Por Yaisha Vargas-Pérez
Aquí está el enlace de la meditación guiada y charla. Abajo están la transcripción de ambas y también la introducción al tema:
INTRODUCCIÓN
“Es bueno recordar que nuestras palabras surgen de nuestra ecología interna. Si la vida interior está bien cuidada, es mucho más fácil hablar sabiamente. Al practicar el Habla Correcta, no solo cultivamos el Noble Óctuple Sendero, sino que también cuidamos de los demás y de nosotros mismos. El Habla Correcta beneficia al mundo y fortalece nuestro camino de liberación”. —Gil Fronsdal, Pasos hacia la liberación
Algo ocurrió automáticamente cuando empecé a ver a los seres de la naturaleza como personas (personas no humanas, pero personas). Esta perspectiva despertó en mí al practicar el factor de la visión sabia del Noble Óctuple Sendero aplicado a la naturaleza. De inmediato, comencé a entender que los seres de la naturaleza que viven en un mundo más allá de lo humano son iguales a mí, tienen ganas de vivir, habitar un lugar seguro y tener suficiente alimento. Comencé a desear que eso pudiera ser así para ell@s, que es el segundo factor de la intención sabia. Hasta nuestros ciclos de nacimiento y muerte se parecen.
La próxima vez que fui a la playa, vi el espacio con otros ojos. Ya no era un telón de fondo disponible para mi diversión. Estaba pisando la casa de alguien más. Me di cuenta de cuán arrogante había sido ver la playa como un lugar al que tengo derecho a ir para pisar la arena, poner mis cosas, entrar en el agua y esperar que no me molesten los granos de arena dentro de las chapaletas ni las piedras en el fondo de la playa. Empecé a mirar el ecosistema como la casa de alguien más que me disponía a visitar. Es una narrativa que me ayudó a entender que mirar un ecosistema también significa respetar cada ser que vive allí como si fuera humane, comenzando por las algas marinas que están pegadas a las piedras.
Esa narrativa que se ha desarrollado en mi cabeza ha tenido como consecuencia acciones nuevas de mi parte. El factor de la narrativa sabia tiene como resultado inmediato que mis acciones hacia la naturaleza sean distintas. La playa no existe con el único propósito de proporcionarme disfrute y placer. Si escojo visitarla como un lugar de relajación, es importante que lo haga con el mismo cuidado y respeto que esperaría de una persona que visita mi casa. No llevo un radio a todo volumen, ni monto toda una sala de sillas al aire libre con un barbeque y su humareda, más todos los elementos adicionales (caseta de campaña, carpa, mesa de dominó, una mesa para el caldero de arroz con pollo, la neverita llena de alcohol, etcétera). Imagine que un día llega a su casa para ver que una multitud de plantas y animales marinos de gran tamaño decidieron hacer un enorme fiestón con música a todo volumen y dejaron un basurero. O imagine cómo se siente usted cuando el comején invade su casa buscando la madera muerta de los muebles, cuando usted no invitó a ese ejército de termitas boricuas.
Criados y acostumbrados a vivir entre cuatro paredes, prácticamente llevamos toda nuestra casa a la playa, con tablet y todo para ver una película mientras tal vez algún familiar o amigue juega con las paletas de tenis. No nos damos cuenta del absurdo de que estamos ignorando al protagonista principal y razón de nuestro viaje: despojarnos de todo lo que usualmente nos rodea y nos encierra en nuestra identidad limitada para experimentar algo más allá de nuestro mundo humano moderno. Hemos hemos creado un mundo fuera de la naturaleza para protegernos de los elementos tierra, agua, sol y aire, cuando los elementos mismos son el origen de nuestra vida. Por eso nos llena de vida y energía visitar la playa, pero como estamos distraídos con el party, nos perdemos la mayor parte de lo que ocurre en nuestra interacción con el ecosistema.
Nos atrae la playa, pero nos molesta la pegajosidad de la arena y la humedad; nos quejamos de que haya piedras en el fondo, y queremos adaptar el ecosistema a nosotres.
