Meditación y charla: Mindfulness y sabiduría, Parte 2

Por Yaisha Vargas-Pérez


Para practicar la meditación con un video, ve a este enlace:

https://youtu.be/8qdYZ0_mVgo


INTRODUCCIÓN

El secreto mejor guardado del mindfulness: la práctica de “védana”.

Cuando comencé a aprender mindfulness secular, se hablaba de los cuatro fundamentos del mindfulness como maneras de anclarnos o dejar que nuestra atención descansara en cuatro puntos de la realidad presente, entre los cuales figuran el cuerpo, la respiración, las emociones y los pensamientos. Durante algún tiempo, pensé que el segundo fundamento del mindfulness era “mindfulness de las emociones”, así que me dedicaba a mirar cómo las emociones surgían y se disolvían dentro de mí bajo una mirada constante. Eso tuvo como resultado que algunas veces me perdiera en ellas y sufriera.

Mi camino en la práctica me ha llevado a explorar el budismo de los primeros tiempos (budismo de tradición theravada), de donde el Dr. John Kabat-Zinn obtuvo, a finales del siglo XX, las enseñanzas que luego convirtió en mindfulness secular, el cual no está necesariamente anclado en la religión budista theravada, aunque sigue habiendo muchos puntos de contacto y contribución entre ambos. En su origen, el Satipattana Sutta o Discurso de los cuatro fundamentos (o establecimientos) del mindfulness va como sigue:

1. Mindfulness de la respiración y el cuerpo

2. Mindfulness de los “védanas” (o tonos del sentir)

3. Mindfulness de los estados mentales (emociones y pensamientos)

4. Mindfulness de los dhammas (procesos mentales que llevan al sufrimiento o la liberación del sufrimiento, entiéndase los 5 obstáculos y los 7 factores del despertar).

Al descansar o “establecer” nuestra atención en el cuerpo (primer fundamento o establecimiento), podemos hacer un escaneo corporal o anclar nuestra atención en la respiración. Pero también es importante ver las experiencias que percibimos a través de los sentidos: lo que vemos, oímos, olemos, saboreamos y lo que percibimos a través de la piel.

Justo ahí, debajo de cada una de esas puertas que tenemos para percibir el mundo exterior, hay un filtro que se llama “védana”. Sentimos fuertemente la realidad como agradable, desagradable o neutral (ni agradable ni desagradable). “Védana” es un punto de contacto tan inmediato que ni siquiera nos damos cuenta de que está ahí porque al menos en Occidente, ¡no nos lo han enseñado! Sin embargo, este pasaje estrecho es el que da paso al tercer fundamento o establecimiento del mindfulness: los estados mentales, o emociones y pensamientos.

Si logramos ser conscientes de cómo recibimos la realidad, si nos damos cuenta de que un estímulo externo ha resultado agradable, desagradable o neutral, nos daremos cuenta de cómo coloreamos la realidad dentro de nuestra cabeza. Y tal vez podamos detener una racha de pensamientos o emociones de sufrimiento que no nos ayudan para nada. ¿Por qué? Porque tal vez, cuando una experiencia nos resulta agradable, si no vigilamos bien, existe la posibilidad de que nos aferremos a ella. El aferramiento no está en la experiencia, ¡sino en la forma en que funciona nuestra mente! Lo mismo ocurre con las experiencias que nos resultan desagradables y la aversión que sentimos hacia ellas, y con las experiencias neutrales y nuestra manera de reaccionar con indiferencia, confusión o distracción.

El aferramiento o codicia, el odio o la aversión y la confusión son la raíces principales del sufrimiento humano y las razones por las cuales los seres humanos causamos sufrimiento a otres, incluyendo a la ecología. Son las raíces de la crisis climática que vivimos.

“Védana” es tan importante que hasta moldea nuestra personalidad. ¿Tenemos una personalidad que se aferra a las personas, lugares o cosas; o tal vez expresa constantemente aversión o queja hacia las personas, lugares o cosas, o tenemos el tipo de personalidad que se confunde mucho? Tal vez podamos encontrar la raíz de esto en la manera en que recibimos las experiencias a través de las puertas de nuestros sentidos.

