obtener cosas espirituales”. Había comenzado a comprender que lo que puedo hacer hábilmente es crear las condiciones a mi alrededor y en mí para que mi mente deje de sufrir y cultivar estados de paz, tranquilidad y equilibrio. Es un camino de paciencia, aceptación, compasión, bondad y de dejar ir: dejar ir el estrés, las falsas creencias sobre mí misma, el falso sentido del ser…

Entonces empezó a surgir una nueva forma de ser. Un nuevo comportamiento hacia mí misma, hacia los demás y hacia el planeta. Comencé a comprender que la liberación se trataba de cómo pensaba sobre mí misma y sobre los demás seres, y cómo me trataba a mí misma y a los demás seres. Vi mis propios patrones de pensamiento y comportamiento. La visión profunda y clara de la meditación insight había revelado lo que sucedía en el centro de mi sentido de ser. Entonces podía empezar a dejar ir el estrés de mi mente de la misma manera que había aprendido a dejar ir el estrés de mi cuerpo; podía dejar ir las falsas creencias; lo que pensaban los demás; el aferrarme al futuro; el sufrimiento por el pasado; los “debería”, y tantas otras cosas… y el proceso reveló un espacio vasto… una presencia vasta… “Yo” no era ninguna de las cosas en la superficie. Incluso podía dejar ir ese “yo”…

En un momento, también pensé que tenía que rechazar a otras personas en mi vida para tener más paz y ser “más espiritual”. Ahora entiendo que hay una diferencia. Es cierto que, con el cambio que describí anteriormente, llega un cambio en la forma en que nos relacionamos con los demás y con quiénes nos relacionamos. Pero rechazar a las personas o dejarlas ir porque no están en nuestra misma “frecuencia de vibración” ya no es necesariamente un comportamiento “espiritual” para mí. Ha sido una parte importante de mi travesía espiritual aceptar una variedad de puntos de vista; no ponerme por encima o por debajo de los demás; aceptar a los demás tal como son, donde se encuentran en su proceso, sin mi prejuicio de que “deberían ser” más evolucionados, cultivar más la compasión… dejar ir la arrogancia de creer que sé lo que otras personas necesitan o que yo sé lo que deben hacer.

Hace poco leí un pasaje en un libro sobre recuperación que decía que un síntoma claro de que todavía estamos afectados por el sufrimiento de nuestra crianza (tal vez el alcoholismo, la adicción o la disfunción familiar de otra persona) es que vamos por la vida diciéndoles a los demás lo que deben hacer, dando consejos no solicitados, mientras nuestra propia vida es un desastre. Intentamos obtener un sentido de valía al decirles a los demás lo que deben hacer; diciéndoles que no saben cómo manejar sus propias vidas; básicamente convirtiéndonos en su dios. Al hacer esto, tratamos de ocultar nuestro propio sufrimiento, porque sería demasiado doloroso mirar nuestras vidas y pasar por el proceso de sanar nuestro dolor y descubrir quiénes somos realmente. Antes de pasar por toda esa recuperación, hice exactamente eso. Sabía “exactamente” lo que otros necesitaban, pero mi vida era ingobernable. Andaba por la vida dando consejos no solicitados, y no tenía idea de por qué otros me rechazaban o no me escuchaban. No veía mi propia arrogancia.

Así que, un gran cambio en mi camino espiritual ha sido liberar a otros de mí misma. ¡Sí! ¡Liberar a otros de mí! De mis expectativas, mis exigencias, mis consejos no solicitados, mis percepciones, mis opiniones, mis “tú deberías”, mi “¡si tan solo hicieran lo que les digo!”. No ha sido un proceso perfecto, pero sí he dejado ir una gran cantidad de estrés. Me liberé de un hábito que solía ponerme a mí en último lugar en la lista de las personas que me importaban. Me he liberado para atender mi propio sufrimiento y cuidar a la persona con quien pasaré el resto de mi vida: yo.

La liberación no ha consistido en querer algo, obtener algo o controlar a alguien. Se trata más bien de dejar ir. Incluyendo dejar ir mis “yo quiero”… en algunos sentidos.

Ahora una aclaración, porque las relaciones pueden ser complicadas. Cuidarme a mí misma ha significado también enseñar a los demás a tratarme con respeto y dignidad cuando sea necesario, y establecer límites saludables cuando sea necesario.

A veces la liberación parece el camino menos transitado. Hay muchas tentaciones en el sendero que podrían parecer la liberación (¡oooh, eso brilla y parece oro!). ¿Cómo sé cuál es cuál? Porque la liberación no “vende algo” para “obtener algo”. Se trata más de ver nuestro sufrimiento, ver cómo nos enganchamos y crear las condiciones para dejar ir… sin aferrarnos a los resultados…

Puede parecer difícil.

Merecemos totalmente pasar por todo este proceso…

Photo by Kapu Ravindranath : https://www.pexels.com/photo/a-hawk-perched-on-a-branch-10778583/

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