Por Yaisha Vargas Pérez
Para ver la grabación, ve a este enlace: https://youtu.be/IfcoEbo5U8o
INTRODUCCIÓN
Todos los días a la 1 pm, más menos, comienza a cantar. No es un canto tenue ni tímido, sino una explosión sonora más del doble de grande de su pequeño tamaño.
Al principio, sentada en el nuevo escritorio que hace tres meses comencé a frecuentar como parte de un nuevo trabajo, implotaba yo también, porque cuando él abría el pico, yo perdía la concentración.
—¡Pero qué duro canta ese pájaro! —dije un día.
¿No había sido suficiente huir de todo el ruido urbano —la roncadera del ‘leaf blower’ y el ‘trimmer’, el taladro constante de la máquina de lavado a presión, el TRAAAAAA de todo eso junto como si fuera un festival de ogros estridentes— para ahora también tener que esperar que este pequeño pájaro con voz de ópera termine su concierto y así yo puedo trabajar?
Sí, me gustan los ruiseñores, pero ese día descubrí que los aprecio mejor cuando se columpian en un cable más alto, no tan cerca como mi ventana o mis oídos. Mi suerte no fue mucha; parece que yo aterricé allí, cerca del que ya era su territorio, justo al principio de su temporada musical.
Pero entonces me pregunté: ¿Y cómo voy a ser impaciente con un ruiseñor, si me encantan los árboles que son su hogar? Así que un día me suavicé y empecé a mirar más allá del ‘screen’ de la ventana para descubrir que el ruiseñor se refugiaba en un árbol de tintillo que un familiar había podado durante años hasta darle forma de árbol de Navidad para poder adornarlo en diciembre; que el pájaro habilidosamente evitaba las espinas y encontraba los huecos donde estar seguro; y que era desde allí donde ofrecía su música de cámara, él mismo a cargo de todos los instrumentos.
Me conmovió, por supuesto, y así le grabé los siete segundos que pude, cuando noté que un grupo de changos antillanos llegaron a espantarlo en bandada, como si fuera una pelea de ganga en la naturaleza urbana. Superado en números, el ruiseñor voló a una casa cercana, pero no dejó de cantar. Al otro día, se repitió la misma escena.
Si algo me ha enseñado el camino espiritual es a observar cómo habla la naturaleza. Los animales no se acercan repetidamente por casualidad. Busqué el significado espiritual del ruiseñor y esto fue lo que encontré: “simboliza la libertad de expresión, la alegría y la creatividad. Es un mensajero espiritual, guardián y un símbolo de inteliencia e inocencia”.
Entonces me pasó que, cada vez que regresaba el ruiseñor, sentía alivio. El ‘bullying’ de los changos no lo desanimaba de cantar todos los días a la misma hora y lugar, ni de cantar tan fuerte. El “discrimen” o “exclusión” por ser una especie distinta no lo definía ni amilanaba. Su canto no era más bajo ni distinto, sino que volaba más alto o regresaba a su espacio una y otra vez.
Fue un mensaje esperanzador que me tocó de muchas maneras. Regresaba a este escritorio de antaño a buscar nuevamente mi melodía interior a través de la creatividad que conozco, una voz y expresión que solo escucho dentro de mí; un ejercicio que es mi alegría, da estructura a mi vida y me acerca más a lo que verdaderamente soy: a mi propia canción.
El esfuerzo sabio consistió en haber alejado la atención de aquello que no era útil —mi propia irritación— para mirar una situación con curiosidad y abrir mi mente a la posibilidad de algo que no había visto. También me llevó a prestarle merecida atención a los mensajes de la naturaleza, a los aspectos de mi vida que necesitaban atención y a nutrir aquellas cosas útiles para mi bienestar: la creatividad que me da estructura y mi propia liberación.
MEDITACIÓN GUIADA
(campanada)
Una invitación a tomar tres respiraciones profundas, como una transición del ruido al silencio.
