Por Samadhi Yaisha / crónica publicada en el diario puertorriqueño “El Nuevo Día” el domingo 26 de octubre de 2014.
“Si tan sólo rebajara 10 libras, mi vida sería perfecta”. Así pensaba cuando era adolescente. El 90 por ciento de mis asuntos estaban en orden, pero eso no era suficiente. Me faltaba el peso perfecto, y yo quería verme como las modelos de las revistas. La compulsión por tener un cuerpo perfecto sólo me llevó a comer de más cada vez que bajaba de peso. Cada vez que una dieta no funcionaba, la pesa me mostraba que había ganado todo el peso de vuelta y un poco más.
La frase “si tan sólo” fue el motor de mi angustia durante casi toda mi vida. Nada era suficiente. La felicidad me eludía en un futuro que nunca llegaba, como el oasis que resulta ser un espejismo que se mueve más lejos mientras una camina en el desierto.
Fui presa de una criatura mitológica que vive en la piquis humana y se come la vida de su huésped al remover su atención del momento presente y crearle una constante y ansiosa expectativa del futuro: el monstruo de la insuficiencia.
Somos suficientes como somos. Pero nos enseñaron a creer lo contrario. Somos amados por derecho de nacimiento. Pero nos inculcaron esforzarnos más allá de lo que nuestro pozo de talentos e inspiración trajo al mundo. Nos convertimos en lo que no queríamos para que nos amaran, nos creímos la historia de terror del monstruo de la insuficiencia: que no valemos, no somos dignos, amados, que no pertenecemos. En aras de “corregir” nuestros “defectos de nacimiento”, fuimos presas de sus fauces, hasta que no aguantamos más.
Pensar negativamente sobre mí misma me llevó a la quiebra emocional, y eventualmente se convirtió en una bancarrota de salud y económica. Yo creía que, ante los ojos de los demás, lo que yo hacía nunca era suficiente, lo que sabía no era bastante, lo que decía nunca era idóneo, mis resultados jamás eran adecuados, y como estaba sobrepeso, me sentía como una bola de fracasos. Quizás los demás veían en mí una profesional exitosa, pero en mi interior, me sentía decaída. Con esa programación constantemente en mi cabeza, conseguí el camino seguro hacia el acantilado de la infelicidad. Busqué satisfacción en todas las cosas, personas o lugares en los que nunca podría hallarla.
Tras tocar fondo y cansarme de vivir pensando así de mí misma, escalé el camino de vuelta para vencer al esperpento. Como esta criatura se alimenta de las creencias colectivas, fueron necesarias prácticas de grupo para poder derrotarlo, pensamiento a pensamiento, un día a la vez. La meditación en grupo y los programas de apoyo para superar adicciones fueron elementos importantes en esta gesta. Poco a poco, dando pasitos para alcanzar un estado de serenidad, me acerqué a la solución de la sanidad. Dejé de creer en el monstruo de la insuficiencia. Le quité el contrato de arrendamiento gracias al cual vivía en mi cabeza.
Lo que derrota a esa voz interior que constantemente nos murmura que no hacemos las cosas bien y que no somos suficientes es prestar atención al momento presente: aquí y ahora tengo lo suficiente para ser feliz, bastante comida para el día, abundante oxígeno para vivir, la compañía personas o mascotas que me expresan aprecio. Yo no sé si el momento presente tiene hadas madrinas, pero si las tuviera, se vestirían de serenidad y andarían tocando corazones en momentos de quietud, haciéndonos saber que ahora mismo, sin expectativas futuras, ya somos dignos, valemos, somos amados y pertenecemos.
El hada del momento presente es el silbo apacible que escuchamos al aceptar los puntos medios, al soltar el apego a tener de más, al saber que nuestras necesidades humanas no son tan vastas como los conceptos publicitarios o sociales que hemos creído. Que hemos tenido prisa y nos hemos pelado las rodillas por alcanzar cosas más alla de la suficiencia. Y en ese estirón, aunque sí hay historias de superación, también hay muchas de frustración. Pensamos que la felicidad está en el éxito rotundo, en la euforia y la adrenalina. Pero éstos también son pasajeros.
Ello no significa que no tengamos metas o aspiraciones. Es necesario mejorar y echar hacia adelante, pero sin olvidar que la alegría que tanto anhelamos está en el andar y en el día a día. A veces necesitamos llegar a esa cima que tanta ilusión nos ha causado para darnos cuenta que sí, nos da una alegría momentánea, pero no es la meta final. Hay personas que logran vivir en el tope con la conciencia de que no son lo que han logrado, ni lo que tienen. Atesoran su sanidad y su serenidad.
Lo que buscamos compulsivamente a través de hábitos negativos, relaciones disfuncionales o cosas materiales es realmente un sentido de llenura que sólo nos lo da la práctica de estar presentes ante la sencillez del día a día. La plenitud ocurre cuando escojemos apreciar el amanecer en medio del tapón, abrir el corazón para escuchar al sol, hacer una pausa entre un ajetreo y otro para saborear cinco minutos de oxígeno o sentir nuestro cuerpo en movimiento durante una caminata al atardecer. Hay cosas más satisfactorias que el ajoro de querer ser mejor que los demás, ser primero sobre los demás o tener más dinero que los demás.
