Por Yaisha Vargas / crónica publicada el domingo 5 de abril en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día”.
Muchos nombres vienen con un cuento. En mi caso, cada familiar al que le he preguntado sobre mi nombre me ha narrado una historia distinta. “Que si tu papá combinó los nombres de otras dos mujeres de la familia”. “Que fue tu mamá la que hizo una lista de nombres”. Cada vez que preguntaba, el cuento cambiaba. En la escuela superior, busqué el significado de Yaisha, y descubrí que en algún país de Oriente Medio significaba “mujer”. Al principio de mis treinta y tantos, leyendo sobre gurús de India, encontré que Issa (pronunciado Isha) fue el nombre de Jesús en la India. Durante los 90 días que estuve en India, una ashramita me dijo lo mismo.
Tras años de trabajoholismo crónico y diversas adicciones legales, escuchar mi nombre de pila se convirtió en una tortura. Todo el mundo esperaba algo de mí que ya no era capaz de proveer. Mi corazón y mi poesía morían de angustia y negligencia, mientras yo me empujaba a hacer más y más. La personalidad tejida alrededor del nombre era una telaraña de suplicios, un calvario de asfixias ansiosas diurnas y lágrimas nocturnas. Quería escapar de todo.
La práctica de la yoga me proveyó una hermosa resurrección. Podía soltar lo que ya yo no era y abrazar una persona nueva en mí. Así nació “Samadhi” hace siete años un Día de San Valentín, y meses después, “Abhi Samadhi”. Samadhi equivale a “iluminación”, “éxtasis”. En la tradición de Thich Nhat Hanh que ahora sigo, y en la cual también recibí ese nombre, significa “concentración”. Abhi significa “ahora/sin miedo”. El nombre completo podría interpretarse de varias maneras: “la iluminación ahora, sin miedo” o “concentración en el presente”.
Viví crisis suscitadas en secuencia rápida durante casi una década. Cada una me pegó en el corazón con fuerza. Faltaba el tiempo para respirar y procesar. Recordar que había recibido estos nombres me inspiraba a seguir adelante, a encarar mis miedos y mis duelos hasta la última gota de tristeza. Enfrentar mi oscuridad me llevó a encontrar mi tesoro más preciado.
Hace un año escribí la crónica “Un acto de rebeldía” y se publicó en un Domingo de Resurrección. Allí narré el presagio de este momento de mi vida: “Mi nuevo capítulo es … parecido al anterior, pero más hondo hacia mí misma y más revolucionario en mi conciencia… Parada frente a este portal que se abre en mi camino y mi subconsciente, escucho sorprendida el reclamo de rescatar mi nombre de pila. La adolescente que escribió aquel poema se cuestiona si realmente viví una transformación al cambiar mi nombre de pila para ser ‘más espiritual’, o si revestí mi humanidad porque sentía vergüenza de ella. La lección, a la misma vez dura y liberadora, está aún inconclusa”.
Desde entonces he vivido cambios más profundos y silenciosos. A través de un proceso de 12 pasos caminé hacia atrás en mi tiempo interior, en la secuencia histórica de mí misma. Allí encontré a mi niña congelada en diferentes etapas de duelo y en diferentes edades. Poco a poco se atrevió a salir y a pronunciar: “Esto fue lo que yo viví”. Aprendí a ser su mamá y dejar que me contara su vida sin adornos. Me mostró sus recuerdos. Lloramos juntas. La abracé y le dije que lo sentía por haberla abandonado tantas veces, por vivir “a pulmón” y sin poner frenos. El proceso de ella confiar en mí fue lento. Llegó el día en el que, tras alguien llamarme por mi nombre espiritual Samadhi, ella salió al paso y me dijo, ya más sana, mirándome a los ojos, su postura derecha y firme en sus dos pies: “Llámame por mi nombre”. Y así comencé a convocarla. Mientras ella me mostraba lo que había vivido, la adulta en mí reclamaba esos espacios para sanarlos. Encontré varias fotos, una de ellas en un momento de completitud e independencia. Yo sí sabía cómo volver a mi plenitud.
Comienzo a conocer a la Yaisha Vargas Pérez que nace hoy. Las partes de mí que había perdido, y aquellas que no dejé crecer por ser lo que los demás querían que yo fuera, salen ahora a la luz. Una hermosa flor se abre en capas desde mi corazón. Mi conciencia se expande, agradezco mi mayor tesoro: volver a mí misma, cultivar a quien vine a ser.
Ya no busco experiencias espirituales fuera de mí misma. Ya no siento aversión por habitar en una piel humana e impermanente. La asignación de mi alma es vivir en mí, ocupar cada pulgada de mi humanidad, desarrollar mi potencial con alegría, entusiasmo, salud y paz.