¿Cómo encontramos “védana” en nuestra práctica? ¿Cómo logramos ver que una cosa es la experiencia y otra muy distinta es nuestra reacción a esa experiencia? Te invito a la meditación guiada y charla.

Que sea de beneficio para tu práctica.

Con cariño,

Yaisha

MEDITACIÓN
Distinto a las meditaciones anteriores en el camino del Noble Óctuple Sendero adaptado a la ecología, en esta meditación no voy a dar instrucciones para generar bondad amorosa sino hasta el final. El propósito de esta meditación es que podamos ver nuestras formas de reaccionar cuando hay sensaciones agradables, desagradables o neutrales en el cuerpo, ya que hoy el tema que tratamos es el de “vedana” o “tono del sentir”, que es lo que da paso a nuestros estados mentales y nuestras reacciones. De todas maneras, recuerde que esta es una sugerencia, y si usted tiene la necesidad de guiar su mente de otra manera, puede hacerlo. Comenzamos por hacer un escaneo corporal general y luego dos escaneos corporales más detallados.

(campanada)

Una invitación a tomar varias respiraciones profundas como una transición del ruido al silencio.

Acomodamos el cuerpo de manera que la columna tenga su curvatura natural y el abdomen esté suave. Estructura con ternura.

Empezamos por el primer escaneo corporal:

Prestando atención al área de la cabeza, el cuello, los hombros, la espalda, los brazos, las manos, el pecho, el abdomen, la parte baja del abdomen, las piernas (muslos, rodillas pantorrillas) y los pies.

En la segunda ronda del escaneo corporal, vamos a darnos cuenta de si hay sensaciones agradables en nuestro cuerpo. Prestando atención al área de la cabeza. ¿Hay sensaciones agradables en la cabeza? ¿El cuello, los hombros, la espalda, los brazos, las manos, el pecho, el abdomen, la parte baja del abdomen, las piernas (muslos, rodillas pantorrillas) y los pies? ¿Cómo reacciona tu mente al percibir sensaciones agradables en el cuerpo?

En la terera ronda del escaneo corporal, vamos a darnos cuenta de si hay sensaciones desagradables en nuestro cuerpo. Prestando atención al área de la cabeza. ¿Hay sensaciones desagradables en la cabeza? ¿El cuello, los hombros, la espalda, los brazos, las manos, el pecho, el abdomen, la parte baja del abdomen, las piernas (muslos, rodillas pantorrillas) y los pies? ¿Cómo reacciona tu mente al percibir sensaciones desagradables en el cuerpo?

Y ahora, escaneamos el cuerpo de manera general para ver si hay sensaciones neutrales, que no sean agradables ni desagradables. ¿Cómo reacciona tu mente al percibir sensaciones neutrales en el cuerpo? ¿Acaso se aburre? ¿Acaso busca otro tipo de estímulo?

Y ahora, recordando la práctica del esfuerzo sabio, una invitación a generar bondad hacia el cuerpo, mirando las distintas partes de nuestra humanidad como si nos encontráramos con una buena amiga a la que tratamos con bondad.

Tal vez la mente quiera escaparse, eso es normal. Recordamos la actitud bondadosa de nuestra meditación e invitamos a la mente a regresar a la práctica de bondad.

Si te ayuda, puedes pensar en algún ser que evoca en ti la bondad, el cariño, la ternura. Puede ser un ser humano, un animal de compañía que sea parte de tu familia, un ser o paisaje de la naturaleza. Generando bondad hacia el cuerpo: hacia el área de la cabeza, el cuello, los hombros, la espalda, los brazos, el pecho, el abdomen, la parte baja del abdomen, las piernas y los pies.

Ahora, una invitación a descansar la mente en el área del corazón y a prepararnos para abrir el corazón revelando la bondad que ya está ahí para compartirla en todas direcciones: descorriendo el velo de la parte de enfrente del corazón, dejando brillar la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección; descorriendo el velo de la parte derecha del corazón, dejando brillar la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección; descorriendo el velo de la parte de atrás del corazón, dejando brillar la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección; descorriendo el velo de la parte izquierda del corazón, dejando brillar la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección; descorriendo el velo de la parte de abajo del corazón, dejando brillar la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección; descorriendo el velo de la parte de arriba del corazón, dejando brillar la luz de la bondad hacia todos los seres en esa dirección;

Descansando la mente en el corazón y en la bondad que envía en todas direcciones.