Ahora, una invitación a pensar en un ser, puede ser humano o no humano, un ser de la naturaleza, que evoque en ti la sensación de bondad. Tal vez alguien que te quiera mucho o un paisaje donde te sientes en paz y cómoda contigo misma.
Una invitación a esparcir esta sensación de bondad dentro de ti y a tu alrededor. Inhalando y exhalando bondad. En cualquier momento de la meditación, puedes regresar a la bondad. Es un esfuerzo sabio, dejar ir la distracción o el sobreesfuerzo para volver a descansar la atención en la bondad, en una respiración bondadosa.
Ahora, esparciendo esa bondad por todo el cuerpo, permitiendo que el cuerpo deje ir el estrés y descanse en esa bondad.
Dejando ir el estrés del área de la cabeza y descansando en la bondad.
Dejando ir el estrés en el área del cuello, los hombros y descansando en la bondad.
Dejando ir el estrés en el área del pecho y el abdomen y descansando en la bondad.
Dejando ir el estrés en el área de la espalda y descansando en la bondad.
Dejando ir el estrés en la parte baja del abdomen y descansando en la bondad.
Dejando ir el estrés en el área de las piernas… y los pies… y descansando en la bondad.
Ahora, prestando atención a las emociones y pensamientos: simplemente observando lo que ocurre en la mente y el corazón sin juzgar.
¿Acaso hay alguna emoción o pensamiento difícil, que te lleva a sufrir? ¿Es posible calmarlo, sin juzgar, no por aversión, sino con la intención de no causarte sufrimiento a ti misma?
Si el pensamiento o emoción no se calma, ¿es posible ver qué hay debajo, cuáles son las causas, para poder atender el sufrimiento propio, con el mismo cariño que se atiende a un bebé que llora? ¿Qué necesitas? ¿Más bondad, más descanso, más comprensión, hablar con alguien? Simplemente observando y tratándote con bondad.
Y ahora, ¿puedes generar algun estado mental o emocional beneficioso? ¿Bondad, compasión, alegría, tranquilidad, ecuanimidad? ¿Cómo puedes ayudarte a ti misma a generar estos estados mentales y emocionales beneficiosos?
Regresando a la bondad y expandiendo la bondad.
Y, si te sientes lista, compartiendo la bondad con otres:
Si tu corazón esta listo, puedes abrir el velo de la parte de enfrente del corazón, dejando salir la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección.
Abriendo el velo de la parte derecha del corazón, dejando salir la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección.
Abriendo el velo de la parte de atrás del corazón, dejando salir la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección.
Abriendo el velo de la parte izquierda del corazón, dejando salir la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección.
Abriendo el velo de la parte de abajo del corazón, dejando salir la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección.
Abriendo el velo de la parte de arriba del corazón, dejando salir la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección.
Enviando bondad a todos los seres en todas direcciones.
Y en los últimos momentos de la meditación, agradeciendo la oportunidad de practicar
(3 campanadas)
CHARLA
Esta información está en el libro Pasos hacia la liberación de Gil Fronsdal:
Practicar el esfuerzo correcto en torno a nuestros pensamientos y emociones tiene cuatro aspectos: prevenir, abandonar, estimular y conservar. Estas también son acciones prácticas que sirven para la vida diaria. Por ejemplo, si nos da estrés caer en un semáforo rojo, podemos abandonar el estrés y estimular una respiración serena.
