Por Yaisha Vargas-Pérez
Aquí está el enlace de la meditación guiada y charla. Abajo están la transcripción de ambas y también la introducción al tema:
https://youtu.be/mCF4VDrwV8E
INTRODUCCIÓN
He sido vegana/vegetariana durante 20 años. El cambio en mi modo de vida ocurrió mientras atravesaba un episodio de mala salud. Mi cuerpo pedía a gritos que dejara la comida chatarra y, cuando lo hice, comencé a escuchar que un cántico de agradecimiento salía de mis tripas. Era increíble. Jamás me había dado la oportunidad de escuchar a mi cuerpo de esa manera. No sabía que eso era posible.
Como el proceso que me llevó al veganismo/vegetarianismo fue tan íntimo, no me sentía bien yendo por la vida diciéndoles a otros que adoptaran mi modo de vida. No quería incomodar a les demás. Creía que lo que cada cual dejara entrar en su cuerpo era una decisión muy personal. No quería convertirme en una activista irritante, haciendo sentir mal a les demás por lo que tuviesen en su plato.
Sigo pensando que no me toca controlar la vida de otres. Pero al ver las consecuencias de las prácticas de agricultura industrializada en los sistemas ecológicos del planeta, al ver que las consecuencias de la sobrepesca es que se están perdiendo especies marinas importantes, me estoy dando cuenta de que les humanes podemos ser libres de escoger lo que queremos producir y consumir, pero no somos libres de las consecuencias que esto está teniendo para el planeta y, por ende, para nosotres.
Adoptar una dieta a base de plantas es una de las maneras más poderosas de combatir la crisis climática. Eso no implica que estemos desnutridos. ¡Al contrario! Implica que estaríamos más saludables y el planeta también. Nada más imagino todas las hectáreas dedicadas a la ganadería que podrían volver a ser bosques para absorber los gases de efecto invernadero que son la causa principal del cambio climático.
Me pregunto si realmente estoy haciendo un buen servicio si me callo por no incomodar, cuando ya las consecuencias de las prácticas de producción de alimentos que no son ecológicas las sentimos en la piel con al ola de calor y con las inundaciones, fuegos forestales y huracanes que son cada vez más frecuentes alrededor del planeta.
¿Qué tal si los abolicionistas de la esclavitud hubiesen detenido su causa para no incomodar a los esclavistas?
Antes pensaba que las activistas por el veganismo que no usaban maquillaje y se dejaban las axilas sin afeitar eran extremistas y exageradas. Pero al haber llegado donde hemos llegado con la crisis climática, ahora me pregunto si acaso lo extremo es lo que estamos viviendo y causando como especie humana, empujando nuestra arca de Noé, nuestra casa común, por el precipicio.
Hay un sentido de urgencia en mí, pero al mismo tiempo, hay un llamado a inspirar a otres a ser mejores humanes, no desde la culpa, sino desde la consciencia.
Tal vez necesite ayuda y tal vez algune de ustedes pueda ayudarme. ¿Cómo comunico esto con amor, pero a la misma vez, con la urgencia que amerita?
Mientras tanto, recuerdo algo valioso que aprendí durante el curso de 18 meses que conllevó la certificación de capellanía ecológica: amar al mundo así como está, quemándose, haciendo todo lo posible por restaurar la quebrantada relación entre les humanes y el origen mismo de sus vidas, pero al mismo tiempo, saber que no puede ser mediante la violencia y la culpa.
Sé que hay seres humanes tratando de ser la mejor versión de sí mism@s. Y eso incluye su relación con el planeta. Eso es lo que quiero inspirar. Espero que, de alguna manera, esté llegando ese mensaje.
MEDITACIÓN GUIADA
Una invitación a tomar varias respiraciones profundas, como una manera de hacer una transición del ruido al silencio.
Luego, una invitación a encontrar un punto de descanso en la realidad presente: la respiración, los sonidos de ambiente o el cuerpo.
No hay nada que hacer con prisa. Ni un lugar al que ir con prisa. Estar aquí y ahora es suficiente.
Ahora una invitación a hacer algo un poco distinto: trae a tu mente algo a lo que sueles aferrarte; un punto de vista, una opinión, un objeto, parte de tu rutina. ¿Dónde sientes el aferramiento en tu cuerpo? ¿Tal vez en algún tejido blando del cuerpo? El pecho, el abdomen, la quijada…
Y ahora, una invitación a pensar en algo que te hace sentir libre: un paisaje de la naturaleza, la bondad de otra persona, contacto con tu ser sabio, pensar en el océano en calma, quizás… ¿Dónde sientes la liberación? ¿En qué parte de tu cuerpo?