Y en los últimos momentos de la meditación, enviando agradecimiento por la oportunidad de practicar.

(3 campanadas)

CHARLA

La semana pasada, comenzamos nuestro viaje por el séptimo factor del Noble Óctuple Sendero adaptado a la ecología prestando atención al cuerpo. Practicamos prestar atención al cuerpo desde su capa más externa, la piel, hasta su parte más interna, los huesos y los órganos. Practicamos prestar atención a los estímulos a través de los sentidos: lo que oímos, sentimos en la piel, escuchamos. Practicamos prestar atención a los cuatro elementos en el cuerpo —tierra, agua, calor y aire—, y la forma en que se manifiestan en el cuerpo a través de sensaciones como pesadez o liviandad, humedad o resequedad, calor o frío (o sea, temperatura), el ritmo de la respiración, pulsaciones o vibraciones.

Hoy vamos una capa más profunda en nuestra experiencia humana y comenzamos a experimentar un poco de nuestra mente, un poco de nuestro sistema nervioso a través de esto que en el budismo de tradición theravada se conoce como “vedana” o “tono del sentir”, que es el segundo fundamento o satipatthana del mindfulness. Básicamente se refiere a la primera puerta que tocan las experiencias externas cuando aterrizan en nuestro cuerpo; a lo primero que se despierta en nuestro sistema de percepción cuando hay un estímulo externo o interno. Y se resume en tres posibilidades: es agradable, desagradable o neutral. ¿Por qué es importante mirar esto? Porque, primero, no lo conocemos en Occidente. Esto no existe en ninguna parte. Pensamos que algo nos irritó y hay que acabar con eso. Pero no miramos cómo aterrizó en nosotros, por qué a otra persona no le molestó lo que a nosotros nos molestó, y si no podemos ver esto, no podremos ver cómo somos responsables de nuestras reacciones y respuestas. Este es el primer punto de contacto de los estímulos externos con nuestro complejo sistema de supervivencia, de discernimiento de si ese estímulo me va a ayudar a sobrevivir, va a amenazar mi sobrevivencia o ninguna de las anteriores.

Siempre pongo el ejemplo de montarse en una montaña rusa. Hay gente que le encanta montarse en una montaña rusa. Les da una sensación de aventura; les encanta la adrenalina. Es una experiencia agradable. A otras personas, les da pánico. No pueden ni poner un pie. Es una experiencia desagradable. Y a otras personas, ni les va ni les viene. Les da igual si se montan o si se quedan abajo y se van a comer un helado. ¡La misma experiencia y tres reacciones distintas! ¿Dónde está la diferencia? En esa parte de nuestra percepción del mundo que me dice: esta es una experiencia agradable, desagradable o ni una ni la otra, o sea, neutral.

Les doy otro ejemplo: imaginen una taza de café negro bien cargado sin azúcar. Algunos de ustedes habrán dicho “ay sí, qué rico”, y otros habrán dicho “uy no, necesita leche y azúcar”, es más, conviértalo en un mocha o en un “pumpkin latte” que estamos en otoño. Y a otras personas, que ni toman café, no les importa. ¡La misma experiencia, muchas reacciones distintas!

El propósito de hacer una meditación en la que exploremos qué resulta agradable, desagradable o ninguna de las anteriores es que veamos la puerta que tocan los estímulos externos e internos, porque de ahí es que profileran los estados mentales: rechazo, aversión, aferramiento, apego, o indiferencia. Si vemos cómo esa bola de nieve empieza a rodar evitamos la avalancha. Este el primer punto en el que podemos detener el sufrimiento causado por las tendencias de aferramiento, odio o aversión, confusión o ignorancia.

