Gracias al periódico El Nuevo Día por la publicación de la columna “La emancipación de la naturaleza”. Igual que los cuerpos negros fueron esclavizados para cimentar un sistema económico y no recibían compensación, el cuerpo vivo de la naturaleza ha sido esclavizado sin recibir restauración. Ha perdido su equilibrio y eso se manifiesta en una crisis climática. Necesita un movimiento de emancipación.
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Por Yaisha Vargas Pérez, columna publicada en el periódico El Nuevo Día el 22 de abril de 2025.
Era 22 de marzo y se conmemoraba el 152 aniversario de la abolición de la esclavitud de los negros en Puerto Rico. Regresaba desde la zona oeste a San Juan por cuarta vez, tras participar en luchas ambientales, abogando por el derecho de las especies de la naturaleza a que no les arrebaten su vida, su libertad y a tener un ambiente saludable.
Esa semana también conocí al poeta maya-guatemalteco Miguel Angel Oxlaj Cúmez, quien declamó poemas en el Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico en su lenguaje natal maya kaqchikel. Escucharlo me conmovió profundamente, pues comprendí que yo nunca he tenido la oportunidad de escuchar a un ancestro taíno hablar por completo en su idioma originario. Las palabras de Oxlaj Cúmez eran lo más cercano a esa experiencia.
Ese día también escuché, por casualidad, un pódcast en el que se discutía la complejidad de la identidad hispana, de la cual no se puede hablar con honestidad sin tener claridad sobre su pasado imperialista y esclavista.
No planifiqué que la vida hilara esas experiencias ante mis ojos, pero vi el denominador común: la vasta destrucción causada por la apropiación histórica, sistémica y cruel.
La misma violencia que arrebató a los negros de su África natal para cimentar un sistema económico de explotación, la misma violencia que experimentaron los pueblos originarios — obligados a pagar con trabajo forzado la posibilidad de vivir en sus tierras ancestrales—, es la misma violencia que experimenta la naturaleza: la esclavitud. Vivimos en un sistema que se chupa la vida de los cuerpos humanos, animales, vegetales y el cuerpo del planeta: explotación sin restauración. El planeta ha perdido su equilibrio y eso se manifiesta en una crisis climática.
Ese 22 de marzo estuvo claro para mí que la naturaleza también necesita un movimiento de emancipación.
Desde la espiritualidad y espacios seculares se está rescatando la sabiduría ancestral: los indígenas sabían pescar en la charca sin dejarla vacía, tomando solo lo suficiente; sabían pedirle perdón a un árbol antes de cortarlo si necesitaban leña, porque lo veían como un hermano, una persona, en vez de una cosa inanimada. Cuando tomaban algo, dejaban que la naturaleza se restaurara; la ayudaban con sus ciclos. Veían el río como persona. Sabían que la Tierra era un cuerpo enorme que ellos habitaban. A esas ideas, que son milenarias, hoy las rescatamos llamándolas “Derechos de la Naturaleza”.
No es que no consigamos lo que necesitemos para vivir: es cómo lo conseguimos; si participamos del sufrimiento de otros seres o fomentamos relaciones justas; si vemos la Tierra como una persona viva y sensible, o como una cosa, un telón de fondo para nuestra existencia. Es abandonar el antropocentrismo y abrazar el ecocentrismo.
La Tierra no nos necesita. Pero nosotros sí a Ella. Como dijo el maestro budista Gil Fronsdal: “La Tierra no es algo que debemos salvar. Es un hogar al que necesitamos volver. Y tal vez, al regresar a la Tierra, Ella nos salve a nosotrxs”.
Yaisha Vargas Pérez es maestra de mindfulness certificada por el Greater Good Science Center adscrito a UC Berkeley (2019); tiene la certificación profesional de la International Mindfulness Teacher’s Association (IMTA); es mentora de mindfulness certificada por Jack Kornfield y Tara Brach a través de la plataforma Cloud Sangha/Banyon (2022), y certificada en capellanía ecológica por el Sati Center for Buddhist Studies en California (2024). Fue periodista en varios medios de comunicación para los cuales cubría temas ambientales. Actualmente es traductora y editora de temas educativos.