Salir de la visión antropocentrista (que la naturaleza gira alrededor de las necesidades humanas) y tener una visión sabia, intenciones sabias y narrativas sabias hacia el ecosistema de la playa podría acabar en una experiencia muy distinta. Más que contarte de qué se trata, te invito al siguiente ejercicio, a tu manera, con calma. La próxima vez que vayas a la playa, ve con la intención de visitar el hogar de un ser inteligente que todavía no conoces. Solo viste algo liviano encima del traje de baño, lleva una toalla y unos goggles. Si utilizas bloqueador solar, procura que sea seguro para los corales (coral reef safe sunscreens). Quítate las chancletas y siente la arena bajo tus pies. Los granos de arena son el residuo de millones de seres que se han desintegrado a lo largo de millones de años y han formado un paisaje maravilloso. Tal vez puedas ver, desde el comienzo, que pisas un lugar sagrado. Escoje un lugar para sentarte. A tu manera, abre tus sentidos para ver, escuchar, sentir, oler y saborear: la brisa, el sol, la arena, los árboles o palmas, el agua de mar. Si decides entrar en el agua, está muy presente a las sensaciones en tu cuerpo: sensaciones físicas como calor, frío o movimiento; sensaciones emocionales como aprehensión, temor o placer; sensaciones mentales como el pensamiento de si eso que roza tu pierna es un alga marina, un pez o algo que temes que vaya a picarte. Date cuenta de que tu experiencia está en tus reacciones y respuestas, las cuales no están bien o mal, son simplemente tuyas, no del ecosistema. Y, si miras bajo el agua, está presente de la misma manera. Identifica algún ser del ecosistema con el que quieras hacer amistad (ej. un cobito, un pez), no para que lo atrapes, sino para que lo observes libre en su hogar vital. Puedes hacer esto dentro o fuera del agua.
Después de un rato de estar dentro del agua y hacer amistad con los seres de ese mundo, ¿te sientes igual de separado de la naturaleza que cuando estás en tu casa de cemento? ¿Acaso hay algo distinto?
¿Puedes ver que, algún día, el cuerpo humano que ahora habitas volverá a ser arena, brisa marina y agua de mar, y que esos elementos formarán otras cosas vivas?
Con estos argumentos, y al sugerir este ejercicio, no estoy proponiendo de ninguna manera que se limite el acceso de les humanes a un patrimonio común que es de dominio público como son las playas. Estoy invitando, mediante una conexión profunda con el ecosistema, a establecer una nueva manera de resistencia ante la apropiación privativa y destructora de la naturaleza en los espacios de dominio público. Si lo entendemos como “nuestro” desde nuestra condición como seres de la naturaleza igual que lo son los cobitos (una visión ecocentrista), lo defenderemos como un hogar que es, no como nuestro derecho a tener acceso a las playas para ir a beber cervezas los fines de semana, que es la visión antropocentrista. ¿Ven la diferencia?
Pero este último párrafo ya es parte del próximo tema: acciones sabias hacia la naturaleza. Haré una pausa para descansar los jueves 24 y 31 de julio Nos volveremos a reunir el jueves 7 de agosto. Que puedan disfrutar en familia de sus vacaciones de verano. Si van a la naturaleza, ¿con qué ser de allí se pueden conectar?
Abajo están la meditación y charla. La meditación podría ayudarte con las narrativas sabias hacia la naturaleza y hacia el cuerpo humano, que es de la naturaleza.
MEDITACIÓN GUIADA
Una invitación a tomar varias respiraciones profundas, como una manera de hacer una transición del ruido al silencio.
Luego, una invitación a encontrar un punto de descanso en la realidad presente: la respiración, los sonidos de ambiente o el cuerpo.
No hay nada que hacer con prisa. Ni un lugar al que ir con prisa. Estar aquí y ahora es suficiente.
Ahora, una invitación a pensar en alguna persona que es buena con nosotres. Una persona que nos mira con bondad. Puede ser un miembro de nuestra familia, o un perro o gato u otro animal que sea parte de nuestra familia. O un ser de la naturaleza.
¿Podemos mirarnos a nosotres con esa misma bondad?
Comenzamos por conectarnos con la práctica de la bondad hacia el cuerpo. Mirando nuestro cuerpo con bondad.
Y así vamos por cada parte. Llevando bondad a la cabeza…
…al cuello
… a los hombros
… a la espalda
… al pecho
… a todos los órganos dentro del pecho
…a los brazos
…a las manos
… al abdomen
…a todos los órganos dentro del abdomen
… a la parte baja del abdomen
… a las piernas
… a los pies
… a los dedos de los pies…
Llevando un sentido de bondad, de benevolencia, a todas las partes del cuerpo…
Ahora envía ese sentido de benevolencia a un ser de la naturaleza que quieras mucho. Puede ser un gato o un perro que sea parte de tu familia. Puede ser un árbol o una planta.
Enviando benevolencia. Deseando a ese ser: que estés bien; que estés feliz; que tengas salud; que tengas paz.
Ahora, enviando benevolencia a un paisaje de la naturaleza, como la playa o el bosque, igual que si fuera tu cuerpo humano, que está compuesto de los mismos elementos: que estés bien; que estés feliz; que tengas salud; que tengas paz.
Ahora, una invitación a abrir el corazón para enviar benevolencia a la naturaleza. No tienes que hacer un gran esfuerzo, simplemente abrir el velo que cubre al corazón para dejar salir su luz de benevolencia hacia los seres de la naturaleza. Abriendo el velo de la parte de enfrente… la derecha… la parte de atrás… la izquierda… la parte de arriba (enviando benevolencia a todas las aves que cruzan el cielo o viven en los árboles)… la parte de abajo (enviando benevolencia a todos los seres que viven en el suelo, debajo del suelo y en el océano). Abriendo el corazón en todas direcciones para enviar benevolencia a toda la naturaleza.