Es como la batalla de las Termópilas. Si vieron la película “300”, sabrán que los espartanos en el año 480 antes de Cristo se detuvieron en un tramo sumamente estrecho para detener el avance invicto que tenían los persas hacia lo que hoy es Europa. Fue una batalla decisiva porque, si no hubiesen ganado, hoy en día, tal vez —no lo sabemos— hubiésemos sido descendientes de un imperio persa, en vez de descendientes de un imperio romano. Sin entrar en consideraciones de si eso hubiese sido mejor o peor, el propósito de esta analogía es entender que el tramo para ver el contacto del estímulo externo con nuestro sistema de percepción es bien estrecho y que el momento para detenernos a darnos cuenta y sentir lo que está pasando en nuestro cuerpo y sistema nervioso con ese estímulo externo es bien breve, es un instante. Y desarrollamos esa capacidad cuando meditamos.

Algún día que usted esté en su cojín de meditación y haya un jardinero cerca con un trimmer o un blower de hojas, dese cuenta del tono del sentir en su cuerpo, trate de sentir cómo aterriza ese ruido, ese estímulo en usted. Intente mirar con una lupa, detalladamente, su cerebro, sus oídos, su tejido blando y tal vez descubra: “Ah, ¡desagradable! Y tengo ganas de salir a decirle que deje de hacer ruido que son las 7 de la mañana”. Pero tal vez, su pareja no se levantó. No lo escuchó o no le molestó. ¿Dónde está la reacción? Nos señalamos hacia adentro. Y a lo mejor en la meditación ese día nos toca nombrar en nuestra experiencia: ruido, ruido, ruido, desagradable, desagradable, desagradable, me está dando coraje, me está dando coraje… ¡Eso mismo es! Estamos presentes ante nuestra experiencia. Hemos visto el estímulo, la reacción, y el comienzo o nacimiento de un estado mental, que es el tercer fundamento del mindfulness, lo cual estudiaremos la semana que viene.
Darnos cuenta de “vedana” es incómodo por varias razones. Es posible que al ver nuestras reacciones de cerca sintamos incomodidad. Pero también es incómodo que comenzamos a ver nuestro propio ego. Fíjese que si usted lanza fuertemente una pelota de bolos, de bowling, contra la tierra, la tierra no va a reaccionar gritando o con coraje; si la tiran a un cuerpo de agua, más allá de crear ondas, el agua no le va a gritar de vuelta. Lo mismo con el viento. Si tira una bola hacia arriba, el viento no se va a quejar. Pero si se la tiran a usted, probablemente diga algo o tenga alguna reacción. Y nosotros estamos hechos de los elementos tierra, agua, calor y aire. Hay algo más en nosotros que reacciona; esa conciencia que decide, que determina, “esto me va a hacer daño” y reacciona contra lo que tiró la pelota. “Vedana” es tan importante que también puede moldear o definir nuestra personalidad: una personalidad aversiva que se queja de todo, una personalidad que se aferra a las experiencias y las quiere tener todas (quiere comprar todos los tipos de sabores de helado) y una personalidad indiferente o que se confunde porque no sabe lo que ocurre.

Ahora, igualmente, aclaro: ver esto no es para empezar una campaña en contra de nosotros mismos por tener un ego, porque el propósito del ego es que sobrevivamos. Por eso precisamente es que se aferra a lo agradable que lo puede ayudar a sobrevivir (o que parece que lo va a ayudar a sobrevivir); rechaza lo desagradable que parece que no le va a ayudar a sobrevivir y es indiferente ante lo neutral o tal vez busca un nuevo estímulo. Ver esto es una gran noticia porque vemos dónde se empiezan a formar los nudos de nuestra personalidad-ego que nos hacen sufrir. Así que, al practicar “vedana” (aunque en este ejercicio le quité un poco la bondad al principio de la práctica para poder ver el tono del sentir con claridad), trátese con mucha bondad, porque está entrando en el terreno de su responsabilidad con el único espacio del mundo al que puede controlar; donde tal vez pueda cambiar algo del mundo: en usted misma y las maneras en que consciente e inconscientemente se enreda en sufrimiento o hace sufrir a los demás. Esto es difícil de ver, pero una vez comenzamos a verlo es muy liberador.

Estas son las raíces del sufrimiento que impulsan el cambio climático: la codicia, el odio y la ignorancia. Si podemos verlas en cada mente humana, si podemos liberarnos de ellas en cada mente humana, hay esperanza.

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