El primer aspecto, prevenir, implica que no nos pongamos en situaciones que desencadenen estados mentales no hábiles. Para una persona que ha tenido problemas con el alcohol y no tiene todavía mucha recuperación, eso puede implicar no ir a la barra o a lugares donde se sirva alcohol y esta persona se vaya a sentir fuera de grupo. Para otro tipo de personas puede ser evitar llegar tarde para no tener estrés. En esta etapa se reconocen aquellos estímulos que son las raíces del sufrimiento: (1) codicia o aferramiento, (2) odio, mala voluntad o aversión y (3) confusión, engaño o ilusión
A veces no nos damos cuenta de que ya estamos sufriendo por esas tres raíces. Cayó el semáforo rojo y no nos dimos cuenta de que la aversión a tener que frenar ya surgió y estamos ya ansiosas. En ese momento, el esfuerzo sabio sería abandonar el estado mental que está causando sufrimiento ahora. No lo hacemos regañando, porque eso no funciona, sino viendo que no es útil. Eso no va a hacer que el semáforo cambie. Tampoco es útil gritarle a la persona que está alfrente para que se coma la luz roja porque puede provocar un accidente. Así que me queda pensar, ¿cuán util es cultivar este estado mental?. En vez, puedo exhalar y buscar otra manera de pasar el tiempo en lo que cambia la luz. Otras veces, si es una situación distinta donde estamos sufriendo mucho, puede tratarse de mirar qué hay debajo del sufrimiento, qué necesidad, qué recuerdo, qué cosa irresuelta y qué es necesario para dejar de sufrir, para satisfacer una necesidad, para recuperar la serenidad. Es una conversación sincera con el propio ser.
En esa aspiración de aliviar nuestro propio sufrimiento tal vez comencemos a ver el tercer aspecto del esfuerzo sabio que es estimular. Estimulamos aquellos estados mentales que nos llevan hacia ser libres de sufrir: la bondad, la compasión, la alegría empática (alegrarnos por las cosas buenas que les pasan a otras personas en vez de cultivar la envidia), la ecuanimidad; la atención consciente, la alegría que surge de la paz que sentimos al practicar atención consciente y sufrir menos; la tranquilidad y la concentración (cuando se recolecta toda esa energía buena que se genera cuando practicamos de estas maneras).
Y el cuarto aspecto del esfuerzo sabio es mantener los estados que nos llevan a ser libres. El tratar de mantenerlos es un esfuerzo bondadoso. No es como ser un cheerleader y empujar todo el día a que tengo que estar feliz, sino prestar atención cuando surja un estado hábil y beneficioso y aspirar a que crezca en nuestro espacio interior, en nuestra mente, a nuestro alrededor y que beneficie a otras personas. Le prestamos atención, como lo hacemos con una plantita que estamos cultivando. Tal vez vamos por ahí sonriéndole a otra gente o deseándole bondad en el tapón, sin ninguna pretención de que eso nos hace el ser humano perfecto o soy más feliz que tú porque yo sé esto y tú estás sufriendo porque no sabes hacer esto: no. Lo hacemos con la intención de que sea beneficioso sin aferramientos, lo hacemos con generosidad, con bondad. Igual que cuando estamos haciendo la práctica de bondad y permitimos que se expanda.
Termino con una cita del libro de Fronsdal:
“Al practicar estos cuatro esfuerzos correctos, se debe tener cuidado de no eludir sentimientos, pensamientos y estados mentales difíciles que es mejor abordar con atención plena y compasión. A veces, nuestras dificultades internas pueden estar diciéndonos que algo dentro de nosotros está sucediendo o necesita ser atendido. En tales circunstancias, incitar estados de ánimo agradables puede inhibir o retrasar la resolución de lo que requiere ser resuelto. Practicar el Esfuerzo Correcto también puede incluir prestar atención a los modos en los que nos esforzamos. El tipo de esfuerzo requerido puede variar según las circunstancias: a veces, un esfuerzo heroico es apropiado y, otras veces, lo que se necesita es simplemente una ligera rectificación. Puede suceder que el propósito de nuestro esfuerzo sea bueno, pero la forma en que nos esforzamos no lo sea. Por ejemplo, podemos ser demasiado agresivos o, por el contrario, muy vacilantes, o excesivamente complacientes o, al contrario, muy autocríticos en la forma en que nos exigimos. Nuestro empeño en la práctica budista puede ser grato cuando está libre de codicia, aversión y miedo. En ocasiones el esfuerzo puede sentirse casi sin sacrificio e incluso llegar a ser satisfactorio en sí mismo. Ciertamente, resulta inspirador saber que nuestros esfuerzos están dedicados a recorrer el Noble Óctuple Sendero con el fin de traer mayor paz y libertad al mundo”.
(3 campanas)