Ahora, enviando benevolencia a todo ser de la naturaleza en el planeta tierra, a todos los ecosistemas, a todos los bosques, a todas las playas, a todos los ríos: que estén bien; que estén felices; que tengan salud; que tengan paz.
CHARLA
El tema de la benevolencia lo habíamos visto cuando estudiamos las intenciones sabias hacia la Tierra. Cuando practicamos las narrativas sabias, ¿cómo se siente pronunciar palabras de benevolencia hacia tu cuerpo, que es de la naturaleza? Las palabras provienen de las intenciones. Las intenciones de aversión, codicia o ignorancia causan sufrimiento. Las intenciones de generosidad, benevolencia y sabiduría llevan a la liberación. ¿Si pronunciaras algo que no se sienta benevolente, como tengo los muslos gordos o tengo el pelo malo? ¿O como un sentimiento de aversión hacia una característica genética? ¿Cómo te hace sentir esa narrativa hacia el cuerpo que no sea de integridad? La manera en que pensemos del cuerpo y las narrativas que tengamos hacia el cuerpo producirán acciones hacia el cuerpo, ya sea de benevolencia, o de aversión o ignorancia.
Lo mismo ocurre con la naturaleza. Si entiendo la naturaleza como un conjunto de sistemas interconectados del que soy solo una parte, si entiendo su sensibilidad y la importancia de su biodiversidad y miro esto con ojos benevolentes, mis narrativas serán benevolentes hacia la naturaleza y mis acciones serán benevolentes hacia la naturaleza. Los pensamientos nacen de las intenciones, las palabras nacen de los pensamientos. desde Incluso si necesito algo de la naturaleza para sobrevivir, no lo tomaré desde la codicia, sino desde la comprensión de que necesito solo lo suficiente para sobrevivir y dejaré lo suficiente para otres seres. Pero antes de ser una acción, esta es una narrativa en nuestra cabeza.
Por ejemplo, como voluntaria de reforestación, a veces me toca recolectar semillas de árboles nativos para llevarlas al vivero. Si estoy recolectando de un árbol que sirve de alimento a las aves del bosque, se sugiere que recolecte solo el 20 por ciento de las semillas y deje el restante 80 por ciento para los seres, personas no humanas, que se alimentan de ese árbol. No es que no ayude al árbol a propagarse. Propagar árboles nativos es importante. Es no acapararlo todo. No es llegar y pensar y decir, todo esto es mío, pues es una narrativa que surge de una visión antropocentrista, centrada en el ser humano. Es llegar y decir, aquí hay un árbol que necesita ser propagado y aves, que son personas no humanas, seres de la naturaleza, que dependen de su semilla para alimento, para alimentar a sus familias, posiblemente tengan su hogar allí, su nido. Me llevo solo una parte y dejo suficiente para el ecosistema. Esa es una narrativa ecocentrista.
Otro ejemplo. Una visión, intención, narrativa y acción bastante común es decir: “Voy a la playa a disfrutar”. No hay nada malo con eso, excepto que, si voy centrado solo en mí misma para buscar una experiencia de placer, me pierdo de algo más. Voy a la naturaleza por mí, es una visión antropocentrista. De ahí que veamos la playa como un escenario para nuestro disfrute y vayamos con un montón de cosas para instalar allí, una carpa con un boom box, un montón de sillas, el caldero de arroz con pollo, como si fuera reconstruir la casa, pero en la arena. Llevamos la casa a la playa.
Pero, tener la visión sabia de que los seres de la naturaleza son personas como tú, y que los ecosistemas son su hogar, lleva a la intención, la narrativa y la acción de que ir a visitar el hogar de alguien o de un grupo de personas no humanas que merecen estar tranquiles en este ecosistema sensitivo, que su hogar no sea alterado, destruido o se quede lleno de basura. Imagina que un grupo de grandes criaturas marina deciden ir a tu casa a hacer una fiesta y dejan todo lleno de basura.
Puedes ir, solo con una toalla, solo con un par de goggles, a ver, oler, escuchar, sentir el ecosistema. A sentir la brisa marina, el sol, el agua. A reconocer que también eres es esos elementos. A encontrarte con la naturaleza que eres. Son necesarias muy pocas cosas para esa experiencia más ecocentrista, en comparación con la visión antropocentrista de ir a la playa para que sea el telón de fondo de una experiencia de disfrute.
Así que extiendo la invitación a que hagas el ejercicio de tener una experiencia más centrada en el ecosistema. Busca hacer amistad con un ser que viva allí: un árbol, un cobito, un pez.
Y cuando regreses a casa, observa cómo te sientes: ¿recargade o cansade?
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