Ahora, una invitación a seguir soltando cualquier nudo físico en tu cuerpo, llevando pensamientos de bondad, de benevolencia. Mirando tu cuerpo con bondad…
Y así vamos por cada parte. Llevando bondad a la cabeza…
…al cuello
… a los hombros
… a la espalda
… al pecho
… a todos los órganos dentro del pecho
…a los brazos
…a las manos
… al abdomen
…a todos los órganos dentro del abdomen
… a la parte baja del abdomen
… a las piernas
… a los pies
… a los dedos de los pies…
Llevando un sentido de bondad, de benevolencia, a todas las partes del cuerpo…
Ahora, llevando pensamientos de benevolencia hacia tus emociones… cualquier estrés, aferramiento o confusión, mira esa emoción con bondad. Déjala estar, no hay nada que arreglar, respirar con bondad y aceptación hacia ti misma es suficiente.
Ahora, una invitación a llevar bondad a tu mente. Háblale a tu mente de manera bondadosa y paciente. Cuando te equivocas, te hablas bonito y te das ánimo para intentarlo otra vez con calma. Imagina que tu mente es libre de sufrimiento.
Ahora envía ese sentido de liberación a un ser de la naturaleza que quieras mucho. Puede ser un gato o un perro que sea parte de tu familia. Puede ser un árbol o una planta.
Al enviar benevolencia, el deseo de que un ser de la naturaleza es libre, imagina que está libre de sufrir, está seguro, tiene suficiente alimento, tiene paz.
Ahora, enviando benevolencia a un paisaje de la naturaleza, como la playa o el bosque, igual que si fuera tu cuerpo humano, que está compuesto de los mismos elementos: que estés bien; que estés feliz; que tengas salud; que tengas paz. Ahora, visualizando que tratas bien a este paisaje de la naturaleza. No dejas basura, no tiras nada al agua. Lo tratas con respeto y amor.
Ahora, una invitación a abrir el corazón para enviar benevolencia a la naturaleza y desear que la naturaleza sea libre de sufrimiento. Visualizamos que los seres humanos tratan bien a la Tierra: no toman más de lo necesario, no contaminan los ríos ni el mar, aprenden a reciclar, a fabricar cosas que no contaminen la Tierra, trabajan para mejorar la condiciones que han creado el cambio climático… comienza a imaginar que esto es posible. Puedes imaginarlo con una sonrisa… No tienes que hacer un gran esfuerzo, simplemente abrir el velo que cubre al corazón para dejar salir su luz de benevolencia hacia los seres de la naturaleza en todas direcciones. . Abriendo el velo de la parte de enfrente… la derecha… la parte de atrás… la izquierda… la parte de arriba (enviando benevolencia a todas las aves que cruzan el cielo o viven en los árboles)… la parte de abajo (enviando benevolencia a todos los seres que viven en el suelo, debajo del suelo y en el océano). Abriendo el corazón en todas direcciones para enviar benevolencia a toda la naturaleza.
Ahora, enviando benevolencia a todo ser de la naturaleza en el planeta tierra, a todos los ecosistemas, a todos los bosques, a todas las playas, a todos los ríos: que estén bien; que estén felices; que tengan salud; que tengan paz.
CHARLA
Cuando era pequeña, teníamos en el patio de la casa gallinas, gallos y pollitos. Me encantaba ver que la gallina se echara a empollar los huevos y unos días después, nacían los pollitos.
Mi entusiasmo era tanto, que agarraba los pollitos en mi mano porque quería darles cariño y besos. Mi mamá me advertía que no lo hiciera y varias veces me llevé los picotazos de la gallina que los protegía. Me molestaba que la gallina entrara en la fase de “fiebre” que les da cuando están en el nido y criando sus bebés. Yo quería que ella me dejara tocar sus pollitos porque yo sabía que no les iba a hacer daño. Para mí eso era más importante que cómo se sientiera la gallina. Obviaba sus sentimientos y temores por completo. El picotazo era una consecuencia de mis acciones.
Cuando no nos enseñan la prudencia que necesitamos tener en nuestra interacción con la naturaleza, los seres humanos tenemos la tendencia de querer apropiarnos de lo que la naturaleza no nos ha ofrecido. Y esa es una de las cualidades que aparecen en el factor de Acción Sabia que es necesario desarrollar: aprender a no tomar lo que no ha sido ofrecido.
Podríamos pensar sobre esto en términos de nuestras relaciones con otras personas. Si soy invitada a casa de otra persona, pero no me han ofrecido de las galletas que están en la mesa, no voy a comer galletas. ¿Podemos pensar en maneras que podemos adoptar esa misma conducta con la Tierra?
Como voluntaria de reforestación, cuando encuentro un árbol nativo o endémico que tiene semillas, me da tanto entusiasmo que me las quiero llevar todas. Me han enseñado que no haga eso. La proporción de semillas recolectadas y semillas que dejamos en el árbol debe ser de 20/80. Nos llevamos solo el 20% por ciento de las semillas para propagación y dejamos el 80% para las especies que dependen de esas semillas para su alimento. Es un reconocimiento de que las especies no humanas también son personas que tienen derecho a existir, alimentarse y a que no se les robe su comida.