El monstruo de la insatisfacción nos hace ambicionar más de lo que necesitamos para ser felices, amputa nuestras relaciones personales, nos hace desgastar los recursos naturales más allá de su capacidad y propicia guerras en el mundo.
Si la crisis ha de enseñarnos algo, que nos muestre que la paz está en el sentido de suficiencia, en tener bastante aire para respirar, techo bajo el cual dormir, comida para disfrutar, amigos y familiares para amar, y paz interior para cultivar nuestros talentos innatos. Mi sentido de satisfacción surge cuando vuelvo a mí misma, a este momento sencillo en el que practico mi talento de escribir y se me ocurre un poema.
Mi antídoto para la insuficiencia, el hilo que me guía fuera del laberinto del minotauro, es la meditación: anclar mi atención en el presente. Al meditar, descubro la luz que mora en el origen de cada momento. Mi sentido de llenura ocurre cuando presto atención a lo que ocurre ante mis ojos. Experimento la vida en su diversidad de sonidos, sabores, colores, aromas y sensaciones. Observar el amanecer en quietud llena mi mañana de luz. Saborear una sopa de garbanzos y calabaza nutre mi cuerpo y revitaliza mi práctica de cuidado propio. Mirar los colores variados de la vegetación y atestiguar las flores entre el follaje dibuja una sonrisa en mi rostro. Escuchar los pájaros hablar entre sí me recuerda que los demás seres se comunican con su propio código. Sentir el ronroneo de mis gatos cuando toman una siesta en mi barriga me conecta con otros seres vivos.
Thich Nhat Hanh me recuerda que puedo vivir feliz en este momento con tan sólo recordar que aquí y ahora existen todas las condiciones necesarias para ser feliz. Tengo un hogar que me acoge, comida suficiente, un trabajo al que ir todas las mañanas, un ingreso para cubrir mis necesidades básicas, familias y amigos que me aman. Contribuyo a mi paz y salud mental al hacer una lista de mis bendiciones. Incluir a aquellas personas que contribuyen a mi felicidad y mi paz es un ejercicio excelente para mantener mi mente positiva. Si me enfoco en aquellas cosas que faltan, saco mi lista y la reviso. Cierro los ojos, respiro y agradezco.
Y ya cuando me falta una línea para terminar esta columna, me abruma la posibilidad de la crítica ajena, de que lo que me dictó mi musa no fue suficientemente bueno… Me detengo, rememoro la lección que acabo de escribir: soy capaz, valiosa, digna, amada, pertenezco en este mundo y mi trabajo es suficiente. Mi peso no es perfecto, porque ya no es necesario que lo sea. Mi peso es saludable, y eso es todo lo que necesito. Lo más que anhelaba cuando perseguía al monstruo de la insuficiencia era serenidad. Y eso lo tengo ahora. Respiro en paz y disfruto de felicidad.
En Facebook, 90 días: una jornada para sanar
Foto 1 por wikipedia.
Foto 2 por Samadhi Yaisha Copyright 2014 – Derechos reservados
La vida es difÃcil desde el mismo momento en que abres los ojos y te dan el primer golpecito para respirar hasta ese último momento que se cierran para ya no estar más. La mirada limpia a los ojos de otro, siempre buscando la conexión (aceptación) y quedarte vacÃa cuando no lo consigues. Los temores te reducen a quedarte en una esquina suspirando, anhelando la serenidad de algún consuelo, de una paz a prueba de falsas pretensiones. Y te vas quedando sola y descubriendo en esa soledad la felicidad del silencio, de la contemplación del mundo y su belleza. Cuanto tiempo pasé buscando afuera lo que estaba adentro. El balance tardamos en encontrarlo a veces, pero siempre nos brinda el suspiro de como tu dices: “Respirar en Paz y Disfrutar de Felicidad”.
Mi agradecimiento a tu Musa, Bravo! Sigue escribiendo… La foto: Mi amigo Pancho y su mirada limpia. (Pájaro Yaboa en Estanque Parque Urbano Yauco) MarÃa M.
¡Gracias por compartir tu energía, María! Me encanta lo que escribiste de que una se va quedando sola, y en esa soledad encuentra la felicidad del silencio, de la contemplación y su belleza. Quizás en esos momentos es cuando he sido más humana, es cuando he alcanzado más profundidades en mí. Sí, seguiré escribiendo, porque almas como la tuya escogen leer lo que pongo allá afuera. Dios me ha bendecido grandemente. Gracias, gracias. 🙂
Leí este artículo porque mi mamá lo recortó y me lo hizo llegar.
Algun propósito tenía el que yo lo leyera.
Es increíble como me relaciono con todo lo que dice.
Parece ser mi historia aunque aún no he logrado llegar al final de sentirme feliz.
Quiero leer más y hasta reunirme en grupos de apoyo.
Gracias
Excelente!
Saludos Raquel. ¡Gracias por escribir! Qué hermoso que tu mamá recortó el artículo para compartirlo contigo. Todos tenemos un poco de esa energía habitual, pensar que nada es suficiente. Es muy humano. Lo que me ha ido ayudando a acercarme al hábito de la felicidad es la meditación. Tu deseo de aprender más y buscar grupos de apoyo te llevará en una jornada a encontrar lo que necesitas. Un abrazo.
Puedes encontrar una lista de grupos de apoyo en este enlace: https://yaishavargas.com/category/recursos-de-apoyo-%E2%9D%A6-support-resources/