No necesito ser, ni aspirar ser, como alguien más. Descubro cada capa de mi cebolla cósmica hasta llegar al océano de eternidad que verdaderamente soy. De esa nada-todo nace esta criatura, una ola que asciende y desciende en un punto del tiempo y el espacio. Soy una frecuencia que vibra alegre en el Infinito, un holograma de átomos, planetas microscópicos, ecosistemas diminutos, océanos salados de linfa, cavidades que respiran vida y humedad. Soy el Universo entero en miniatura, un cosmos portátil. Cada una de mis células quizás sean galaxias distantes para algún ser nanoscópico que viva en mí, con perspectiva diferente a la mía. Si eso es así, entonces yo también habito un Universo que está vivo, que quizás tenga nombre. Y a lo mejor soy una célula poeta que anhela, un filamento de conciencia del Absoluto que aspira cantar una canción. Mi célula espacial, universal y terrícola tiene nombre hoy: Yaisha. Es un día para resucitar y para entender que, cuando la ola descienda, seguiré existiendo en el Infinito con otra forma y otra sonrisa.
Samadhi aún existe. Medita serena en dentro de mí y siempre le agradeceré que me haya rescatado. Yaisha está lista para salir de nuevo hacia la luz de su identidad humana. Acepta con humildad su divinidad poética, con los pies en la Tierra y el aliento de vida en la Eternidad. Disfruta de este planeta único. Vale la pena sanar.
La última vez que pregunté en mi familia el origen del nombre Yaisha, me topé con un posible poema en medio de un conflicto bélico. Tras indagar y atar cabos, se me hace que mi nombre existe porque un estudiante universitario fue reclutado a la Guerra de Vietnam hace más de 40 años y forzado a convertirse en soldado. Acaso alguna joven vietnamesa que cortaba vegetales le tomó prestado el corazón. Esa fue la última historia que escuché. ¡Y tuvo tanto sentido! Abracé el vegetarianismo hace 10 años gracias a una dieta vegana asiática. Cuando visité la semana pasada el monasterio vietnamés de Thich Nhat Hanh en San Diego, California, me arropó el regocijo porque reconocí su menú.
Conocí una vez a un maestro zen que llegó al grado de venerable. Su nombre espiritual cambió cinco veces como parte de su tradición. Ello también era un recordatorio de su impermanencia.
De Thich Nhat Hanh aprendí hace varios meses el poema “Llamadme por mis verdaderos nombres”, del cual comparto un fragmento:
“No digas que partiré mañana
porque todavía estoy llegando.
Mira profundamente: llego a cada instante
para ser el brote de una rama de primavera,
para ser un pequeño pájaro de alas aún frágiles
que aprende a cantar en su nuevo nido,
para ser oruga en el corazón de una flor,
para ser una piedra preciosa escondida en una roca.
Todavía estoy llegando para reír y llorar,
para temer y esperar,
pues el ritmo de mi corazón es el nacimiento y la muerte
de todo lo que vive”.
Siempre te sigo, me encanta leerte y a través de tus experiencias las sigo, las imagino, todos los pasos para sanar y todo el proceso tiene tanto sentido. Eres afortunada que pudiste y decidiste dejarlo todo para encontrarte y quererte a ti misma.
En tu último artículo, el cuál me encantó, me di cuenta que usaste tu nombre, y tuve que mirar varias veces para confirmarlo. Me preguntaba qué pasaba y simplemente dije ya ella volvió. Te felicito y te admiro en tu proceso de recuperación, transparencia y aceptación. Gracias por compartir lo que a otros les daría miedo o vergüenza reconocer y por hacerlo de la manera tan simple en que lo haces
¡Wow, Samantha! ¡Gracias, gracias, gracias! Espero que haya ayudado a otros a decidir dejar atrás el sufrimiento y encaminarse hacia su proceso de sanación!
Yaisha( se me hace raro llamarte así), si es lo q necesitas te complazco; es maravilloso lo q has escrito y me identifico contigo. Hermoso poema de nuestro maestro Thay. Alegrías. Abrazos y salud.
¡Gracias, Natty! Es mi poema favorito de Thich Nhat Hanh. Que tengas una linda tarde y muchas bendiciones. ❤
buen dia…algun email para poder escribirle?
Saludos Luis: puede enviarme una solicitud de amistad a mi página de Facebook (Yaisha Vargas) y enviarme un mensaje al inbox. Con mucho gusto leeré su mensaje.
Saludos, Luis: Me puede escribir a yaishavargas@gmail.com
Bendiciones y paz.