¿Cómo se ve esto en la vida diaria? ¿No tomar lo que no se ha ofrecido y no tomar más de lo que se ha ofrecido? Esta es una práctica de abstención pero también es una práctica de generosidad. La generosidad es el antídoto de la codicia, que es una de las raíces del sufrimiento y también de la crisis climática.
¿Cómo podemos practicar esto en nuestra vida diaria? Puede ser que encontremos un árbol de limones y nos queramos llevar todos los limones. ¿Dejamos algo para el que venga después? Lo mismo en el supermercado. Solo quedan dos aguacates. ¿Nos los llevamos los dos o dejamos para el que venga detrás?
Al consumir alimentos, ¿estoy tomando en cuenta solo lo que le conviene a mi bolsillo o estoy considerando el costo para el planeta? Lo orgánico y lo local me sale más caro a mí, pero le cuesta menos a la Tierra.
Robin Wall Kimmerer es una autora y profesora de botánica que es ciudadana de la nación Potawatomi en Oklahoma, Estados Unidos. Las naciones originarias en Estados Unidos están organizadas en naciones y tribus, y reconocen a sus miembros y ciudadanos como tal. Kimmerer ha escrito libros en los que comparte sobre la botánica, historias y mitos de naciones aborígenes como la suya. También comparte un poco de su proceso de aprender su lenguaje originario.
En su libro Braiding Sweetgrass, en español, Una trenza de hierba sagrada, Kimmerer habla del mito de Wíndigo, “un monstruo legendario del pueblo Anishinaabe. Tiene forma humana, de enorme tamaño, más grande que un humano, con el cabello congelado, pies tan grandes como zapatos de nieve, su aliento huele muy mal y le salen colmillos de la boca, se muerde sus propios labios. Dicen que Wíndigo anda por allí en el tiempo de más frío, cuando las tribus atraviesan el duro invierno y se han acabado los alimentos en reserva y no hay nada que cazar o que recolectar, que se mueve fácilmente con las tormentas de nieve.
Algunos estudiosos del tema sugieren que este personaje folklórico surgió durante la Pequeña Edad de Hielo, cuando los inviernos eran sumamente largos y fuertes. Otros sugieren que el mito se hizo famoso durante el tiempo de la explotación de pieles, cuando la sobre caza causó hambre en las tribus.
Las historias sobre Wíndigo reforzaban lo prohibido y horrible que era el canibalismo en tiempos de hambruna. El que sucumbiera a eso se convertiría en una criatura así, no podría entrar al mundo de los espíritus, sino que vagaría por la Tierra para siempre y su hambre jamás podría saciarse. Consumido por su propio consumo.
Las historias sobre Wíndigo eran parte de las tradiciones que se enseñaban a los niños para aumentar la autodisciplina, para resistir a la tendencia de tomar más de lo que necesitaban. Las antiguas enseñanzas reconocían que los humanos tienen la posibilidad de convertirse en un Wíndigo, en un monstruo, si nos entregábamos a la codicia, a tomar y agarrar sin medida alguna.
Los ancianos del pueblo Anishinaabe recordaban la importancia de reconocer ambos lados de un ser humano, el lado de la luz y el de la oscuridad, para poder entendernos a nosotr@s mism@s. Podemos ver la sombra, reconocer el poder que tiene para causar sufrimiento, pero no alimentamos sus tendencias.
La palabra Wíndigo puede significar “exceso” o ‘pensar solo en uno mismo’. Otros estudiosos dicen que ‘un Wíndigo es un humano cuyo egoísmo ha superado su autocontrol al punto de que la satisfacción ya no es posible’. Algunos estudiosos de este tema señalan que ahora mismo hay una epidemia de conductas autodestructivas como la adicción al alcohol, las drogas, el juego, la tecnología. Es una señal para ellos de que Wíndigo está vivo.
Aunque el hábitat natural de Wíndigo es en los bosques del norte de América del Norte, se ha foramdo una nueva cepa con ‘las corporaciones multinacionales que devoran insaciablemente los recurso de la Tierra no por necesidad, sino por codicia. Las huellas de Wíndigo están por todas partes, una vez aprendemos a identificarlas’”.
Podemos comenzar con acciones pequeñas. La semana pasada hablamos sobre la cocina y la alimentación. Esto tiene que ver. Pero también podemos comenzar a expandir a otras maneras de consumo. Cada vez que compramos algo, preguntarnos ¿hay una versión más ecológica que esté accesible? Y cuando vayamos a desechar algo: ¿Hay manera de colocar esto en un lugar que no sea el zafacón que va al vertedero? ¿Lo puedo llevar a la composta, al reciclaje de plástico, de cartón, de vidrio, de textiles, de aparatos electrónicos?
La semana que viene voy a adentrame más en estas prácticas y en cómo de ahí podemos derivar estilos de vida sabios, para así enlazar con el próximo factor.

